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La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 12

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 12


Claudia había quedado con Ángela para tomar café. Los últimos días salía quince minutos antes de trabajar. Nadie se daba cuenta, los jefes estaban ocupados con otras cosas y como su relevo llegaba siempre pronto pues ella salía antes. Cuando Ángela llegó a la cafetería Claudia la esperaba. Estaba sentada en la barra, había guardado una silla para ella.

-Hola amor – dijo Ángela, se abrazaron.
-Hola, ¿qué tal?, ¿Qué tomas?
-Un descafeinado – dijo Ángela mirando al camarero.
-Y bien, ¿qué tal andas?, hace un montón que no nos vemos – dijo Ángela mientras sacaba el
tabaco de su bolso.
-Pues mira tía ahora estoy muy bien. Ya te conté que lo había dejado con Roy. Ahora salgo con
Alberto y es fantástico. Es como un Roy al cuadrado, ja ja ja – Claudia rió, pero su risa era falsa,
sin ganas.
-Uy uy uy, esa risa – Ángela encendió un cigarrillo. El camarero dejó el café cerca de ella. Echó
dos azucarillos y lo movió, después de dar un trago prosiguió-. ¿ocurre algo Claudia?
De repente Claudia comenzó a llorar sin querer. Sacó deprisa un pañuelo de su bolso y se seco las lágrimas. No quería que Ángela la viera así, quería aparentar felicidad, pero la realidad era distinta. Claudia no era feliz.
-no sé que me ocurre, solo que por una razón u otra no consigo ser feliz – dijo Claudia
limpiándose las ultimas lagrimas.
-No te entiendo, ¿qué quieres decir? – Ángela dio una calada al cigarrillo.
-Alberto me ha pedido que me vaya a vivir con él – Claudia guardó el pañuelo en su bolsillo -.
Otras veces me lo había pedido y yo siempre le había dicho que no, que nos diéramos algo de
tiempo. Anoche dormí en su casa, habíamos terminado de hacer el amor, se dio la vuelta y cogió
una caja de debajo de la cama, cuando me la entregó me volvió a pedir que viviéramos juntos. Al
abrir la cajita resultó ser esto – Claudia mostró su mano, una impresionante sortija lucia en su
dedo anular-. No supe que decirle, me quede sorprendida, le dije que lo pensaría y que hoy le
daría una respuesta.
-tía, ¡es genial!, ¿y que has pensado? – dijo Ángela.
-No lo he pensado todavía
-Bien y ¿cuál es el problema? – preguntó Ángela.
-El problema es que no quiero pensarlo, ni hoy, ni mañana, ni nunca, no quiero vivir con él, al
menos de momento – Claudia empezaba a llorar otra vez.
-Venga tía, no vuelvas a llorar, esta bien, venga, por favor Claudia – dijo Ángela mientras la
abrazaba.
-Habla con él, díselo, lo importante es que el no se sienta engañado – Ángela terminó su café y
apagó su cigarrillo.
-Sí, será lo mejor, no le quiero perder, estoy muy bien con el, el problema es que no quiero nada
serio. No ahora.
Claudia y Ángela se despidieron, quedaron en verse otro día.

Alberto abrió la puerta. Claudia le besó y entró. Se quitó el bolso del hombro, después se desprendió del abrigo.

-¿qué tal? – dijo Claudia con tristeza.
-Bien, hoy he tenido un día de perros. Todos los clientes querían tomar algo distinto a lo habitual,
parece que quisieran llevarme la contraria, para colmo se nos ha terminado el ultimo barril de
cerveza y a Juanjo mi compañero se le olvidó hacer el pedido, ¡imaginate! – dijo Alberto.
Mientras colocaba en el respaldo del sillón el abrigo que Claudia había dejado tirado en el suelo.
-Tengo que decirte algo – dijo Claudia con los ojos llorosos.
-Dime
-Es referente a lo que hablamos anoche – Claudia sacó el anillo que Alberto le había regalado la
noche anterior del bolsillo-. No quiero vivir contigo
Durante algunos segundos la situación fue tensa. Alberto no se esperaba esas palabras, tenía un nudo en la garganta. Tragó saliva y se sentó junto a Claudia.
-vale, no me importa – Alberto agarró la mano de Claudia -. Pero por favor el anillo es un regalo,
quédatelo- concluyó.
-No te lo tomes a mal Alberto, a mi me gusta estar contigo, pero es muy precipitado que vivamos
juntos – dijo Claudia mientras se ponía el anillo en uno de sus dedos.
Alberto no dijo nada, se levanto del sofá y se puso a fregar. Claudia se dio cuenta de que la situación era fría y se marchó.

Carlos llegó a casa de Roy, lo hizo deprisa, estuvo contando los minutos del día hasta que llego el momento de verle. Roy estaba desaliñado, sin peinar y con barba de tres días.

-¿y bien, que es eso tan importante que tienes que decirme? – dijo Roy-. Ven a la cocina y me lo
vas contando anda que tengo que tender la ropa
-¿recuerdas la noche que pase con una prostituta y se me rompió el condón?
-Sí, claro – dijo Roy mientras recogía de la cuerda la ropa seca
-Pues no recordaba como había sucedido todo hasta esta mañana. Te lo cuento como lo recuerdo,
y te aseguro que como lo recuerdo es tal y como fue – dijo Carlos.
-joder macho que intriga – Roy dejó lo que estaba haciendo – así no puede uno tender ni nada,
ven, vamos a otro sitio – dijo, después cogió un par de cervezas de la nevera y los dos se
dirigieron al salón.
-Venga, ¡dispara! – dijo Roy.
-Te cuento, ¿que dirás que fue lo primero que hizo la prostituta? – preguntó Carlos.
-Pues no sé tío, ¿comértela?
-No tiene ninguna gracia, joder Roy que esto es serio – Carlos se exaltó.
-Vale, vale, perdón – dijo Roy a la vez que ponía gesto de preocupación.
-Lo normal es que antes del acto te ponga el preservativo, ¿no?, pues ella no fue lo primero que
hizo, ella antes de ponerme el preservativo sacó un bote del bolso. Era como un tubo de pasta
de dientes chiquitito, después se puso un poco en la mano y lo extendió por mi pene, “para que
no me lastimes “, dijo, a continuación me puso el condón y luego vino todo lo demás – Carlos
estaba nervioso.
-¿qué insinúas Carlos? – preguntó Roy extrañado.
-Eso que me puso en el pene era una especie de vaselina, ¿para que cojones me pondría vaselina
si me puso el condón?. Yo estaba medio borracho, pero ella no, cualquiera sabe que los condones
se rompen con algunas vaselinas
-joder macho, te lo vuelvo a repetir, ¿qué insinúas? – dijo Roy con cierta preocupación.
-Lo que te quiero decir es que esa prostituta por la razón que fuese quería que el condón se
rompiera y lo hizo de una manera muy sutil, poniendo en mi pene una vaselina incompatible con
el espermicida del condón. Es cuestión de esperar durante el acto, el condón terminaría
rompiéndose
-Pues no sé, puedes tener razón, pero, ¿para que haría tal cosa?
-Por venganza o algo parecido – dijo Carlos.
-¿por venganza? – preguntó Roy.
-sí, me explico. Encontré una tarjeta en mi coche algunos días después, esa tarjeta era de una
asociación de seropositivos, como estaba muy afectado llamé y me hice socio. Allí son casi todos
seropositivos. A lo mejor la prostituta que me tire, tenía sida. Puede estar vengándose y
contagia a propósito a todos sus clientes
-joder macho, ¿cómo piensas eso? – Roy se quedó de piedra.
-Pues ya ves uno que tiene algo de imaginación, el resto, sentido común. Voy a ver si consigo algo
más, ¿por qué sabes una cosa? – Roy hizo un gesto con la cabeza -. Creo que la asociación a la
que pertenece y yo estoy metido, tiene algo que ver.

Carlos salió muy tarde de casa de Roy. Hablaron de temas muy diferentes, incluso de Claudia. Roy se empeñó en hacerlo y Carlos le escuchó. Cuando llegó a casa decidió que mañana tampoco iría a trabajar, estaba pensando no ir más. Se puso el pijama, se tumbó en la cama e intentó dormir.
Roy se quedó perplejo ante tanto misterio. Pensó que Carlos podía llevar razón, pero le pareció más un argumento para una película que la propia realidad. Con todo Roy ya se creía cualquier cosa, quien le iba a decir a el que su novia la que tanto amaba le dejaría plantado como lo hizo. Puso la tele pero no la vio mucho tiempo, se quedó dormido.
A la mañana siguiente Carlos falto al trabajo. A las once y media el teléfono le despertó. Su jefe llamaba para ver como estaba. Carlos le dijo que no se encontraba todavía muy bien.
-de todas formas mañana me paso y hablamos – concluyó Carlos.

Por la tarde Carlos fue a buscar a Sandra. Elvira abrió la puerta.

-Sandra no está, hace días que no la veo, esta tarde tenemos una reunión. Viene Karl Huy, un
hombre de Boston que es seropositivo desde hace 15 años y todavía no ha desarrollado sida, y
los más increíble ¡no esta tomando medicamento!, es un caso único en el mundo, ¿te quedaras
no? – dijo Elvira apoyada en la puerta.
-No, no creo que pueda y otra cosa Elvira, creo que voy a dejar la asociación, no tengo mucho
tiempo, ahora trabajo y no creo que pueda seguir – Carlos esbozó sin ganas una pequeña
sonrisa.
-Bien, de acuerdo, tendrás que firmar unos documentos y quedaras desvinculado de la
asociación, cuando tú me digas. Te echaremos de menos Carlos – Elvira acarició su hombro.

Al salir del portal, se cruzó con Sandra que iba para su casa. Tenía un aspecto lamentable, con ropa arrugada, un poco sucia y una cara demacrada.

-Sandra – dijo Carlos cuando pasó a su lado.
-déjame en paz, ridículo – contestó ella.
-Esta bien – Sandra siguió andando, Carlos la seguía mientras la hablaba -. Esta bien, lo siento,
de acuerdo, no sabes por lo que estoy pasando – Sandra seguía sin detenerse -. Por favor
Sandra, párate un momento
-¿qué quieres? – dijo Sandra sin parar de caminar.
Carlos andó todo lo deprisa que pudo, se puso delante de ella, la agarró por los hombros y la obligó a detenerse. Se quedaron frente a frente. Sandra no intentó nada.
-soy seropositivo – dijo Carlos.
Sandra no supo que decir. Se había pasado dos días con unos amigos en la sierra, con la misma ropa, todavía con la resaca de unos días salvajes y se encuentra con esta noticia. No tenia ánimos para nada, abrazó a Carlos. Ló abrazó con fuerza y comenzó a llorar.
-vamos a tu casa, llevo dos días sin dormir – dijo Sandra.

Llegaron a la casa. Sandra se desnudó. Carlos la dejó un pijama suyo. Se metieron los dos en la cama y se empezaron a besar, comenzaron a excitarse.

-para, para – dijo Carlos -. Primero duerme cariño, luego haremos el amor – dijo mientras acariciaba su pelo.

Sandra asintió con la cabeza, le besó, segundos después ya estaba dormida.
Carlos se levantó con cuidado de no despertarla y salió de la habitación.

Cuando Sandra despertó, Carlos la había preparado un sándwich de jamón y queso, se lo llevó a la cama.

-¿por qué no me dijiste que eras seropositivo? – preguntó Sandra mientras comía.
-No lo sabia, lo supe hace quince días
-¿cómo te contagiaste?
-No quiero hablar de eso – Carlos hizo una pausa -. Al menos no ahora, ¿te importa? – preguntó.
-No, no me importa, pero prométeme que me lo contaras algún día – dijo Sandra acabándose el
sándwich.
-Te lo prometo – dijo Carlos, después besó a Sandra.
-Vamos a hacer el amor Carlos – dijo ella acariciándole la espalda.


Claudia llevaba unos días preocupada. No sabia nada de Alberto, desde que le dijo que no irían a vivir juntos la relación se había roto. Le echaba de menos, estaba esperando que él la llamara para verse, pero los días pasaban y Alberto no llamaba. Cansada de la situación Claudia le llamó.

-hola – dijo Claudia.
-Hola Claudia, ¿qué tal? – la voz de Alberto sonaba cansada.
-Bien, llamaba para ver que hacías
-Pues nada, acabo de salir de trabajar y he alquilado una película, voy para mi casa, ¿y tú que
tal? – dijo Alberto.
-Bien, bien, bueno pues nada – pasaron algunos segundos hasta que Claudia volvió a hablar -. Lo
siento de veras Alberto, mi intención no era volver a hacerte daño, ¿lo sabes?, ¿verdad?
-lo siento Claudia pero tengo que dejarte, se me esta acabando la batería
-esta bien, lo siento – dijo Claudia.
-Hasta luego, tengo que colgar – Alberto colgó el teléfono.
Claudia comenzó a llorar, pensaba que era cruel. Se maldijo por su crueldad, por haber roto el corazón de Alberto dos veces. Se odiaba por ello, lloró durante horas. Pensaba en Alberto y como había vuelto a destrozar su vida, también pensaba en Roy, si, en Roy también pensaba, ¿por qué soy así?, se decía así misma, ¿es que disfruto haciendo daño a las personas?, se preguntaba.
Roy no podía dormir, se levantó y se preparó un vaso de leche caliente, después volvió a la cama. Pensó en Claudia, ¿qué estaría haciendo ahora?. La imaginaba haciendo el amor con Alberto, disfrutando de sus labios, de sus caricias. Esos pensamientos le hicieron sentirse realmente mal, después de algunas vueltas por la cama consiguió dormir.

Carlos se despertó temprano. Salió de la habitación, Sandra aun dormía. Fue a la Administración de Lotería. Cuando llegó su jefe le recibió con un abrazo.

-hola, ¿podemos hablar en privado? – preguntó Carlos.
-Sí claro – respondió Marcos, se acercó a la puerta, la cerro con llave y puso un cartel que ponía:
“vuelvo enseguida”.
Carlos y Marcos pasaron a un pequeño despacho en la trastienda de la administración.
-¿tú dirás?
-No me encuentro bien Marcos, los médicos me están haciendo pruebas, creen que tengo un
cáncer de pulmón – Carlos hizo una pausa, después continuó -. No puedo trabajar
-Vale y dime, ¿yo que pinto en todo esto? – preguntó Marcos.
-Quiero que me despidas. Yo no puedo irme, si lo hago no cobraré el paro, así que quiero que tu
me eches para poder cobrar otra vez la prestación
Marcos se tomó unos segundos para pensar, después miro a Carlos y le agarró por el hombro.
-no te preocupes, yo te despido – dijo Marcos y los dos se abrazaron.
Esa misma mañana Marcos preparó todos los papeles y llamó a Carlos al medio día para que firmara todo. Se despidieron con emoción.
Carlos aprovechó y fue a solicitar el desempleo. Cuando llegó a casa Sandra había preparado macarrones con chorizo. Carlos la besó, hicieron el amor, comieron juntos y después volvieron hacer el amor.

-Te quiero – dijo Sandra tumbada en su pecho.
-Yo también Sandra, yo también – dijo Carlos con tristeza.
Esa misma tarde Carlos fue al médico. Los resultados de su análisis para ver como estaba la enfermedad ya estaban. Sandra le acompañó, cuando llegaron ella le esperó fuera de la consulta. Carlos pasó.

-Buenas tardes Carlos – dijo el doctor -. Ya tengo los resultados de su prueba, la enfermedad
esta bastante avanzada. Vamos a empezar con una medicación fuerte, así que tengo que
advertirle de lo que le espera...
Carlos salió de la consulta y abrazó a Sandra.

-Vamonos
-¿qué te ha dicho? – preguntó Sandra.
-La enfermedad esta bastante avanzada, me ha mandado tres medicamentos
Sandra no dijo nada, en realidad no sabia que decir. Los dos caminaron en silencio hasta la casa de Carlos. Llegaron y se pusieron a ver la tele. Los dos callados, solo se abrazaban y se besaban, sin hablar, no había nada que decir.

Por la noche Carlos se despertó sobresaltado. El corazón le latía a mil por hora. Pasaron algunos minutos hasta que se tranquilizó. Sandra dormía. Carlos encendió la luz, Sandra se despertó.

-¿qué haces Carlos? – preguntó Sandra medio dormida.
-¿podemos hablar?
-¿ahora? – preguntó Sandra -. ¿qué hora es?
-y que importa la hora – dijo Carlos con firmeza.
Sandra se incorporó en la cama, se restregó los ojos, intentó abrirlos y suspiró.
-vale, ¿de que quieres hablar? – Sandra estaba casi espabilada.
-¿qué me dirías si te dijera que la asociación la cual tu madre es presidenta, es una organización
que se dedica a contagiar el sida al resto del mundo?
Sandra se quedó sorprendida, no supo que decir. Pasaron algunos segundos en silencio.
-te diría que estas loco, ¿cómo puedes pensar algo así? – dijo por fin Sandra.
-Tengo pruebas
-Por favor Carlos, no me importa que me despiertes en plena noche, tampoco me importa hablar
contigo, pero esto me parece absurdo, ridículo completamente, no seas paranóico – Sandra se
tumbó, besó la mejilla de Carlos -. Durmamos cariño.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me puse al día con tu novela, me tiene enganchada.

Esperando el próximo capítulo pronto ;)

Sergio Becerril dijo...

¡Aldora! Me alegro que te guste, en cuanto tenga un ratito cuelgo el último capitulo que tengo escrito.

Te agradezco que me leas.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

joder gordo ahora eres como un novelista, seguro que te leen y todo, jejejejejeje

 
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