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La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 14 - CAPITULO FINAL -

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 14


De madrugada Sandra despertó a Carlos.

-Carlos, tengo que decirte algo
-Dime
-Tienes razón – dijo Sandra.
-¿Qué quieres decir?
-“ Esperanzados “ no es una asociación de personas con enfermedades venéreas

Carlos se destapó y se sentó sobre la cama. Era la primera vez que veía a Sandra tan seria.

-En realidad es una empresa con muy malos fines. Al principio cuando entras no sabes nada,
luego depende de cómo te vean te incluyen en nomina o no. Un juego de asesinos.
-¿Qué estas queriéndome decir? – preguntó Carlos.
-Todos los socios pagan su cuota al mes, pero ese dinero es el botín, el premio – dijo Sandra.
-¿pero de que hablas? – el tono de Carlos era elevado.
-El juego consiste en contagiar el v.i.h, se hace un computo y quien mas “victimas” consiga gana,
es sencillo, son asesinos Carlos, asesinos que matan con el virus mas perfecto que existe –

Sandra comenzó a llorar.
Carlos se acercó a ella y la abrazó.

-ya vale, no llores Sandra, ¿desde cuando lo sabes?
-Desde hace mucho tiempo, lo descubrí e incluso yo participé – Sandra cogió su bolso, saco su
cartera y de ella su carné de la asociación -. Mira aquí, ves que pone “Rango: sentí”, Rango es la
categoría que tienes, como en el ejercito, “sentí” es la categoría mas baja, significa que no has
contagiado el v.i.h a nadie. Estuve un par de meses jugando, tuve la oportunidad de ascender de
rango en mas de una ocasión pero no pude. No soy una asesina – Sandra volvió a llorar.

-Bueno no te preocupes, tumbate en la cama conmigo

Los dos se tumbaron en la cama. Carlos estaba confundido y triste. No tenia rabia, tampoco ira contra nadie, pero se sentía mal, muy mal. Durmieron juntos esa noche.


Carlos iba a celebrar su cumpleaños. Vendrían Roy y Luis, también había invitado a Claudia pero esta dijo que no podía, “tengo que cenar con mis padres, es su aniversario” puso como excusa. Sandra también estaría.
Cenaron en casa de Carlos, Sandra preparó una cena y Carlos unos postres, todo estaba listo. Roy fue el primero en llegar. La velada fue amena, pero la tristeza se palpaba a cada segundo.

-joder macho, esto de cumplir años es jodido cuando llegas a cierta edad – dijo Luis.
-Yo firmaría por cumplir muchos mas, Luis – dijo Carlos, después salió de la cocina.

Todos hablaban durante la cena pero Carlos estaba ausente.

-¿Carlos te pasa algo? – le preguntó Roy.

Después de algunos segundos Carlos reaccionó.

-¿eh?, no, no, estoy bien – dijo sin mirarle.

Sandra contaba una anécdota graciosa, en ese instante Carlos se levantó de la mesa.

-chicos ahora vengo, se me olvidó comprar algo para el postre – dijo, después se fue de la casa dejando a todos sorprendidos.

La noche era calida, los pasos de Carlos eran rápidos. Sabia lo que tenía que hacer y lo haría enseguida. Caminó por algunas calles hasta llegar a la Comisaría de la Policía Nacional.

-quería poner una denuncia – dijo Carlos al funcionario de recepción.
-Al fondo a la izquierda – le indicó.

Carlos aquella noche no durmió en casa, estuvo toda la noche en comisaría. Llegó a casa por la mañana, se encontró con la mesa puesta, tal y como la dejó la noche anterior cuando se había ido. Pasó a la habitación, Sandra dormía. Se desnudó y se metió en la cama. Sandra se despertó pero no le dijo nada, se dio la vuelta e intentó dormirse de nuevo.

-lo siento – dijo Carlos.
-No sientas nada, duérmete – Sandra estaba furiosa.
-¿no quieres saber de donde vengo?
-No, tu no me lo dijiste cuando te marchaste, ¿Por qué iba a querer saberlo ahora?
-No sé – dijo Carlos.
-déjame Carlos, quiero dormir

A los dos días Carlos recibió una llamada, era la Policía.

-lo sentimos Don Carlos – dijo el agente con voz seria -. Ayer se hizo un registro de la dirección social de la asociación “ Esperanzados “ y no se han encontrado pruebas que nos hagan sospechar todo lo que usted nos dijo hace unos días
-no puede ser, ¿no pueden hacer nada? – preguntó Carlos.
-No, no tenemos pruebas, la carta que usted nos enseño no significa nada, la pudo escribir usted
mismo, no demuestra nada
-Esta bien, gracias por todo – Carlos colgó el teléfono.

Carlos apenas tenia ánimos de emprender ninguna investigación por su cuenta, le dolió no poder hacer nada contra la gente que le había contagiado el virus. Se moría por fuera y por dentro, sintió una enorme impotencia.

Cuando Sandra llegó a casa se encontró a Carlos tumbado en el sillón.

-hola – dijo Carlos.
-Hola, ¿Qué tal te encuentras? – Sandra se acercó a el y le dio un beso en la mejilla -. ¿Qué tienes
en el cuello? – pregunto Sandra
-No sé, lo he visto esta mañana, me escuece
déjame ver – dijo Sandra -. Es un salpullido, deberías ir al medico
-No, estoy harto – Carlos hizo una pausa -. ¿para que seguir viviendo Sandra?

Sandra le miro a los ojos, después le besó.

-Te quiero, ¿no te vale con eso? – dijo Sandra
-Ojalá lo que siento por ti pudiera aliviar mi dolor – Carlos empezó a llorar sin querer -. Me duele
el alma, la enfermedad no es lo peor, lo peor es sentir que no puedes hacer nada, nos creemos
los mejores, los amos del mundo y resulta que un simple virus te mata. Mi neumonía va en
aumento, apenas si puedo respirar
-Es lo de menos Carlos, ¡tienes que luchar!
-¡no puedo!, ¡no te das cuenta de que ya no soy nada! – Carlos lloraba con amargura, se abrazó a
Sandra.
-Te quiero, te quiero tanto – Sandra sollozaba junto a el.

Los dos se calmaron pasados unos minutos. Sandra le limpió las últimas lágrimas de la cara a Carlos.

-hoy me ha llamado la Policía – dijo Carlos.
-¿y que te han dicho?
-No pueden hacer nada contra la asociación, necesitan pruebas
-Hijos de puta – exclamó Sandra.

Los días pasaban rápidos. La neumonía hizo que Carlos se sintiera cada vez peor, también le detectaron Sarcoma de Kaposi, una de las llagas estaba corrompiéndole el pulmón. Solo habían pasado dos semanas desde su cumpleaños, pero ya no podía levantarse de la cama. Vomitaba constantemente y las diarreas eran continuas. Le ingresaron en el hospital una mañana de lunes. Su cuerpo era flácido, su cara demacrada y huesuda, había perdido treinta kilos, no tenia apenas fuerza para hablar.
El hospital se convirtió en la casa de Sandra, de Roy, de Claudia, por supuesto de sus padres, y hasta de Luis. Todos permanecían largas horas con el, a su lado. Los médicos ya les habían advertido que su situación era muy grave.
Era por la tarde, Sandra salió de la habitación para desayunar. Había pasado toda la noche hablando con Carlos. Bajó en el ascensor camino de la cafetería, una sensación de alegría recorrió todo su cuerpo, Carlos por primera vez en mucho tiempo le había dado síntomas de recuperación. Incluso le vio esperanzado.
"Cuando salga de aquí nos casaremos, y compraremos un perro, o un gato, ¿a ti que te gustan mas los perros o los gatos?" – había dicho Carlos a Sandra la noche anterior.
Desayunó tan rápido como pudo, no quería pasar ni un segundo separada de Carlos.
Cuando entró en la habitación la madre de Carlos sollozaba sobre su cuerpo. Una doctora trataba de consolarla. Sandra se abalanzó sobre Carlos, pero se dio cuenta de que se había marchado. Besó su mejilla.

-un perro Carlos, prefiero un perro – le dijo llorando al oído, después salió de la habitación.

En el hospital aquella mañana solo estaba Sandra y su madre.


A Sandra le costaba mucho olvidarse de Carlos, los últimos días había sido su vida. No fue al entierro, le quería demasiado como para sufrir de ese modo. Roy lloró como nunca lo había hecho en el funeral. Claudia vio el acto desde atrás, desde lejos, no quería ver a Roy. Fue rápido y doloroso, como cualquier muerte. Nadie podía creerse lo que había pasado, pero pasó.


Sandra se levantó temprano. Fue a la Policía. El mismo funcionario que días antes había hablado con Carlos la atendió.

-dígame señorita en que puedo ayudarla – el agente encendió un cigarrillo.
-¿Recuerda a un joven que hace apenas un mes estuvo aquí? – dijo Sandra.
-¿Qué joven? – el Policía estaba confuso, dio otra calada al cigarrillo, después lo apagó.
-Vino a denunciar a una asociación, que se dedicaba a contagiar el virus del sida
-¡ah!, si, si, menudo loco – dijo riendo -. Menuda película se montó, digna de una película de
hollywood
-murió hace dos días, de sida y murió de sida por que la asociación a la que pertenezco le contagió
el v.i.h – dijo Sandra con frialdad.
-¿Qué esta usted diciendo? – el policía se puso serio.
-Yo contagie el v.i.h a ese joven, puede mirar su ficha de defunción, murió hace dos días, yo le
contagie el virus, se lo he contagiado a veintisiete personas mas, y como yo, mas miembros de
mi asociación siembran la muerte cada día, ¿quiere mas pruebas?, acuéstese conmigo, estoy
caliente – Sandra se acercó al Policía y le empezó a besar.
-¡aléjese de mi!, ¡ayuda! – al momento entraron dos policías que redujeron a Sandra, después la esposaron.

El inspector jefe no tardó mucho en llegar. Lo primero que hizo fue ordenar una analítica de Sandra para comprobar que era seropositiva. Después todo cayó por su propio peso, en dos semanas todos los miembros de la asociación fueron detenidos.


Claudia no podía dormir, pensaba en todo lo que había sucedido. Se sentía sola, lo echaba de menos. No podía dejar de pensar en sus brazos, en sus besos. Inevitablemente y sin saber por que, él estaba en su pensamiento desde hacia días. Cogió el teléfono y marcó su número.

-dígame- contestó con voz dormida.
-¿Roy?, hola, ¿Qué tal? – dijo Claudia.
-¿Claudia?, bien, estoy bien, ¿y tú?
-Bien, solo quería decirte que te echaba de menos

Esas palabras espabilaron a Roy, se incorporó en la cama.

-yo también – dijo Roy.
-¿quieres que nos veamos mañana para tomar un café? – preguntó Claudia.
-¿mañana?, si, esta bien – Roy sonrió.
-Vale, pues a las seis en la boca de metro de Plaza España
-allí estaré, hasta mañana Claudia
-Hasta mañana Roy, un beso.

Después de colgar el teléfono Claudia no tardó mucho en dormirse. Y tuvo un sueño, un sueño encantador, un sueño solitario que solo pudo tener aquella noche.

La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 13

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 13

Hacía días que Carlos tenía una tos seca, tosía a todas horas. Por la noche, le costaba respirar más de lo normal. Sandra oyó como respiraba y le despertó.

-Carlos, despierta – dijo Sandra dándole golpecitos en la espalda.
-Dime – contestó dándose la vuelta.
-¿por qué no puedes respirar?
-No sé, ¿para eso me despiertas?, ¿tú que quieres, a que aspiras? – gritó Carlos, después se levantó y salió de la habitación.

Sandra no supo que hacer. Dejo pasar algún tiempo para ver si Carlos regresaba a la cama, pero no lo hizo. Ella fue a buscarle.
Estaba sentado en la cocina, se estaba comiendo un yogur.

-lo siento, siento haberte despertado – dijo Sandra desde la puerta.
-No te preocupes, yo siento haberte gritado
-¿por qué no vas mañana al medico? – dijo Sandra con cierta preocupación.
-No quiero ir al medico, todo va según lo previsto, voy una vez cada quince días, y mañana no me
toca ir al medico, todo esta bien – Carlos terminó de comerse el yogur, lo tiró a la basura -. ¿Te
parece que visito pocas veces al medico?, ¿quieres que vaya mas a menudo?, ¿te parece poco
que le vea una vez cada dos semanas?
-No te enfades cariño – Sandra se acercó a Carlos y le abrazó -. Me preocupo por ti, creo que esa
tos que tienes últimamente no es nada buena.

Carlos empezó a toser con fuerza, apartó con un pequeño empujón a Sandra, se echó las manos a la boca, tosía cada vez con más fuerza. Cuando terminó miro sus manos, estaban llenas de sangre.

-¡por dios Carlos!, ¡eso es sangre! – dijo Sandra, después salió de la cocina sollozando.

Carlos fue al baño, se lavó las manos y se enjuagó la boca, después se fue a la cama. Cuando llegó vio que Sandra estaba llorando contra la almohada. Carlos se sentó junto a ella y la acarició el pelo.

-mañana iré al medico, le comentare lo de la tos, no te preocupes amor – dijo Carlos.

Después se tumbaron en la cama, se abrazaron y durmieron.


Roy no pudo creer lo que estaba viendo y de repente se entristeció. Carlos caminaba hacia él, habían quedado para tomar café. Hacia algunos días que no se veían, le impactó su aspecto.
Se sentaron en una terraza, el verano estaba cerca, era una buena tarde de domingo.

-¿qué tal? – dijo Roy -. No te veo bien amigo, ¿cómo vas con la enfermedad?
-Solo voy – dijo Carlos, después tosió con fuerza.
-cuéntame, ¿qué síntomas tienes? – preguntó Roy.
-pues todos los que hay – Carlos esbozó una pequeña sonrisa -. Pero no estoy preocupado,
¿sabes?, el ser humano es extraño, se que me voy a morir, pero no estoy preocupado, me he
mentalizado de tal manera que incluso hay días en los que soy feliz, junto a Sandra, si no fuera
por ella – Carlos suspiró.
-¿y tus padres?, ¿lo saben ya? – el camarero vino, pidieron dos cafés.
-Sí, sí lo saben, creen que estoy bien, les veía a menudo, pero hace dos semanas que no se nada
de ellos, no quiero que me vean, estos últimos quince días mi aspecto ha empeorado mucho. Los
efectos secundarios de las pastillas y las deformaciones en el cuello, sin contar con las marcas en
la cara, estoy hecho una mierda

Roy no sabia que decir, no podía creer que estuviese hablando de ese tema con su mejor amigo. Se moría y eso le apenaba, era una situación surrealista. Dentro de algún tiempo la persona que tenia delante no estaría con el, se iría, para siempre. Se sentía fatal, intentó cambiar de conversación varias veces, pero inevitablemente el dialogo derivaba hacia el mismo tema.
hace dos días que me han detectado neumonía, por eso no respiro bien, ahora tengo que llevar pañuelos siempre, algunas veces toso y me sale sangre por la boca – Carlos terminó su café.

-No quiero seguir hablando de esto Carlos – dijo Roy con tristeza -. Dentro de poco será tu
cumpleaños, ¿lo celebraras, verdad?
-Si claro, por supuesto

Se despidieron como si fuera la última vez que se verían las caras. Se abrazaron durante algunos minutos.

Carlos llegó a casa, Sandra le esperaba, le besó nada mas entrar. Los dos se fueron excitando. Se empezaron a desnudar, de repente Carlos se desmayó.

-¡Carlos, Carlos, despierta! – gritó Sandra.

La ambulancia no tardó en llegar. Llevaron a Carlos al hospital, Sandra fue con el. Estuvo inconsciente todo el camino.
Los padres de Carlos no tardaron en llegar, cuando lo hicieron preguntaron por su hijo en recepción, la señorita les indicó donde tenían que dirigirse. Llegaron a una sala de espera, allí estaba Sandra.

-hola – dijo el hombre.
-¿Ustedes son los padres de Carlos? – dijo Sandra.
-Si – dijo la madre -. ¿usted le conoce?
-Si, soy su novia, me llamo Sandra – acto seguido Sandra pensó que no era necesario una
presentación en un momento como aquel.
-Encantada, yo soy Rosa – dijo la madre de Carlos.
-Yo soy Carmelo, soy el padre de Carlos, ¿dónde esta? – no terminó de hacer la pregunta cuando
el doctor se dirigió a los tres.
-Buenas noches a todos, están ustedes por el paciente Carlos Sánchez, ¿verdad?
-Si – dijo Carmelo, Rosa y Sandra asintieron con la cabeza.
-El estado de Carlos Sánchez es estable, solo ha sufrido un desmayo, una crisis de ansiedad, pero
su estado no es grave, esta noche permanecerá en observación, mañana con casi total seguridad
le daremos el alta medica, pueden pasar a verle

Rosa empezó a llorar. Sandra la abrazó y después Carmelo abrazo a su vez a las dos, los tres lloraron. Pasaron algunos minutos hasta que se tranquilizaron. Caminaron despacio, Carmelo abrazado a Rosa, y Sandra detrás de ellos. Entraron a la habitación.
Carlos estaba tumbado, con los ojos cerrados, cuando oyó entrar a alguien los abrió. Tenia una mascarilla que le daba oxigeno, también en uno de sus brazos tenia una cinta adhesiva con un algodón. Por lo demás su aspecto era bueno.

-¿cómo estas hijo? – preguntó Carmelo, Rosa y Sandra quedaron detrás de el.
-Bien, no sabia que hacer, y me dije: “voy a pasar una noche familiar en el hospital” – Carlos
sonrió, cogió la mano de su padre, con la otra mano se quitó la mascarilla y la besó.
Mama, ¿qué tal estas?, ya habéis conocido a Sandra, una mala ocasión, pero bueno
-Te dejamos descansar, estaremos fuera por si necesitas algo – dijo Carmelo.
-No de ninguna manera, iros a casa, yo ya estoy bien – dijo Carlos.
-Si, yo me quedaré con el, dormiré en esta silla, a su lado, podéis iros tranquilos, si sucede algo os
llamaré – dijo Sandra.

Los padres de Carlos insistieron en quedarse, pero al final Sandra los convenció y se marcharon. Sandra se quedó a dormir con el, aunque durmieron poco, hablaron mucho. Carlos empezó a pensar donde celebraría su cumpleaños, lo habló con Sandra, a esta le pareció una idea estupenda celebrarlo. Hablaron de cosas importantes y cosas sin importancia.
Por la mañana el doctor entró en la habitación despertándolos.

-Buenos días chicos
-Hola doctor – dijo Carlos, se había quitado la mascarilla.
-Tienes buen aspecto Carlos – dijo el doctor, mientras le tomaba el pulso -. Ya tenemos los
resultados de tu análisis, te vemos estable, pero no queremos dejarte marchar todavía, así que
te quedaras aquí por lo menos hoy, ¿vale? – el tono de voz del doctor era agradable.
-¿tengo algo malo? – preguntó Carlos.
-No, lo único que queremos observarte, nada mas, si tuvieras algo malo te lo diría, ya eres
mayorcito para jugar a esas cosas, solo es para observar, además te viene bien dormir con
oxigeno, ¿esta noche dormiste mejor a que si? – el doctor tomaba notas en un cuaderno al pie
de la cama de Carlos.
-Si, claro – respondió Carlos.
-Pues nada, puedes llamar a tus amigos para que vengan a visitarte – el doctor sonrió -. Vendré
a verte a media tarde, pórtate bien – el doctor le guiñó un ojo, después salió de la habitación.
pórtate bien, pórtate bien, este tío es gilipollas, ¿has visto que forma tiene de hablarme?, ni que
fuera un subnormal – dijo Carlos a Sandra, estaba cabreado.
-Tranquilo Carlos – Sandra sonrió y le besó -. ¿Quieres que vaya a comprarte algunas revistas?
-No, no quiero leer nada, pero, ¿me haces un favor?
-Si, claro, ¿cuál? – preguntó Sandra.
-Llama a Roy, dile que estoy en el hospital, a ver si puede venir a verme, y a Claudia, también,
dile lo que ha pasado, exagéralo un poquito, ¿vale?, dame mi cartera

Sandra fue a por el pantalón de Carlos, sacó su cartera y se la dio.

-toma estos son sus teléfonos, no te conocen, diles que eres mi novia
-esta bien, pero, ¿por qué? – Sandra estaba confusa.
-¿por qué?, ¿qué?, me apetece que vengan a verme, ¡joder!

Sandra llamó a los dos. Roy dijo que pediría el día libre e iría enseguida. Claudia dijo que cuando saliera de trabajar iba para allá.

A medio día Roy entró en la habitación, allí se encontró a Sandra sentada en una silla viendo la tele y a Carlos leyendo una revista.

-¿Qué pasa tío? – dijo Roy dándole un pequeño golpecito en la pierna.
-Pues nada, ya ves, aquí estamos – Carlos se incorporó en la cama.
-Hola – dijo mirando a Sandra.
-No os he presentado, Roy ella es Sandra se podría decir que es mi novia – dijo guiñándole un
ojo.

Roy dio dos besos a Sandra.

-¿Qué tal? – dijo ella, después volvió a sentarse en la silla.
-Bueno cuéntame, ¿Qué ha pasado? – dijo Roy sentándose a los pies de la cama.
-Nada, un simple desmayo, aquí lo exageran todo – Carlos se peinaba el pelo con las manos.

Roy sabia que no era un simple desmayo pero no quiso hablar del tema.

-¿Cuándo te dan el alta? – pregunto Roy.
-Mañana por la mañana lo mas seguro
-Ah, bueno, pues nada, ¿Qué lees? – dijo Roy.
-Una revista de coches, me la trajo Sandra esta mañana – Carlos miró a Sandra y le sonrió, ella le
devolvió la sonrisa.

La puerta de la habitación se abrió, era Claudia. Entró y al ver a Roy sintió un sudor frío. No le veía desde que aquella mañana de domingo se marchara de casa. Le extrañó verle tan guapo. Ahora que no estoy con el le veo atractivo, pensó. Algunos pensamientos más le vinieron a la cabeza.

-Hola – dijo Claudia.
-Hola, pero pasa, no te quedes ahí en la puerta – Carlos la hacia gestos con la mano.
-Hola – dijo Roy con timidez.

Roy al verla entrar sintió un pequeño mareo. Su cerebro tardó en procesar la imagen de la mujer que quería. Sintió amor, quería besarla, pasados unos segundos su orgullo se vino arriba y la odiaba. Intentó no mirarla.

-¿Qué te ha pasado Carlos? – Claudia estaba incomoda.
-Pues ya se lo comentaba a Roy – dijo Carlos haciendo una evidente pausa y señalándole, Claudia
no tuvo más remedio que mirarle -. Un simple desmayo, ¿tu que crees Roy? – le preguntó.
-Si, yo que se tío, no soy medico – Roy estaba perdido, no entendía el por que tenia que estar
Claudia allí.

Sandra que hasta ese momento estaba sentada en la silla, se levantó y se dirigió a Claudia.

-Hola yo soy Sandra, soy la novia de Carlos – dijo dándola dos besos.
-Hola, encantada – Claudia sonrió.
-¿y tu que tal estas Claudia?, hace mucho que no te veo – dijo Carlos.
-Si, es que he estado trabajando, y bueno no se – Claudia miró a Roy.

Roy se levantó de los pies de la cama. Miro a Claudia con timidez. La seguía queriendo, aquello era una tortura.

-Carlos ahora vengo voy a comprar un refresco, ¿quieres algo?
-Si
-¿Qué? – preguntó Roy.
-Que te quedes, no quiero que te vayas – dijo Carlos.

Hablaron de diversos temas, fue inevitable que Roy y Claudia intercambiaran algunas palabras. El odio de el se fue apaciguando, Carlos proponía temas y los cuatro los discutían, incluso rieron.
Era de noche cuando Roy y Claudia se fueron. Salieron juntos del hospital.

-bueno, pues nada, voy a ver si veo algo en la tele – dijo Roy.

Claudia se quedo callada. Le debía una disculpa, pero solo ella sabia cuanto le costaba dársela, pero aquel era el momento.

-Roy lo siento – dijo Claudia mirándole a los ojos.
-Él le respondió con la mirada, seguía esperanzado de que Claudia todavía le quisiera.
no tienes de que disculparte Claudia
-si, mira Roy en la vida hay veces que cometes errores, yo no se si dejarte fue un error, el tiempo
lo dirá, pero tu te portaste muy bien conmigo y yo te fallé, por eso quiero pedirte perdón. Se
que estas cosas pasan, que es normal, pero no se, quiero pedirte perdón – Claudia tenia un nudo
en la garganta, no quería llorar -. también tengo que decirte que no estoy con nadie, estoy sola,
y estoy bien así

Roy no se esperaba lo último. El pensaba que le pedía perdón para volver con el, de cualquier modo pensó que las palabras de Claudia eran sinceras.

-Claudia no te preocupes, acepto las disculpas que quieras darme – Roy cogió su mano -. Solo
quiero que sepas que yo te esperare por algún tiempo, ¿vale?, te quiero demasiado para
olvidarte tan pronto

Claudia no pudo contener sus lágrimas. Roy le acarició la mejilla quitándoselas, después se abrazaron.

-Cuídate – dijo Roy.
-Lo mismo digo, y si quieres algún día podemos quedar y nos tomamos algo, o hablamos

Se despidieron dándose dos besos. Claudia caminaba deprisa. Roy se volvió a mirarla un par de veces, pero ella no lo hizo. Pronto se alejó.

 
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