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La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 8

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 8

Claudia y Ángela hacia mucho tiempo que no se veían. En el pasado antes de tener pareja habían sido muy buenas amigas, esa tarde quedaron a las cinco en una terraza de la Castellana. La puntualidad de Claudia hizo que tuviera que esperar diez minutos antes de que Ángela llegase.
-Hola – dijo Ángela dando un abrazo a Claudia, después, se sentó.
-¿qué tal?, llegas tarde –dijo Claudia, después sonrió.
-Es que no venia en autobús tía, lo siento
-No pasa nada, estaba bromeando, ¿qué quieres tomar?
-Un café – dijo Ángela.

El camarero se acercó a la mesa. Claudia pidió una naranja para ella y un café para Ángela.

-¿y que tal te va con Sergio?, cuéntame – dijo Claudia.
-vaya ahora si te has acordado de su nombre
-Me lo dijiste el otro día, si no, no, jajaja...- rieron las dos con femenina complicidad.
-Bien, el día 2 de Octubre hacemos 2 años, le quiero mucho y el también me quiere a mi, no se,
somos felices –el camarero trajo las consumiciones-. Tiene muchos detalles conmigo, y eso hace
que la magia del primer día no se muera, por lo menos para mi no ha muerto
-Venga Ángela, no me digas que no te has cansado ni un poquito, que cuando te levantas, algunas
mañanas odias que te hable
-No – y no dijo nada más-. Vamos a ver Claudia, te conozco, a ti te pasa algo con Roy, ¿no es
cierto?
-El otro día hable con Alberto –dijo Claudia, se tomó media naranjada de un trago, después
prosiguió-. Y no solo hable con el, quede con el, incluso cene con el, luego me invitó al cine, y te
puedo decir que lo pase genial – hizo una pausa y continuó -. Tengo miedo, Ángela, miedo de
volver a sentir algo por el
-Pero tu quieres a Roy, ¿no?, ¿estas bien con el?
-Si, pero esa magia de la que hablabas hace un instante. Creo que parte de esa magia se ha
perdido en mi relación con Roy, y he vuelto a sentirla el otro día con Alberto. Volvieron a
temblarme las piernas antes de verle, y se me hizo un nudo en el estomago cuando se marchó,
¿eso es amor?, ¡dime que no! –Claudia empezó a llorar-. Lo siento –dijo, sacó un papel del bolso
y se limpió las lágrimas.
-No te preocupes – dijo Ángela mientras acariciaba la mano de Claudia -. Supongo que para que
la magia no se esfume hay que poner cada uno de su parte, en realidad la magia es la pareja, los
dos tienen que alimentar la relación a diario, pero ya sabes como son los sentimientos, no se
pueden controlar – dijo Ángela.
-De adolescente imaginaba que mi felicidad estaba al lado de un hombre como Alberto. Cuando le
conocí, estaba convencida que seria el hombre de mi vida, luego fui una inmadura dejándole
para emborracharme y salir con mis amigas, ¿por que ahora?, ¿dónde están mis amigas?, solo
quedas tu Ángela y después de esta perorata dudo mucho que quieras volver a verme – Claudia
rió llorando.
-No seas tonta, anda – dijo Ángela mientras la abrazaba-. Estas pasando un mal momento,
aclárate las ideas, lo primero que tienes que hacer es hablar con Roy, el lo va a pasar mal, pero
tienes que decirle que no estas segura de lo que sientes por el, que lo dejáis por un tiempo o algo
así
-¡no puedo hacer eso a Roy!, ¡yo le quiero! –dijo Claudia sin dejar que Ángela siguiese hablando-.
Roy es bueno conmigo, ahora el es el hombre de mi vida, aunque una parte de mi piense lo
contrario seguiré a su lado, al menos por el momento.

Eran mas de las siete, las dos siguieron hablando, de otros temas incluso. Se despidieron y quedaron en verse más a menudo, para hablar, para compartir de nuevo momentos femeninos.

Era viernes, Carlos empezó a arreglarse. Hoy era el gran día, o mejor dicho la gran noche, había quedado con los miembros de la asociación. Según le había dicho Elvira hoy conocería a casi todos.
Se dio prisa en vestirse, no decidió ponerse muy elegante, así que opto por unos tejanos y una camisa, una americana de pana de color gris le daría un toque algo serio. Se miró en el espejo antes de salir, cogió las llaves y se marchó.
La cita era en un restaurante cercano a la Puerta del Sol. Esperó quince minutos hasta que vino el autobús, una vez subido en el, notó que apestaba a colonia, pensó que se había echado demasiada y se odió por ello, ¿qué impresión causaré?, pensó, esperaba que cuando llegase al restaurante parte del olor hubiese desaparecido, se frotaba la cara con la americana para quitarse la fragancia, pero no le dio mucho resultado, al final desistió, se auto convenció de que era una paranoia suya, que en realidad no olía tanto.
Cuando llegó al restaurante, un camarero le pidió el nombre completo, Carlos se lo dio, el camarero con aire distinguido le acompañó a una mesa en el fondo del restaurante, allí le esperaban unas quince personas, cuando estuvo a la altura de la mesa, Elvira se levantó de la silla y fue hacia Carlos, le saludó y después le indicó cual era su sitio. Había varias sillas sin ocupar. Ambos se sentaron. El camarero trajo vino, el mejor que tenia la casa. Carlos se sorprendió ante tanto lujo, el restaurante era de cuatro tenedores, nunca había estado cenando en un sitio como aquel, ni siquiera cuando había tenido novia que siempre intentaba impresionarlas, nunca había llegado a ese nivel. Saco a Carlos de su letargo las voces de Elvira, lo estaba presentando en sociedad, después de sus palabras, el grupo alzó sus copas y brindaron todos, incluido Carlos.
La cena transcurría con normalidad, aunque a veces no se sintió muy cómodo.
Carlos hablaba con la mujer que tenia al lado.

-Fue cuando tenia 18 años, además fue mi primera experiencia sexual, yo no lo conocía, solo de
vista, y si que usé preservativo, pero se rompió. Después, pensando que como se había roto la
primera vez ya estaba contagiada, lo hice otras cuatro veces sin el profiláctico – contaba la
mujer a Carlos.
-¡pero eso es una barbaridad mujer!, podías no haberte contagiado en el primer coito y si en el
segundo. O peor aun podías haberte contagiado poco y al hacerlo tantas veces podía haber
entrado una gran carga viral en tu cuerpo – dijo Carlos.
-Si, pero entiende que antes no había información, en estos tiempos tampoco hay un exceso, pero
por lo menos si quieres saber, lo consigues – dijo mientras bebía un sorbo de vino.

Cuando finalizó la cena, ya fuera del restaurante, Elvira presentó más formalmente a Carlos. En ese tiempo conoció a algunos miembros mas, todos eran personas muy abiertas, simpáticas, increíblemente agradables.
De camino a la discoteca no había situaciones incomodas, Carlos hablaba con unos y con otros, se había integrado a la perfección.
No fue ajeno a las miradas que durante toda la cena le había dirigido una chica morena, de unos treinta años, no muy alta, delgada, así que al llegar a la discoteca, fue a la barra, se pidió un ron y fue a entablar conversación con ella.
Se acercó, ella bebía un combinado con pajita, sostenía el vaso con sus dos manos, absorbía el líquido, y se contoneaba de un lado para otro al ritmo de la música.
-Hola, te he visto en la cena, nos han presentado, vienes con el grupo ¿no? – dijo Carlos
esperando su respuesta.

La chica dejo de absorber el liquido quitándose la pajita de los labios, ese movimiento dejo entrever su lengua, fue un gesto muy erótico.

-si, estoy en la asociación por mi madre, pero yo paso de todo esto – dijo ella.
-Ya – Carlos pensó en preguntarle quien era su madre, y lo hizo -. ¿quién es tu madre?, si se
puede saber, claro
-Si, Elvira, la presidenta –su voz era irónica-. Me disculpas, voy a pedirme otra copa – después
se fue.

La noche había sido entretenida, Carlos estaba contento de cómo habían ido las cosas, ya no solo por que había disfrutado con aquella gente, si no por que había compartido parte de su tiempo en hacerles felices. Hubo un gesto en el transcurso de la noche que le hizo pensar, Javier un miembro de la asociación se encontró de camino a otra discoteca a unos excompañeros de carrera. Él los vio, y se paró esperando unos segundos para saludarles, cuando estuvieron enfrente suyo le bordearon dejándole con una sonrisa en la cara que segundos después se había borrado por completo. Se quedó chafado, Javier siguió andando, segundos después rompió a llorar. Carlos se dio cuenta de que esos supuestos amigos suyos le habían negado el saludo, se vieron, ellos le vieron, pero le ignoraron. Javier estaba en fase terminal, tenía manchas en la cara, estaba en la fase en que ya no puedes ocultar el virus a la sociedad, su aspecto demacrado le delataba en cada paseo que daba, en cada esquina de cualquier calle.

Era el cumpleaños de Claudia. Roy tuvo la suerte de que este año caía en domingo. Como últimamente no andaban muy bien las cosas, pensó en hacerle un regalo especial. Los últimos regalos de este habían sido muy materiales, pero este año no seria así. Al estar viviendo juntos tenía un campo aun por explorar. Había pensado prepararle una cena romántica, con velas. Cocinaría él por supuesto.
Por la mañana había comprado todo lo necesario, la comida, velas, un compacto de música romántica. Todo eso seria el regalo emocional. Como regalo más material, había comprado dos billetes para una sesión en vuelo aerostatito. Una empresa se dedicaba a ello, una hora de paseo en globo por trescientos euros, el regalo era caro, pero pensó que merecía la pena.
Claudia había ido a casa de sus padres. Era el primer año que no pasaba su cumpleaños allí, ese fue el momento en que Roy lo preparó todo.
Claudia llegó sobre las diez de la noche Se encontró con la sorpresa.
El salón estaba a oscuras, solo lo alumbraban cuatro velas puestas en una mesa perfectamente colocada con copas, platos, y una botella de vino que tomaba protagonismo por encima de todas las cosas. Al lado de uno de los platos, un sobre.
Claudia se sorprendió mucho, según ella Roy no era nada romántico. Seguro que no ha sido idea suya, pensó. Durante algunos segundos también pensó que la silueta que veía aproximarse desde la cocina no era la de Roy.
Roy se acercó a Claudia, la tomó entre sus brazos y la besó, después se abrazaron durante algunos minutos.

-¿cómo me haces esto? –dijo Claudia riendo a la vez que lloraba-. Estoy emocionada, ¡eres genial! – exclamó.
-Jajaja –rió Roy-. Si en realidad no he sido yo, esto estaba así preparado, yo solo he encendido las
velas
-No seas tonto, me encanta – Claudia se quitó el abrigo y se sentó en la mesa.
-Bien, de primero tenemos una ensalada de pasta especialidad de la casa – dijo Roy mientras
cogía una servilleta y se la colocaba encima del brazo-. Y de segundo, ¡tortilla de patatas!, -
jajaja...
-Jajaja... – rieron los dos.

La cena no era gran cosa, Claudia lo sabia, pero el detalle la pareció genial.

Ya cuando cenaban Claudia se dio cuenta de que tenía un sobre al lado de su plato.

-¿esto que es? – dijo cogiéndolo.
-No sé, ábrelo, seguramente será alguna factura – dijo Roy alzando la vista al techo.

Claudia abrió el sobre y descubrió los dos billetes para su aventura en globo. Enmudeció, no supo que decir, pasaron algunos segundos y algunas lagrimas por su mejilla.

-te quiero – dijo al fin.
Roy cogió una de las manos de Claudia y la besó.
-Felicidades amor mío

El efecto del vino en Roy y el efecto de la sorpresa en Claudia, los elevo a una noche desenfrenada, de las que ya no recordaban. A las cuatro de la madrugada se durmieron. Claudia descansaba encima del pecho de Roy con el sudor del último clímax aun escurriendo.


Carlos se levantó de madrugada, aun dormido abrió la nevera cogió el cartón de leche y le dio un trago. Se quedó de pie, dormido, después bebió otro sorbo. Ya no quedaba leche, tiró el cartón y volvió a la cama. Iba caminando medio sonámbulo, se tocó el pelo como un acto instintivo, al bajar la mano acariciándose el cuello, se dio cuenta de que le había salido un grano enorme. Fue al baño y se lo miró en el espejo, después volvió a la cama.
Eran más de las diez cuando se despertó. Mientras orinaba se empezó a tocar el grano que le había salido. Se volvió a mirar en el espejo. Era un bulto grandísimo, lo observó durante algunos minutos, lo apretaba, lo rozaba. Era un grano muy raro, se untó bien de alcohol para que secase.
Ese día Carlos había recibido una llamada. Elvira quería verle, tenía que hablar con el de algunos temas de la asociación, así que fue a la hora prevista a su casa.

Elvira estaba igual de elegante que siempre, recibió a Carlos y empezó a hablarle.

-¿qué tal te lo pasaste el sábado?
-Bien, fue divertido, y solidario, muy solidario
-En ese momento apareció la hija de Elvira. Miró fijamente a Carlos, este hizo lo mismo, durante
unos segundos mantuvieron la mirada.
-¿de donde vienes Sandra? – preguntó Elvira.
-de algún sitio, supongo – dijo Sandra.
-¡oh!, discúlpame Carlos, no os he presentado, esta es mi hija Sandra, Sandra este es Carlos un
miembro de la asociación. Anda ve a ducharte y a cambiarte de ropa, hay algo de cena en la
cocina.

Carlos saludó con la mano a Sandra. Ella llevaba dos días sin aparecer por casa. Lo hacia a menudo últimamente. Salía un día y nadie sabia cuando volvería. En casa de uno, de otro, le daba igual. Le gustaba perderse, no saber donde iba a dormir. Siempre dormía bajo techo, pero no sabia con que tipo de compañía, era una chica muy sociable y libertina.

-La otra noche estuve hablando con ella en la discoteca – dijo Carlos.
-¡ah!, ¿así que ya os conocíais?
-No, solamente hablamos un par de minutos, ella se fue a otro sitio, no le debí de caer bien –
Carlos sonrió.
-Seguro que no es eso. Es una chica muy rara, no sé que le ocurre.

Elvira despidió a Carlos. Lo emplazó a una próxima salida.

Carlos llamó al timbre, Roy abrió la puerta.

-hombre, ¿qué tal estas? – dijo Roy. Una toalla le cubría de cintura para abajo.
-Bien, ¿y tu?, ¿qué tal?
-Pues nada, aquí, tirando

Carlos conocía a Roy, y el solo gesto de su cara le decía que algo no iba bien, lo dejo pasar, hasta que lo notó mientras conversaba con él.
-macho a ti te pasa algo, ¿estas bien con Claudia?
-Sí
-¿seguro? – insistió Carlos.
-Bueno, no muy bien – Roy hizo una pausa, después prosiguió -. Tengo dudas de Claudia, no creo
que me engañe, pero si que hay algo
-Venga ya, ¿por qué crees eso?
-El otro día tenia una llamada perdida de su exnovio
-¿ese tal Alberto? – preguntó Carlos.
-Sí, el mismo, y últimamente la veo rara, como alejada de mi, distante vamos
-Ten en cuenta que habéis dado un paso muy grande al vivir juntos, a lo mejor le ha afectado un
poco
-No sé, ¡vaya grano que tienes!, jajaja... – dijo Roy señalando el bulto del cuello de Carlos, pero sólo se rio él, Caros desvió la mirada y cambio de tema de conversación.

 
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