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La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 12

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 12


Claudia había quedado con Ángela para tomar café. Los últimos días salía quince minutos antes de trabajar. Nadie se daba cuenta, los jefes estaban ocupados con otras cosas y como su relevo llegaba siempre pronto pues ella salía antes. Cuando Ángela llegó a la cafetería Claudia la esperaba. Estaba sentada en la barra, había guardado una silla para ella.

-Hola amor – dijo Ángela, se abrazaron.
-Hola, ¿qué tal?, ¿Qué tomas?
-Un descafeinado – dijo Ángela mirando al camarero.
-Y bien, ¿qué tal andas?, hace un montón que no nos vemos – dijo Ángela mientras sacaba el
tabaco de su bolso.
-Pues mira tía ahora estoy muy bien. Ya te conté que lo había dejado con Roy. Ahora salgo con
Alberto y es fantástico. Es como un Roy al cuadrado, ja ja ja – Claudia rió, pero su risa era falsa,
sin ganas.
-Uy uy uy, esa risa – Ángela encendió un cigarrillo. El camarero dejó el café cerca de ella. Echó
dos azucarillos y lo movió, después de dar un trago prosiguió-. ¿ocurre algo Claudia?
De repente Claudia comenzó a llorar sin querer. Sacó deprisa un pañuelo de su bolso y se seco las lágrimas. No quería que Ángela la viera así, quería aparentar felicidad, pero la realidad era distinta. Claudia no era feliz.
-no sé que me ocurre, solo que por una razón u otra no consigo ser feliz – dijo Claudia
limpiándose las ultimas lagrimas.
-No te entiendo, ¿qué quieres decir? – Ángela dio una calada al cigarrillo.
-Alberto me ha pedido que me vaya a vivir con él – Claudia guardó el pañuelo en su bolsillo -.
Otras veces me lo había pedido y yo siempre le había dicho que no, que nos diéramos algo de
tiempo. Anoche dormí en su casa, habíamos terminado de hacer el amor, se dio la vuelta y cogió
una caja de debajo de la cama, cuando me la entregó me volvió a pedir que viviéramos juntos. Al
abrir la cajita resultó ser esto – Claudia mostró su mano, una impresionante sortija lucia en su
dedo anular-. No supe que decirle, me quede sorprendida, le dije que lo pensaría y que hoy le
daría una respuesta.
-tía, ¡es genial!, ¿y que has pensado? – dijo Ángela.
-No lo he pensado todavía
-Bien y ¿cuál es el problema? – preguntó Ángela.
-El problema es que no quiero pensarlo, ni hoy, ni mañana, ni nunca, no quiero vivir con él, al
menos de momento – Claudia empezaba a llorar otra vez.
-Venga tía, no vuelvas a llorar, esta bien, venga, por favor Claudia – dijo Ángela mientras la
abrazaba.
-Habla con él, díselo, lo importante es que el no se sienta engañado – Ángela terminó su café y
apagó su cigarrillo.
-Sí, será lo mejor, no le quiero perder, estoy muy bien con el, el problema es que no quiero nada
serio. No ahora.
Claudia y Ángela se despidieron, quedaron en verse otro día.

Alberto abrió la puerta. Claudia le besó y entró. Se quitó el bolso del hombro, después se desprendió del abrigo.

-¿qué tal? – dijo Claudia con tristeza.
-Bien, hoy he tenido un día de perros. Todos los clientes querían tomar algo distinto a lo habitual,
parece que quisieran llevarme la contraria, para colmo se nos ha terminado el ultimo barril de
cerveza y a Juanjo mi compañero se le olvidó hacer el pedido, ¡imaginate! – dijo Alberto.
Mientras colocaba en el respaldo del sillón el abrigo que Claudia había dejado tirado en el suelo.
-Tengo que decirte algo – dijo Claudia con los ojos llorosos.
-Dime
-Es referente a lo que hablamos anoche – Claudia sacó el anillo que Alberto le había regalado la
noche anterior del bolsillo-. No quiero vivir contigo
Durante algunos segundos la situación fue tensa. Alberto no se esperaba esas palabras, tenía un nudo en la garganta. Tragó saliva y se sentó junto a Claudia.
-vale, no me importa – Alberto agarró la mano de Claudia -. Pero por favor el anillo es un regalo,
quédatelo- concluyó.
-No te lo tomes a mal Alberto, a mi me gusta estar contigo, pero es muy precipitado que vivamos
juntos – dijo Claudia mientras se ponía el anillo en uno de sus dedos.
Alberto no dijo nada, se levanto del sofá y se puso a fregar. Claudia se dio cuenta de que la situación era fría y se marchó.

Carlos llegó a casa de Roy, lo hizo deprisa, estuvo contando los minutos del día hasta que llego el momento de verle. Roy estaba desaliñado, sin peinar y con barba de tres días.

-¿y bien, que es eso tan importante que tienes que decirme? – dijo Roy-. Ven a la cocina y me lo
vas contando anda que tengo que tender la ropa
-¿recuerdas la noche que pase con una prostituta y se me rompió el condón?
-Sí, claro – dijo Roy mientras recogía de la cuerda la ropa seca
-Pues no recordaba como había sucedido todo hasta esta mañana. Te lo cuento como lo recuerdo,
y te aseguro que como lo recuerdo es tal y como fue – dijo Carlos.
-joder macho que intriga – Roy dejó lo que estaba haciendo – así no puede uno tender ni nada,
ven, vamos a otro sitio – dijo, después cogió un par de cervezas de la nevera y los dos se
dirigieron al salón.
-Venga, ¡dispara! – dijo Roy.
-Te cuento, ¿que dirás que fue lo primero que hizo la prostituta? – preguntó Carlos.
-Pues no sé tío, ¿comértela?
-No tiene ninguna gracia, joder Roy que esto es serio – Carlos se exaltó.
-Vale, vale, perdón – dijo Roy a la vez que ponía gesto de preocupación.
-Lo normal es que antes del acto te ponga el preservativo, ¿no?, pues ella no fue lo primero que
hizo, ella antes de ponerme el preservativo sacó un bote del bolso. Era como un tubo de pasta
de dientes chiquitito, después se puso un poco en la mano y lo extendió por mi pene, “para que
no me lastimes “, dijo, a continuación me puso el condón y luego vino todo lo demás – Carlos
estaba nervioso.
-¿qué insinúas Carlos? – preguntó Roy extrañado.
-Eso que me puso en el pene era una especie de vaselina, ¿para que cojones me pondría vaselina
si me puso el condón?. Yo estaba medio borracho, pero ella no, cualquiera sabe que los condones
se rompen con algunas vaselinas
-joder macho, te lo vuelvo a repetir, ¿qué insinúas? – dijo Roy con cierta preocupación.
-Lo que te quiero decir es que esa prostituta por la razón que fuese quería que el condón se
rompiera y lo hizo de una manera muy sutil, poniendo en mi pene una vaselina incompatible con
el espermicida del condón. Es cuestión de esperar durante el acto, el condón terminaría
rompiéndose
-Pues no sé, puedes tener razón, pero, ¿para que haría tal cosa?
-Por venganza o algo parecido – dijo Carlos.
-¿por venganza? – preguntó Roy.
-sí, me explico. Encontré una tarjeta en mi coche algunos días después, esa tarjeta era de una
asociación de seropositivos, como estaba muy afectado llamé y me hice socio. Allí son casi todos
seropositivos. A lo mejor la prostituta que me tire, tenía sida. Puede estar vengándose y
contagia a propósito a todos sus clientes
-joder macho, ¿cómo piensas eso? – Roy se quedó de piedra.
-Pues ya ves uno que tiene algo de imaginación, el resto, sentido común. Voy a ver si consigo algo
más, ¿por qué sabes una cosa? – Roy hizo un gesto con la cabeza -. Creo que la asociación a la
que pertenece y yo estoy metido, tiene algo que ver.

Carlos salió muy tarde de casa de Roy. Hablaron de temas muy diferentes, incluso de Claudia. Roy se empeñó en hacerlo y Carlos le escuchó. Cuando llegó a casa decidió que mañana tampoco iría a trabajar, estaba pensando no ir más. Se puso el pijama, se tumbó en la cama e intentó dormir.
Roy se quedó perplejo ante tanto misterio. Pensó que Carlos podía llevar razón, pero le pareció más un argumento para una película que la propia realidad. Con todo Roy ya se creía cualquier cosa, quien le iba a decir a el que su novia la que tanto amaba le dejaría plantado como lo hizo. Puso la tele pero no la vio mucho tiempo, se quedó dormido.
A la mañana siguiente Carlos falto al trabajo. A las once y media el teléfono le despertó. Su jefe llamaba para ver como estaba. Carlos le dijo que no se encontraba todavía muy bien.
-de todas formas mañana me paso y hablamos – concluyó Carlos.

Por la tarde Carlos fue a buscar a Sandra. Elvira abrió la puerta.

-Sandra no está, hace días que no la veo, esta tarde tenemos una reunión. Viene Karl Huy, un
hombre de Boston que es seropositivo desde hace 15 años y todavía no ha desarrollado sida, y
los más increíble ¡no esta tomando medicamento!, es un caso único en el mundo, ¿te quedaras
no? – dijo Elvira apoyada en la puerta.
-No, no creo que pueda y otra cosa Elvira, creo que voy a dejar la asociación, no tengo mucho
tiempo, ahora trabajo y no creo que pueda seguir – Carlos esbozó sin ganas una pequeña
sonrisa.
-Bien, de acuerdo, tendrás que firmar unos documentos y quedaras desvinculado de la
asociación, cuando tú me digas. Te echaremos de menos Carlos – Elvira acarició su hombro.

Al salir del portal, se cruzó con Sandra que iba para su casa. Tenía un aspecto lamentable, con ropa arrugada, un poco sucia y una cara demacrada.

-Sandra – dijo Carlos cuando pasó a su lado.
-déjame en paz, ridículo – contestó ella.
-Esta bien – Sandra siguió andando, Carlos la seguía mientras la hablaba -. Esta bien, lo siento,
de acuerdo, no sabes por lo que estoy pasando – Sandra seguía sin detenerse -. Por favor
Sandra, párate un momento
-¿qué quieres? – dijo Sandra sin parar de caminar.
Carlos andó todo lo deprisa que pudo, se puso delante de ella, la agarró por los hombros y la obligó a detenerse. Se quedaron frente a frente. Sandra no intentó nada.
-soy seropositivo – dijo Carlos.
Sandra no supo que decir. Se había pasado dos días con unos amigos en la sierra, con la misma ropa, todavía con la resaca de unos días salvajes y se encuentra con esta noticia. No tenia ánimos para nada, abrazó a Carlos. Ló abrazó con fuerza y comenzó a llorar.
-vamos a tu casa, llevo dos días sin dormir – dijo Sandra.

Llegaron a la casa. Sandra se desnudó. Carlos la dejó un pijama suyo. Se metieron los dos en la cama y se empezaron a besar, comenzaron a excitarse.

-para, para – dijo Carlos -. Primero duerme cariño, luego haremos el amor – dijo mientras acariciaba su pelo.

Sandra asintió con la cabeza, le besó, segundos después ya estaba dormida.
Carlos se levantó con cuidado de no despertarla y salió de la habitación.

Cuando Sandra despertó, Carlos la había preparado un sándwich de jamón y queso, se lo llevó a la cama.

-¿por qué no me dijiste que eras seropositivo? – preguntó Sandra mientras comía.
-No lo sabia, lo supe hace quince días
-¿cómo te contagiaste?
-No quiero hablar de eso – Carlos hizo una pausa -. Al menos no ahora, ¿te importa? – preguntó.
-No, no me importa, pero prométeme que me lo contaras algún día – dijo Sandra acabándose el
sándwich.
-Te lo prometo – dijo Carlos, después besó a Sandra.
-Vamos a hacer el amor Carlos – dijo ella acariciándole la espalda.


Claudia llevaba unos días preocupada. No sabia nada de Alberto, desde que le dijo que no irían a vivir juntos la relación se había roto. Le echaba de menos, estaba esperando que él la llamara para verse, pero los días pasaban y Alberto no llamaba. Cansada de la situación Claudia le llamó.

-hola – dijo Claudia.
-Hola Claudia, ¿qué tal? – la voz de Alberto sonaba cansada.
-Bien, llamaba para ver que hacías
-Pues nada, acabo de salir de trabajar y he alquilado una película, voy para mi casa, ¿y tú que
tal? – dijo Alberto.
-Bien, bien, bueno pues nada – pasaron algunos segundos hasta que Claudia volvió a hablar -. Lo
siento de veras Alberto, mi intención no era volver a hacerte daño, ¿lo sabes?, ¿verdad?
-lo siento Claudia pero tengo que dejarte, se me esta acabando la batería
-esta bien, lo siento – dijo Claudia.
-Hasta luego, tengo que colgar – Alberto colgó el teléfono.
Claudia comenzó a llorar, pensaba que era cruel. Se maldijo por su crueldad, por haber roto el corazón de Alberto dos veces. Se odiaba por ello, lloró durante horas. Pensaba en Alberto y como había vuelto a destrozar su vida, también pensaba en Roy, si, en Roy también pensaba, ¿por qué soy así?, se decía así misma, ¿es que disfruto haciendo daño a las personas?, se preguntaba.
Roy no podía dormir, se levantó y se preparó un vaso de leche caliente, después volvió a la cama. Pensó en Claudia, ¿qué estaría haciendo ahora?. La imaginaba haciendo el amor con Alberto, disfrutando de sus labios, de sus caricias. Esos pensamientos le hicieron sentirse realmente mal, después de algunas vueltas por la cama consiguió dormir.

Carlos se despertó temprano. Salió de la habitación, Sandra aun dormía. Fue a la Administración de Lotería. Cuando llegó su jefe le recibió con un abrazo.

-hola, ¿podemos hablar en privado? – preguntó Carlos.
-Sí claro – respondió Marcos, se acercó a la puerta, la cerro con llave y puso un cartel que ponía:
“vuelvo enseguida”.
Carlos y Marcos pasaron a un pequeño despacho en la trastienda de la administración.
-¿tú dirás?
-No me encuentro bien Marcos, los médicos me están haciendo pruebas, creen que tengo un
cáncer de pulmón – Carlos hizo una pausa, después continuó -. No puedo trabajar
-Vale y dime, ¿yo que pinto en todo esto? – preguntó Marcos.
-Quiero que me despidas. Yo no puedo irme, si lo hago no cobraré el paro, así que quiero que tu
me eches para poder cobrar otra vez la prestación
Marcos se tomó unos segundos para pensar, después miro a Carlos y le agarró por el hombro.
-no te preocupes, yo te despido – dijo Marcos y los dos se abrazaron.
Esa misma mañana Marcos preparó todos los papeles y llamó a Carlos al medio día para que firmara todo. Se despidieron con emoción.
Carlos aprovechó y fue a solicitar el desempleo. Cuando llegó a casa Sandra había preparado macarrones con chorizo. Carlos la besó, hicieron el amor, comieron juntos y después volvieron hacer el amor.

-Te quiero – dijo Sandra tumbada en su pecho.
-Yo también Sandra, yo también – dijo Carlos con tristeza.
Esa misma tarde Carlos fue al médico. Los resultados de su análisis para ver como estaba la enfermedad ya estaban. Sandra le acompañó, cuando llegaron ella le esperó fuera de la consulta. Carlos pasó.

-Buenas tardes Carlos – dijo el doctor -. Ya tengo los resultados de su prueba, la enfermedad
esta bastante avanzada. Vamos a empezar con una medicación fuerte, así que tengo que
advertirle de lo que le espera...
Carlos salió de la consulta y abrazó a Sandra.

-Vamonos
-¿qué te ha dicho? – preguntó Sandra.
-La enfermedad esta bastante avanzada, me ha mandado tres medicamentos
Sandra no dijo nada, en realidad no sabia que decir. Los dos caminaron en silencio hasta la casa de Carlos. Llegaron y se pusieron a ver la tele. Los dos callados, solo se abrazaban y se besaban, sin hablar, no había nada que decir.

Por la noche Carlos se despertó sobresaltado. El corazón le latía a mil por hora. Pasaron algunos minutos hasta que se tranquilizó. Sandra dormía. Carlos encendió la luz, Sandra se despertó.

-¿qué haces Carlos? – preguntó Sandra medio dormida.
-¿podemos hablar?
-¿ahora? – preguntó Sandra -. ¿qué hora es?
-y que importa la hora – dijo Carlos con firmeza.
Sandra se incorporó en la cama, se restregó los ojos, intentó abrirlos y suspiró.
-vale, ¿de que quieres hablar? – Sandra estaba casi espabilada.
-¿qué me dirías si te dijera que la asociación la cual tu madre es presidenta, es una organización
que se dedica a contagiar el sida al resto del mundo?
Sandra se quedó sorprendida, no supo que decir. Pasaron algunos segundos en silencio.
-te diría que estas loco, ¿cómo puedes pensar algo así? – dijo por fin Sandra.
-Tengo pruebas
-Por favor Carlos, no me importa que me despiertes en plena noche, tampoco me importa hablar
contigo, pero esto me parece absurdo, ridículo completamente, no seas paranóico – Sandra se
tumbó, besó la mejilla de Carlos -. Durmamos cariño.

La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 11

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 11


Carlos no podía dejar de pensar en la carta que encontró en casa de Elvira, ¿qué significaría?, había términos muy raros, también le confundía la tarjeta de Sandra, “rango”, ¿qué demonios quiere decir "Rango: sentí"?. Algo le daba mala impresión, Elvira, Sandra, o incluso la asociación. Pensó en ello durante algún tiempo. Sin saber como le vino a la cabeza la imagen de la prostituta en su coche, esta al ir a sacar el preservativo dejó caer en el asiento una tarjeta. Carlos lo recordó con esfuerzo, pero a medida que iba recordándolo una y otra vez la imagen se hacía más clara en su cabeza. Sí, ahora lo recordaba todo con claridad, la tarjeta que encontró en su coche era de la prostituta. En un segundo se le ocurrieron muchas preguntas, ¿qué sentido tenía que una prostituta fuera de una asociación de seropositivos?, ¿dónde estaba ella?, no había ido a ninguna reunión ni actividad, de haber ido la hubiese reconocido.
Entró diez minutos antes a trabajar, era su primer día, Marcos, su jefe y amigo, le esperaba.

-Carlos, entras pronto, se nota que quieres empezar bien
-sí Marcos, tengo que causar buena impresión – dijo guiñándole un ojo.
El primer día fue tranquilo, la relación entre Carlos y Marcos era buena. Se conocían desde hacia tiempo.
Carlos llegó a casa muy cansado, había pasado mucho tiempo no haciendo nada, y aunque no tuvo mucho trabajo si que acusó la inactividad.
No tenía hambre así que no comió nada. Se acostó y se puso a leer. Pasaron algunos minutos, empezó a sentirse mal, se estaba mareando, comenzó a sudar, salió de la cama, fue al baño, y vomitó. Fue recuperándose poco a poco, después volvió a la cama e intentó dormir.
Se levantó de madrugada varias veces, no sabia por que motivo, pero no podía dormir. Fue a la cocina y se tomó una píldora para conciliar el sueño.
Roy había quedado con Carlos en su casa a las ocho de la tarde. Ambos salían de trabajar a las siete.
Cuando Carlos vio a Roy se quedó sorprendido. Su aspecto dejaba mucho que desear. No estaba peinado y se había dejado barba, la ropa estaba con algunas arrugas y se le notaba en la cara que estos últimos días no había descansado muy bien.
-Que tal Roy, ¿cómo te encuentras? – se fundieron en un caluroso abrazo.
-Bien, oye no te veo buen aspecto, ¿estas a dieta o algo? – preguntó Roy.
-No, es que no duermo muy bien, además a veces vomito sin ton ni son, será el estomago,
además hace algunos días que estoy trabajando, eso también me ha hecho perder algo de peso –
se sentaron en el sofá del salón, Carlos tuvo que retirar la ropa que había para sentarse-. Tu
tampoco tienes buena cara
-No, lo estoy pasando mal – hizo una pausa, se pasó las manos por la cara, después prosiguió -. --La quería mucho sabes, no entiendo como me ha podido hacer esto
-Lo sé Roy, es un mal trago, ¿pero sabes una cosa? – esperó a que Roy asintiera con la cabeza,
después continuó-. Esto también pasará, todo pasa, date tiempo, la olvidaras seguro
-Sí, eso espero. Todos los días pienso en llamarla, para ver que hace, como esta, pero no tengo
valor. Pienso que ella espera que yo la llame para que vuelva, que me echa de menos – Roy
comenzó a llorar.
-Venga tío, ella no te echa de menos – dijo Carlos abrazándole.
Roy se levantó deprisa. Fue al baño, pasados algunos minutos volvió a aparecer, esta vez, recuperado.
-Supongo que esto es normal, quiero decir que tarde o temprano me tendría que pasar – dijo
esbozando una pequeña sonrisa.
-Claro Roy, a mi también me tocó, hace algunos años, fue muy duro, pero esto tiene solución, el
tiempo te dará la solución, serás feliz, ya lo veras
-Por cierto mañana voy a recoger los resultados de los análisis, mañana me dirán si soy seropositivo – dijo Carlos.
-Hostia tío, se me olvidó llamarte para ir contigo a la analítica, lo siento, es que con el lío este...
-No tiene importancia Roy – dijo Carlos interrumpiéndole-. Mañana saldré de dudas, aunque yo
casi no tengo ninguna.
-anda no digas gilipolleces, cambiemos de tema, ¿quieres tomar algo?
-Sí, una cerveza

Cuando Carlos quiso salir de casa de Roy eran más de las doce. Desde lo lejos pudo divisar la silueta de una mujer en el portal de su casa, a medida que se acercaba veía con mas claridad su cara. Sandra le estaba esperando.

-vaya, llevo aquí más de dos horas, ¿dónde te metes?, y lo mas preocupante, ¿por qué no tienes
teléfono móvil? – dijo Sandra, después salto a abrazarle y le besó.
-Que sorpresa. No tengo móvil por que no tengo dinero para pagarlo, ¿subimos? – preguntó
Carlos.
-Carlos pidió la tarde libre. Tenía hora con el medico a las cinco y cuarto. Llegó a la sala de
espera, había cinco personas mas, pero el iba detrás de una joven que tenia hora para las cinco y
diez.
Se le hizo el tiempo eterno, pero por fin salió la chica y le tocó el turno. Carlos se levantó
despacio y caminó hasta la consulta.

-hola – dijo con un hilo de voz.
-Bien, ¿qué le ocurre?
-Vengo a por los resultados de unos análisis que me hice, llamé y me dijeron que ya estaban.
-Un momento, eres Carlos Sánchez, ¿verdad? – el doctor sacó su historial y cogió un sobre
cerrado-. Aquí están, vamos a ver – Abrió el sobre con cuidado, desdobló el folio y comenzó a
leer, tras unos segundos habló -. Carlos, usted se hizo una analítica para detectar enfermedades
de transmisión sexual básicamente, bien pues según el estudio de la misma tengo que decirle
que ha dado positivo en el test elisa, es decir según el resultado del test es usted seropositivo,
¿cuánto hace que tuvo la exposición?
Carlos sonrió, de todo lo que el doctor había dicho tres palabras volvían una y otra vez a su mente, le martilleaban el cerebro, “es usted seropositivo”. Comenzó a sudar, perdió la vista y se desmayó.
El doctor se levantó con rapidez. Cogió a Carlos por los hombros y lo tumbó en una camilla, le desabrocho el pantalón y comenzó a darle suaves bofetadas en la cara, a la tercera Carlos fue abriendo los ojos con suavidad.

-¿ya estas mejor? – preguntó el doctor-. ¿Cómo te llamas?
-Carlos – dijo en voz baja.
-¿y cuantos años tienes?
-veintiseis, ¿qué ha pasado?
-Nada hijo, se desmayó, supongo que a causa de la noticia que le di, ¿la recuerda verdad?
-Sí – respondió Carlos y no dijo nada más.
El doctor le mandó una segunda analítica para confirmar el positivo. Trató de darle alguna esperanza, “hay falsos positivos”, había dicho, pero Carlos ya no veía la luz al final del túnel, cada vez se hacia mas y mas grande, cada vez se sentía mas triste y deprimido. Pensó en llamar a Sandra y contarle todo, en cierto modo se sentía más triste por no poder hablar con ella de esto. No sabia como reaccionaria, por que aunque Sandra también era seropositiva, su caso era diferente, ella había nacido con la enfermedad, su madre se lo trasmitió en el embarazo.

Carlos llegó a su casa, se puso cómodo y cogió el teléfono.

-mama soy yo, Carlos
-hola cariño, ¿qué tal todo?, ¿cómo estás?
-Bien, estoy muy bien, solo llamaba para saludarte y ver como estáis tu y papa
-Pues bien, como vamos a estar, como siempre, pero te veo triste, ¿seguro que estas bien? – dijo
la madre preocupada -. Tu no acostumbras a llamar así como así
-Claro de verdad que estoy bien, solo que he tenido un día duro y anoche no dormí muy bien, eso
es todo. Bueno mama, da un beso a papá, ya iré a comer algún día de estos, os quiero
-Nosotros también, cuídate hijo mío

Carlos colgó el teléfono y comenzó a llorar con tristeza. Se tumbó en la cama. La luz estaba apagada, era casi de noche. Carlos no hizo otra cosa que pensar, tumbado en la cama pensaba en lo diferente que seria su vida a partir de ahora. Su vida no dependía de el, no podía decidir que hacer o que no hacer por que toda su suerte estaba echada. Pensó, desvarió, y lloró durante toda la noche. El despertador sonó. Con una mano lo apagó, se secó las lágrimas que hace unos minutos habían brotado de sus ojos. Se dio una ducha, evitó mirarse en el espejo, no quería verse. Y con el cansancio que da no haber pegado ojo en toda la noche se fue a trabajar.

Claudia se detuvo frente al escaparate de Melvin, se fijó en unas gafas de sol que había expuestas. Pasó a preguntar el precio, no le pareció excesivo y las compró. Serán el regalo ideal para Alberto, pensó.
Alberto vivía sólo, había pedido a Claudia en el poco tiempo de relación que se fuera a vivir con él, pero Claudia todavía no se sentía segura, no tanto para irse otra vez de casa de sus padres.

Lo primero que hizo al verle fue besarle, le abrazó y le entregó el regalo.

-Es para ti – dijo Claudia sonriendo.
-¿para mí?, vaya, ¿a que se debe este honor?
-Anda ábrelo y déjate de tonterías
Alberto abrió la caja y descubrió las gafas, se las probó.
-te quedan genial – dijo Claudia, después le besó.
-Sí, ya lo veo, y eso que ahora no veo nada, – Alberto se quitó las gafas y las guardó en su funda-.
Bien, pues que mejor momento que este para que te invite a cenar
-¿y que tiene que ver este momento con que me invites a cenar? – dijo Claudia entre risas.
-Nada, no tiene que ver nada, pero, ¿vienes o no? - ambos rieron y se abrazaron.

Estaba lloviendo y hacia frío. Carlos salió de trabajar cansado, había quedado con Sandra para ir al cine, pero la llamó por teléfono y anulo la cita. Hacia días que no comía, en la última semana había perdido cuatro kilos. Por las noches dormía poco y mal, la enfermedad lo estaba consumiendo. Hacia dos días que había descubierto una mancha rosada en su pecho, eso le dio que pensar, acudió al medico para ver que podía ser. El medico le tranquilizó, le dijo que no tenía de que preocuparse que era un simple hongo, nada que ver con el VIH.
Se tumbó en el sofá del salón, no puso la tele, solo se quedo tumbado, ni siquiera se desnudo. Últimamente no hacia nada, iba a trabajar como un zombi y cuando llegaba a casa se tumbaba en el sofá y se quedaba dormido, había días que incluso se iba a trabajar al día siguiente con la misma ropa. Lo único que tenía ganas era de que todo acabara, que su vida de una manera u otra terminara, pero le faltaban fuerzas para terminar con todo por voluntad propia.
Eran más de las cuatro de la madrugada, el timbre de la puerta sonó. Carlos se levantó con rapidez y corrió a abrir. Era Sandra.

-hola, ¿molesto?
-Pues un poco, ¿qué hora es? – dijo Carlos con los ojos medio cerrados.
-Pues serán las cuatro o así, ¿puedo entrar?
-No
-¿no?, estarás de broma, anda déjame que duerma lo que queda de noche contigo porfa – Sandra
jugueteaba con la mano de Carlos.
-Te he dicho que no, ya nos veremos otro día, lo siento – y sin dejar que Sandra dijera nada cerró
la puerta.
Sandra se quedó unos segundos esperando que Carlos abriera de nuevo, o quizá espero despertarse de la pesadilla que había sido el ultimo minuto, pero ninguna de las dos cosas sucedieron.

A la mañana siguiente Carlos no fue a trabajar. Llamó por teléfono y dijo que estaba enfermo. A media mañana empezó a pensar en las palabras tan duras que le había dicho a Sandra. Se lo merece, a quien se le ocurre venir a esas horas de la madrugada, pensó.
Se duchó y mientras lo hacia volvió a pensar en la fatídica noche, no paraba de dar vueltas a la idea. El alcohol dificultaba mucho recordar todos los detalles, pero Carlos quería recordarlo todo y no pararía hasta conseguirlo. Pensaba una y otra vez como sucedió, la hora, el tiempo, cada uno de los movimientos de la prostituta. Se había convertido casi en una obsesión. De repente se detuvo, paró los grifos. Salió de la ducha con rapidez y mojado corrió hacia el salón, cogió el teléfono y marcó el número del teléfono móvil de Roy.

-dígame – contesto Roy, de fondo se oía un fuerte ruido.
-Roy soy Carlos, tengo que hablar contigo
-Sí, bien esta tarde nos vemos, estoy trabajando tío, ¿y tú?, ¿no trabajas?
-Sí, pero hoy no he ido, estoy enfermo, o bueno eso le he dicho a mi jefe – dijo Carlos mientras
formaba un charco de agua en el suelo.
-Bueno pues luego te veo, si es importante dímelo ahora
-No, no, mejor después, hasta luego.

La inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 10

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 10


Después de todo no es tan malo, pensó Claudia. Se intentaba auto convencer de que Roy era el hombre de su vida, sin embargo otra parte de su alma la pedía a gritos que lo dejara. Alberto la había hecho sentir algo especial. Ese minuto, ese beso en la boca de metro, valía por los dos últimos años.
Llegó a casa, y Roy la esperaba en el salón. Él había salido antes del trabajo, tenía unas entradas para ver un espectáculo de magía. Recibió a Claudia con un beso, ella no puso muchas ganas. Se quitó el abrigo y se tumbó en el sofá. Cambió de canal, se desabrochó el pantalón y encendió un cigarrillo.

-estoy cansadísima, no sabes que día he tenido – dijo ella.
-¿si? – respondió él.

Roy empezó a sentirse mal. Había comprado las entradas tres meses antes, hacia semanas que se habían agotado, era un espectáculo único, incluso habían prorrogado la función otro día mas con las localidades ya vendidas también. Al ver la desgana de Claudia se le quitaron las ganas de todo. Todavía tenía las entradas en la mano, las guardó en el bolsillo y salió de casa.

Carlos espero a las dos de la tarde, hora en que Roy salía del trabajo para comer y lo llamó por teléfono.
-Roy soy Carlos, ¿cómo lo llevas?
-hola, pues mal, muy mal, las cosas con Claudia no van todo lo bien que quisiera
-te llamaba para ver si quieres que cenemos juntos esta noche
Carlos no solía salir entre diario, eso a Roy le sorprendió, imaginó que tendría algo que decirle, como él también estaba pasando un mal momento, quedo con Carlos para cenar.

Roy vio venir a Carlos, enseguida fue a su encuentro. Se fundieron en un abrazo, y empezaron a caminar.

-bien, ¿dónde vamos? – dijo Roy.
-No sé, donde tú quieras. Que te parece si vamos al “Gran Grifo”
-Por mi de acuerdo

“El Gran Grifo” era un restaurante. Se podía cenar a la carta, pero lo más frecuente era tapear, y eso hicieron.
Se sentaron en una mesa en la zona de no fumadores. Pidieron una ración de bravas, calamares, chopitos, y otra de Alí-oli, para beber, cerveza.

-no sé que le pasa a Claudia – dijo Roy, mientras partía un trozo de pan-. Está rara, creo que no esta bien conmigo – Roy bajó la mirada y se comió el trozo de pan.
-¿pero que dices?, tu y Claudia habéis pasado ya por lo mas duro, ahora tendríais que estar
disfrutando de la felicidad que da el vivir con la persona que quieres, ¿no? – dijo Carlos.
-no, ella no esta bien, lo noto. Esta mañana intente hacer el amor con ella pero me rechazó, dijo
que no le apetecía – el camarero empezó a dejar raciones encima de la mesa-. Vale que era
temprano, pero no le apetecía, además la noto distante, ella siempre ha sido muy cariñosa
conmigo, pero hace dos meses que no muestra señal alguna de cariño, cuando está conmigo la
noto triste. No sé, estoy confuso Carlos, yo la quiero mucho
-¿quieres que hable con ella? – dijo Carlos mientras pinchaba un calamar.
-gracias pero no, mañana lo haré yo. ¡Y ahora a comer! – dijo Roy mientras cogía un palillo y trinchaba una patata.
Cuando salieron del restaurante ya iban un poco cargados. Habían bebido mucha cerveza, estaban animados así que decidieron irse a tomar algunas copas.
Serian las cuatro de la madrugada, las luces de la discoteca deslumbraban a Carlos. Roy pedía otra copa en la barra, Carlos se acercó a él.

-Venga unos chupitos Roy – dijo Carlos, los dos estaban medio borrachos.
-Vale, dos chupitos de tequila – gritó Roy al camarero.
Se reían de cualquier cosa. Los dos, con una copa en la mano, apoyados en la barra, se contaban cualquier cosa y se reían.
-¿Recuerdas la prueba esa que te dije para saber si eras seropostivo? – dijo Carlos entre risas.
-Sí – Roy seguía riendo a carcajadas-. ¿qué pasa con la puta prueba?
-pues no te lo vas a creer – dijo Carlos, los dos reían, puso su mano sobre el hombro de Roy-. me
ha dado positiva, dentro de poco tendré sida
-Roy dejo de reír, Carlos también, se miraron durante algunos segundos, eternos segundos.
-¿es una broma no? – dijo Roy muy serio
-no, ayer me llegó el test a mi casa, lo hice y salió positivo
-no sé que decir, estoy muy triste, lo siento – dijo Roy.
-¿cómo?, ¡jodete! – dijo Carlos riéndose-. Anda, pide otra copa, bailemos, la vida sigue, ¿o no?, la
vida sigue hasta que llegue el fin, y te aseguro una cosa, voy a disfrutar cada minuto que me
quede en este mundo – cogió su copa y la acabó de un trago.
-Sí – dijo Roy casi llorando-. Sí...es lo mejor.

Roy abrió la puerta de casa. Claudia dormía en el sofá, pero al oír entrar a Roy se despertó.

-¿de donde coño vienes? – dijo Claudia quitándose el pelo de la cara.
-De fiesta, la mejor fiesta de mi vida – dijo Roy tambaleándose.
-Perfecto – Claudia se levantó del sillón.
-¿no me das un beso? – Roy se apoyo en la puerta del salón para no derrumbarse.
-Hasta mañana Roy, que tengas una feliz resaca.

Roy llegó al sofá como pudo, se tumbó, no podía pensar, no podía hacer nada excepto cerrar los ojos, intentó abrirlos un par de veces, pero todo daba vueltas, se quitó los zapatos, se desabrochó el pantalón y se quedó dormido.

No había pasado ni media hora, Claudia se levantó. Vio a Roy tumbado en el sofá y por primera vez no le vio como el hombre de su vida sino como el tío que compartía piso con ella, quizá como un amigo, pero no como el hombre de su vida. Sacó una manta de un cajón y la tendió sobre el cuerpo de Roy, este agradeció el gesto agarrándose con fuerza a la misma, después Claudia volvió a la cama.

A la mañana siguiente Roy tenia una gran resaca, tuvo que hacer un gran esfuerzo para incorporarse en el sillón, le vino un mareo de segundos, luego su mente fue estabilizándose hasta que solo quedó un leve dolor de cabeza. Claudia dormía, o por lo menos eso parecía. La puerta del dormitorio estaba cerrada, Roy prefirió no molestarla. Fue a la cocina y sacó el cartón de leche de la nevera, se bebió un vaso, se sirvió otro, buscó por la cocina las aspirinas y se tomó una. Sintió que alguien mas estaba en la cocina, era Claudia. No le saludó, pero Roy al verla fue hacia ella.

-Buenos días, siento lo de anoche, vaya borrachera – dijo mientras se tocaba las sienes con los dedos.
Claudia no contestó, ni siquiera lo miró, actuó como si nadie más estuviese en la cocina.
-¿qué te ocurre?, ¿estas enfadada? – dijo Roy.
Pero Claudia seguía sin hacerle el menor caso.
-Claudia, por favor, dime, ¿que te pasa?
-Roy creo que lo nuestro no puede seguir así. Quiero dejarlo, al menos por un tiempo – sacó los
cereales del armario, se echó unos cuantos en un vaso y prosiguió-. Voy a serte sincera por que
eres una persona muy importante para mi y prefiero decírtelo ahora: a veces no estoy a gusto
contigo, me gustaría estar en otro sitio, sola, no sé, pero siento que no quiero seguir mas contigo,
lo siento.
Pasaron algunos segundos. Roy no dijo nada, en realidad no sabia que decir. Terminó de beber la leche y salió de la cocina.
-Roy espera – Claudia intentó detenerle.
Fue hacia el dormitorio y sacó su bolsa de viaje, nervioso, con prisa empezó a sacar su ropa del armario.
-No hace falta que hagas eso – dijo Claudia entrando en la habitación y sujetando las manos de
Roy-. Soy yo la que se va, tú no tienes que ir a ningún sitio
Roy la miró a los ojos, le pareció raro pero aquella persona no era la misma con la que había compartido sus dos últimos años. Claudia ahora era una persona extraña, fría y despiadada.
-¿por qué? – dijo Roy liberándose de las manos de Claudia.
-No lo sé Roy – Claudia comenzó a llorar.
-Vale, vale, no digas nada, esta bien – Roy abrazó a Claudia -. No pasa nada, seremos amigos, es
cierto que estos últimos días las cosas no han ido muy bien – Roy le acariciaba el pelo-. Es mejor
así, para mi lo único importante es tu felicidad
-cállate – gritó Claudia saliendo de la habitación.

Roy se sentó en el sofá, estaba triste, pensó en llamar a Carlos, pero no tenia ganas de nada, todo eran recuerdos, tristes recuerdos, y preguntas, ¿por qué?, ¿tiene otro chico?, ¿en que he fallado?, pensaba.
Encendió la tele, cambio de canal varias veces, después la apagó. Se tumbó en el sofá y cerró los ojos, no pretendía dormir, solamente quería desaparecer, evadirse del mundo, no sentir, no sentir nada. Aunque no era su objetivo, a los pocos segundos Roy se durmió.

Carlos se sentía bien. Se levantó temprano, quiso aprovechar el día, por la tarde tenia una entrevista de trabajo. Un amigo le había ofrecido trabajar en una administración de Loterías. La entrevista era puro trámite, el puesto de trabajo era suyo. Salió a la calle a comprarse cuchillas de afeitar, hacia días que en su cara poblaba una fina barba producto de la desgana.
Cuando volvía para casa, Carlos pensó en llamar a Sandra. En la primera cabina que encontró a su paso lo hizo.
Después de algunos sonidos contestaron.

-dígame
-Hola, ¿esta Sandra?
-¿quién eres? – era una voz de mujer.
-Soy Carlos – reconoció la voz de Elvira-. Tu eres Elvira, ¿no?
-Si, hola Carlos, pues esta durmiendo, ¿quieres que la despierte?
-No, no, solo dile que la he llamado
-Esta bien, mañana tenemos una actividad en la asociación, supongo que vendrás
-Sí, claro, iré, pero no sabía nada – dijo Carlos.
-¿no te lo comento Sandra?, bueno no pasa nada, es una charla sobre como evoluciona la enfermedad, va a venir un prestigioso medico que lleva varios años dedicado a estudiar una vacuna
-interesante, cuenta conmigo Elvira
-bien, te esperamos a las ocho en mi casa
La propuesta era interesante, Carlos acudiría, y así de paso vería a Sandra.

La entrevista no duro más de media hora. Carlos ya tenia trabajo, no era el empleo de su vida pero para ganarse un dinero le venia bien, además la prestación por desempleo le cumpliría dentro de poco, era un salvavidas al que agarrarse hasta que saliera algo mejor o llegara lo peor.

Llegó a casa de Elvira a las ocho menos diez. Tardaron en abrirle la puerta, pero pasados algunos minutos Sandra le abrió.

-Hola Carlos – dijo Sandra con dulzura.
-Hola, vengo a la charla - dijo Carlos y besó la mejilla de Sandra.
-Sí pasa, llamaré a mi madre

Carlos aceptó la invitación de Sandra a entrar y después a sentarse. Mientras esperaba a que Elvira viniese a saludarlo, Carlos ojeó una revista que había a su lado. La leyó por encima, al ir a dejarla encima de la mesa se dio cuenta de que se había desprendido un papel de la misma. Carlos cogió el papel doblado y después de abrirlo leyó lo siguiente:

“ Srta. Elvira:
El balance de la asociación es fabuloso, espero y deseo que sigan sus éxitos, este mes se han unido cuarenta y tres personas, pronto nuestra causa será un gran triunfo.
Por otra parte le ruego se de prisa en mandarme las estadísticas individuales de cada miembro, así podremos actualizar la clasificación para los correspondientes premios de este mes.
Recibe un saludo y da un beso a Sandra.
Atentamente:
Felipe Ruiz”

Carlos guardó la carta en su bolsillo, no supo por que lo hizo, fue como un acto reflejo al ver que Elvira se acercaba al salón.

-Hola Carlos, pues si me acompañas, el profesor Raymond nos esta esperando en la sala de
reuniones
-Hola Elvira, claro, será interesantísimo – dijo Carlos.

La reunión fue amena, e interesante, se trataron diversos temas. Al finalizar la charla del profesor, Elvira anunció a todos los asistentes que les invitaba a un pequeño cóctel. Enseguida todos pasaron a otra salita donde había diversos canapés y bebida variada. Carlos cogió una cerveza y fue a ver a Sandra que charlaba con un individuo mucho mayor que ella.

-Hola, ¿interrumpo? – dijo Carlos interponiéndose entre Sandra y el hombre.
-No, solo comentábamos lo interesante que ha resultado la charla del Dr. Raymond – dijo
Sandra.
-Sandra me alegro de verte tan bien – dijo el hombre tocando su hombro-. Voy a ver a tu madre,
luego te veo
-¿me esperas un minuto?, voy a coger una cerveza – dijo Sandra
-aquí estaré – respondió Carlos.
Sandra no quiso tardar mucho, Carlos la estaba esperando.
-Oye, ¿cuándo vamos a repetir lo de la otra noche? – preguntó Carlos.
-pues no sé, nunca supongo - Dijo Sandra.
-Como quieras, sabes, ya tengo trabajo
-si, que bien, ¿dónde?
-un amigo mío me ofreció trabajar en su administración de Loterías. Esta tarde su padre me ha
hecho una entrevista, empiezo pasado mañana, trabajaré de lunes a viernes, y el sueldo no es
malo
-me alegro por ti Carlos – Sandra se bebió la cerveza de un trago-. Espero que todo te vaya bien,
sin duda lo mereces, ahora si me disculpas, tengo que hablar con mi madre
-sí, yo ya me voy, mañana tengo que madrugar – dijo Carlos.
-¿mañana?, tu último día para dormir y tienes que madrugar, ¿para que? – preguntó Sandra.
-Pues, no lo sé, supongo que quiero aprovechar el día
-como eres – Sandra acarició la mejilla de Carlos, después se fue.

En realidad Carlos no quiso decir a Sandra por que tenía que madrugar. Mañana era veintinueve de octubre, tenía la analítica a las ocho y cuarto de la mañana.
Llegó a su casa, se duchó y fue directamente a la cama. Le costó dormirse. Pensaba en que una vez que le hicieran los análisis la suerte estaría echada. Si era seropositivo lo sabría él y el mundo entero. Se quería auto convencer de no ir, de dejarlo pasar, total, si tengo el sida ya saldrá cuando tenga que salir, pensaba. Al fin el sueño pudo al pensamiento y Carlos se durmió.

El despertador sonó, Carlos se despertó rápido. Despertó como uno de esos días en los que tienes algo importante que hacer. Se vistió rápido, sin dejar de pensar en lo que se le venia encima. Carlos odiaba las agujas, no le gustaba nada hacerse análisis. Hace un par de años se desmayó después de sacarle sangre, su amigo Roy había ido con él, una suerte, pues le agarró y le sostuvo hasta que reaccionó. Pero ahora todo era distinto, al menos eso quería pensar Carlos.
Caminó rápido hasta el ambulatorio. Cuando llegó había mucha gente esperando. Hoy todos se hacen análisis, pensó Carlos y se puso al final de la fila. A pesar de la gente que había la cosa iba rápida, pareciese la mili, o ganado para marcar. Entraban y a los pocos segundos salían con el brazo doblado y la cara blanca. Carlos no pensaba, no quería pensar en nada, si pensaba lo mas seguro era que se marearía y ahora no tenia a nadie que lo sujetase. Intentó concentrarse, después de quince minutos llegó su turno. Carlos entró en la sala, una mujer lo invitó a sentarse.

-Hola joven, a ver subete la manga de la camisa – dijo la doctora sujetando una goma elástica.
-Carlos descubrió su brazo derecho y lo apoyó en la mesa. Debajo del brazo había como una especie de almohadilla. La doctora rodeó el brazo de Carlos con la goma he hizo un fuerte nudo, después cogió un algodón y lo empapó en alcohol. Miró la hoja de la analítica y cogió seis tubos, acto seguido abrió un envoltorio, dentro había una finísima aguja. Carlos no quería mirar, fijó su vista en el suelo. La doctora clavó con sutileza la aguja en el brazo de Carlos e introdujo el primer bote para llenarlo de sangre, una vez estuvo lleno lo sacó, y metió otro, así uno detrás de otro. Carlos fue sintiendo como sus fuerzas flaqueaban, empezó a sudar, y un calor le subió de los pies a la cabeza, su visión comenzó a perder color.

-bien pues ya esta – dijo la doctora mientras sacaba la aguja del brazo de Carlos-. ¿te encuentras
bien? – pregunto la doctora.
-Sí – respondió Carlos con voz lacónica.
-¿seguro?
-Bueno estoy un poco mareado
-Sí, de verdad, no creo, esta bien, pues pon las dos manos encima de la mesa – la doctora dejó
pasar algunos segundos-. ¿ya te encuentras mejor?
-Sí, parece que sí, es que me habéis sacado mucha sangre, ¿no? – dijo Carlos ya con mejor color.
-No, hombre, que va, la justa – la doctora sonrió.
-Bien, bueno ya estoy bien, ¿puedo tomarme un zumo? – preguntó Carlos.
-Claro, puedes tomarte lo que quieras, ¿de verdad te encuentras bien? – insistió la doctora.
-Sí, seguro
-Pues entonces ya esta todo
-Gracias – dijo mientras se bajaba la manga de la camisa.

Carlos salió, todavía estaba un poco confuso. Sacó un zumo de la maquina del mismo ambulatorio y lo bebió de un trago. De vuelta a casa volvió a pensar en lo que acababa de hacer, era como decirle a un vidente que te anticipe tu muerte. Carlos estaba convencido de que era seropositivo. Llegó a casa y se tumbó a leer, pero había pasado mala noche, y había madrugado, así que sin querer se durmió.

Elvira buscaba en los cajones, los abría y cerraba con nerviosismo buscando algo. De repente Sandra apareció.

-¿qué buscas? – preguntó extrañada.
-No es asunto tuyo, fuera de aquí
-Desde luego que no, desde que nací nada es asunto mío – dijo Sandra, después se marchó.

Fue a casa de Carlos. Tardó poco, tenía ganas de verle.

-Hola, Sandra – Carlos se tocó el pelo, y se restregó los ojos desperezándose.
-Hola, perdona si te molesto, ¿estabas durmiendo? – dijo Sandra cruzándose de brazos -. ¿Puedo
dormir esta noche contigo?, he discutido con mi madre – dijo con cara de pena.
-Si, claro, pasa.

Sandra entró, se quitó el abrigo, a los pocos segundos sintió una mano en su hombro. Carlos la giró, los dos quedaron frente a frente y se besaron. Juntaron sus calidos labios, el beso fue llenándose de deseo. Comenzaron a desnudarse, se acariciaban con pasión, no hablaron, solo se dejaron llevar por la situación.

Sandra dormía. Carlos se levantó con cuidado, no quiso despertarla. Salió despacio de la habitación y fue a mirar el bolso de Sandra. Encontró su cartera, la abrió, además de la documentación, le sorprendió ver la tarjeta de la asociación, en ella además de un teléfono y su nombre se podía leer: “RANGO: sentí “. Carlos la volvió a guardar. En el bolso también había un buen número de preservativos. Cerró el bolso y volvió a la cama. Se tumbó y abrazó a Sandra, ella agradeció el gesto agarrando con fuerza el brazo de Carlos.

Era sábado y hacia mucho tiempo que Carlos no salía de marcha con Luis, tenía ganas, así que lo llamó, este no opuso mucha resistencia. Quedó con él a las once.

Llevaba diez minutos esperando. Luis y su puntualidad, pensó.

-que pasa tío, perdona el retraso, es que no sabía que chaqueta ponerme – dijo dando la mano a
Carlos.
-No te preocupes, vamonos ya, tengo sed.

Empezaron la noche en un Púb. cercano, en él la música no estaba muy alta y como hacia mucho tiempo que no se veían así podrían charlar. Llegaron y el local estaba con muy buen ambiente. Pidieron dos cervezas y se sentaron en la barra.
En un momento de la conversación Carlos sacó el tema del VIH.

-la semana pasada me hice las pruebas para ver si la cagada con la prostituta me ha traído la
ruina – dijo Carlos.
-Sí, eso esta bien, lo mejor es saberlo cuanto antes – dijo Luis sin escuchar mucho lo que decía
Carlos-. Por que si lo tienes lo mejor es atajarlo cuanto antes – sentenció mientras miraba a una
rubia que había al otro lado del Púb.
-Sí – Carlos dio un buen trago a la cerveza.
Luis empezó a agudizar la vista, y se dio cuenta de que la rubia que miraba era Claudia.

-Mira Carlos, aquella no es Claudia – dijo agarrándole el hombro.
Carlos volvió su cabeza y se fijó en la chica. En efecto era ella, compartía cerveza con un joven. Carlos al darse cuenta de que era ella, miró a su acompañante con rapidez, esperando ver a Roy, pero no estaba con él. Luis y Carlos se miraron extraños, acabaron sus cervezas y salieron del Púb.

-era ella ¿no? – preguntó Carlos -. Voy a llamar a Roy, ¿me dejas tu móvil?
Carlos llamó a Roy, este dormía así que tardó algunos segundos en coger el teléfono.

-dígame – respondió una voz somnolienta.
-Soy Carlos, ¿qué tal tío?
-Jodido, y más jodido ahora que me has despertado
-Oye ¿sigues con Claudia verdad?, me refiero a que cuando me dijiste que las cosas iban mal, no
habrá...
-Vale ya tío, ¿estas pedo? – dijo Roy sin dejar terminar a Carlos-. No estoy con ella, me plantó
hará como una semana o así, aunque claro el tiempo pasa tan despacio últimamente para mi
que es probable que haya sido ayer – Roy respiró hondo -. Y ahora, ¿puedes dejarme dormir?
-Sí, oye lo siento, te llamaré para hablar contigo

La noche no salió todo lo bien que ambos esperaban. La noticia de que Roy no estaba con Claudia enturbió toda la velada. A las cuatro los dos estaban algo borrachos y decidieron irse a dormir. Carlos antes de ir a su casa en su estado de embriaguez se le ocurrió algo mejor.

Sandra abrió la puerta, estaba en pijama y despeinada.

-¿qué haces aquí?
-Te echaba de menos – respondió Carlos apoyándose en la puerta.
-Vamos, ¿estas borracho?, lo que me faltaba, anda largate – dijo y cerró la puerta.

Carlos se apoyó contra la pared y se dejó deslizar por ella hasta quedar sentado. Hundió su cabeza entre los brazos y se quedó dormido.
Sandra abrió la puerta ya vestida y vio a Carlos sentado junto a su puerta.

-vamos despierta – dijo mientras le daba repetidos golpes en el brazo.
-Venga Carlos – abrió los ojos -. Vamos a tu casa, hoy también dormiré contigo – le ayudó a
levantarse.

Salieron a la calle. Carlos estaba más despejado, o al menos eso parecía. No habló nada, en cierto modo se arrepentía de haber ido a buscar a Sandra.

-¿qué pasa ahora, se te ha comido la lengua el gato? – dijo Sandra cogiéndole de la mano.
-Oye Sandra, lo siento, lo siento de veras, no tenía que haberte molestado – se soltó de su mano
y se abrochó el abrigo -. Soy un imbecil
-De eso nada, Carlos me gusta estar contigo, ahora cállate, deja que la noche hable por ti, tu solo
dame la mano e invítame a tu casa, dormiremos juntos

Roy se levantó, puso la radio y calentó café. Odiaba su situación. Los domingos eran muy tristes, echaba de menos a Claudia. Desayunó con desgana, después se duchó.

Claudia se quitó el brazo de Alberto de encima. Se levantó de la cama, fue a su bolso y cogió el móvil, lo encendió. Tenia un mensaje, lo abrió rápido, esperaba que fuera de Roy, quería que fuera de Roy, no le amaba, ni siquiera quería volver con él, pero ella deseaba que no la olvidase, al menos tan pronto. Después pensó que era despiadada, que era mala, por querer que Roy pensase en ella. Si ella le había dejado lo mejor era que rehiciera su vida y fuera feliz. Pero la idea de que Roy se despertase esta mañana de domingo junto a otra mujer la descompuso, dejó de pensar en ello. Volvió a la cama y empezó a comer el cuello de Alberto, él despertó enseguida. Se abrazaron.

-¿qué madrugadora eres? – dijo mientras besaba el cuello de Claudia.
-Sí, es que durmiendo no puedo disfrutar de ti – dijo mientras acariciaba el pecho de Alberto.
-será mejor que nos levantemos si queremos aprovechar el día. He pensado que podíamos irnos
algún pueblo, comeremos fuera, probaremos algún plato típico de algún pueblecito escondido,
¿te parece?
-no sé...yo había pensado quedarnos todo el día en la cama, comiendo lo que sea y besándonos
todo el tiempo, ¿te parece? – dijo Claudia.
-eres increíble - dijo Alberto y los dos se deshicieron de nuevo en caricias y abrazos.

La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 9

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 9


Claudia esperaba el autobús. Ya era viernes. La semana había pasado más bien que mal, sobre todo por la sorpresa de cumpleaños de Roy, en el aspecto negativo destacaba que no podía dejar de pensar en Alberto.
Estaba sentada ya en el autobús, y se le ocurrió llamarlo, no sabia por que iba a hacerlo, pero le apetecía, quería hacerlo, y lo hizo.

-hola – contesto Alberto.
-Hola, soy yo, ¿cómo estas?
-Bien –no le hizo falta preguntar quien era, conocía la voz de Claudia-. Te llamé el otro día, pero
no me cogiste el teléfono
-Perdona, es que estaba en la ducha, luego te llamé yo, pero tu teléfono estaba apagado o fuera
de cobertura – mintió Claudia.
-he pensado mucho en ti esta semana, lo pase muy bien contigo el otro día – dijo Alberto casi
susurrando sus palabras.
-Yo también he pensado en ti – después de una pausa prosiguió-. Y no quiero hacerlo Alberto,
tengo novio, como sabes, y le quiero –se tomó un segundo de respiro, después continuó
hablando-. De repente apareces tú de la nada, y me absorbes el pensamiento, hasta tal punto
que no hago otra cosa que pensar en ti, siento decirte todo esto, por que a lo mejor te confundo, o me confundo yo, no lo se – Claudia empezó a llorar.
-Tranquila Claudia, no pasa nada, siento que estés así por mi culpa, ¡desapareceré de tu vida!, ¡te
lo juro!, lo siento, siento haberte llamado el otro día
-pero que dices, no quiero que desaparezcas – dijo Claudia llorando-. Quiero volver a verte,
¿y tu?, ¿qué dices? – saco un pañuelo del bolso y se limpió las lagrimas, se sonó la nariz, todo el
autobús la observaba.
-Vale, llámame el Sábado y hablamos, ¿de acuerdo?, pero por favor no llores, no soporto verte
triste
-vaya, menuda mierda – gritó Claudia.
-¿qué ocurre?, ¿qué he dicho ahora?
-No es por ti. Perdona, es que me he pasado mi parada.

Por la tarde cuando Roy vio a Claudia, se dio cuenta de que había llorado, sus ojos se ponían rojos e hinchados.

-¿por qué has llorado?
-No he llorado
-Si lo has hecho, ¿por qué pretendes engañarme?
-No lo hago
-Si que lo haces
-No
-Si
-maldita sea –gritó Roy-. Estoy harto Claudia, ¡harto, me entiendes!, ¡me voy!
-¿dónde vas? – gritó Claudia al ver como se dirigía a la puerta para marcharse.
-¡de putas! – dijo, y salió de la casa dando un portazo.

Claudia empezó a llorar de nuevo. Se tumbó en el sofá del salón y lloró, hasta que sin quererlo, se quedó dormida allí mismo.
Roy tardó dos horas en volver a casa. Se encontró a Claudia tumbada en el sofá con un par de cojines como almohada. Deslizó un brazo por debajo del cojín, el otro lo pasó por debajo de sus piernas, levantó a Claudia y la llevó a la cama, después la besó en la mejilla, acarició su pelo, ella no despertó. Se quitó la ropa, puso el despertador y se tumbó a dormir, antes de hacerlo procuro pasar un brazo por encima del cuerpo de Claudia, para sentir su cuerpo, su respiración, para estar cerca de ella.

Carlos había terminado de arreglarse. Había quedado a las once en el Vips de Gran vía, iba a ir de cena con la asociación, después irían al cine, a ver cualquier cosa, la película era lo de menos, lo importante es que él se sentía bien divirtiéndose con esa gente.
Miró el bulto de su cuello y lo untó bien de colonia, a ver si se seca, pensó.
Cuando llegó todos estaban esperandolo. Saludo a todos los presentes.
Estaba hablando con Julio un miembro de la asociación cuando notó una palmadita en la espalda, Carlos se volvió, era Sandra.

-Hola – dijo, y después le dio un beso en la mejilla.
-Hola, ¿qué tal? – Carlos estaba absorto, ya no solo por que lo saludase de aquella manera, sino
por su belleza.
-Sandra después se alejó. Empezó hablar con otra gente. Carlos no podía dejar de mirarla. Se
quedó mirándola durante algunos minutos, después, pasaron a cenar.

En la cena Sandra se puso al lado de Carlos. Lo hizo a propósito. No hablaron en toda la cena. Justo antes de que el camarero trajera la cuenta, Carlos notó la mano de Sandra acariciándole la entrepierna, el dio un pequeño salto, después la miró. La mano de Sandra seguía tocándole, ella, mientras, terminaba su postre, no le miraba, solo comía y le tocaba. Carlos deslizó su mano por debajo de la mesa, y con delicadeza se quitó la mano de Sandra de encima.
Ya dentro del cine, se sentaron juntos. Carlos hizo todo lo posible para no sentarse al lado de Sandra, pero esta hizo todo lo posible para sentarse a su lado, al final se salió con la suya.
Sandra deslizó su mano por la pierna de Carlos, pero este no se inmutó, cuando ella intento bajarle la cremallera del pantalón, le quitó la mano.
Estate quieta – dijo Carlos susurrándole al oído.
No quiero, se que te gusto – le respondió en voz baja, después le empezó a dar besos en el cuello.
Carlos estaba empezando a excitarse, de hecho ya lo estaba. Sandra le comía el cuello, intentaba acercase a su boca, pero el volvía la cabeza, ella volvía entonces a su cuello, dirigió su mano a la entrepierna de Carlos, le acariciaba el pene por encima del pantalón, entonces Carlos se la quitó de encima como pudo, se levantó y se marchó.

-lo siento, lo siento – decia mientras torpemente pasaba entre la gente.
-¿dónde vas? – le dijo Elvira.
-Lo siento, ya te llamaré, no me encuentro bien

Llegó a Casa, no podía dejar de pensar en Sandra, ¿por qué se había mostrado tan cariñosa?, pensó. Después de ducharse y ponerse el pijama, se maldijo por no haber aprovechado aquella oportunidad, ella le gustaba, ¿por qué no había seguido con aquel juego?, pensó. Fue al baño, allí se dio cuenta de que el grano o lo que demonios fuese aquello, no se secaba, seguía igual que cuando lo descubrió, incluso un poco mas grande. Lo palpó, no tenia buena pinta, se quedó durante algunos minutos mirándose en el espejo. Allí estaba, a las cuatro de la mañana, mirándose en el espejo, mientras lo hacia, salió de aquel baño para regresar a su pasado: recordó su primer beso, su primer amor, imágenes de cuando era joven pasaron por su cabeza, sus padres, fueron algunos minutos de imágenes, diapositivas, desde que tenia uso de razón hasta la ultima noche.

Alberto y Claudia se vieron en un café de la Plaza de Chueca. Se recibieron con dos besos. Claudia había tenido una gran preocupación por como seria el primer instante, pero fue mucho menos embarazoso de lo que había imaginado.
Hablaron durante varias horas, se pusieron al día, y se dieron cuenta de lo mucho que habían cambiado. Claudia también se dio cuenta a medida que hablaba con Alberto de lo mucho que había perdido, como se arrepentía de haberlo dejado, no sabia que la ocurría, pero se sentía bien escuchando su voz, muchas cosas de las que Alberto le contaba no le importaban, pero se quedaba escuchándole, hipnotizada por el timbre de su voz.
Al llegar a la boca de Metro tenían que separarse, en ese momento Claudia abrazó a Alberto, acarició su espalda, él la apartó, la cogió con fuerza de la nuca y la besó.
Estuvieron besándose durante algo mas de dos minutos, Claudia fue la que paró, después dio un pequeño empujón a Alberto y salió corriendo, él hizo un amago de ir tras ella, pero desistió. Caminó hasta su casa no muy lejos de allí.

Carlos encendió su ordenador. Se tocaba el bulto del cuello, había crecido un poco. Pensó en investigar más sobre los síntomas de los seropositivos. Lo sabia casi todo, pero era tanta la preocupación que tenia en ese momento que volvió a leer lo que ya sabia, sin embargo encontró una pagina que no había visto antes, le informaban de una prueba para detectar si eres portador del VIH. Una empresa americana distribuía algo parecido a un test de embarazo, en unos quince minutos podías saber si estabas contagiado. ¡Que fabuloso invento!, pensó Carlos, y enseguida se puso a rellenar un formulario de pedido. El test costaba veinticinco euros, gastos de envío incluidos. Rellenó todos los campos, tardarían veinticuatro horas en entregarle el test. Apagó el ordenador. Le empezó a entrar un temblor en todo el cuerpo, dentro de poco sabría si estaba enfermo. De estarlo, ¿qué haría?, pensó, no sabia como reaccionaria si esa maldita prueba le daba positivo, quizá se le vendría el mundo encima, ¿podría soportar tanta angustia?, pensó que lo mejor era no pensar en ello hasta que no se diera el momento, y así lo hizo. Salió a pasear un rato.

Claudia no podía pensar en otra cosa que no fuera en Alberto. Había salido a comprar el pan. Era Domingo, de camino para casa pensaba en él. En su estomago todavía permanecía aquel hormigueo que sintió cuando anoche le besó, eso la hacia sentirse mal, se sentía culpable por Roy, pero esa era la verdad, no quería estar con Roy. Estaba cansada de hacer una vida tan monótona, solo tenia veinticuatro años y parecía que tuviese cuarenta. Imaginó que la vida era de otra manera, que las cosas no son como ella las estaba viviendo. Pensó que la vida no era trabajar, limpiar, ver a su novio, estar con él, o quizá si, quizá era eso, pero no con Roy, estaba confundida, no sabia que quería, lo único que tenia claro en ese momento era que no quería ver a Roy.
Llegó a casa, se quitó la ropa y encendió la tele. Roy salía del baño, se acababa de duchar, estaba completamente desnudo, se acercó a Claudia y la besó.

-¿qué tal amor? – le dijo Roy.
-Bien – dijo Claudia sentándose en el sillón.
-Que buen día hace hoy, ¿qué quieres que hagamos esta tarde? – dijo Roy.
-Ah, ¿pero pensábamos hacer algo?
-Ja ja, claro, hoy haremos algo especial – propuso Roy.
-¡Algo especial!, pensó Claudia, ¿por eso tengo que sentirme halagada?, son cosas que Claudia no
aguantaba, no podía soportar la estupida idea de “hacer algo especial”, así que mostró su
disconformidad con un gesto despectivo hacia Roy.
-Roy que hasta el momento no se había movido del centro del salón, empezó a caminar hasta el sofá donde estaba Claudia. El cuerpo de Roy estaba todavía húmedo, incluso algunas zonas de su cuerpo estaban mojadas. Se sentó al lado de Claudia en el sofá y empezó a besar su cuello.
-venga Roy, déjame, no me apetece
Roy seguía besando el cuello de Claudia, empezó a tocar sus pechos.
-vale ya Roy, déjalo para luego.
Pero el no paró, siguió provocando a Claudia. Al final acabaron haciendo el amor en el sofá, con la tele puesta y los cuerpos mojados.

Carlos se miró en el espejo. Se observó durante algunos minutos. Se tocó de nuevo el bulto del cuello. Parecía un poco más pequeño, ¿será un simple grano?, pensó.
Abrió el paquete que esa misma mañana le había traído el cartero. Era la prueba del VIH. Dentro de la caja había un manual de instrucciones y dos cajitas de plástico. Según decía las instrucciones el funcionamiento era muy sencillo, se tenía que echar el líquido que venia aparte, al leer esto Carlos miró dentro de la caja, y allí encontró una cápsula con un líquido transparente. Lo sacó y siguió leyendo. En la superficie de una de las cajitas había una zona con algodón, allí tenia que echar el liquido que venia, después unas gotas de su sangre, acto seguido tenia que encajar las dos cajitas, de manera que la que tenia el algodón quedara cubierta con la otra, así tenia que esperar quince minutos, al quitar la caja el algodón tendría que estar de color rojo. Si en el algodón aparecía el color azul significaba que eras seropositivo.
Dudó unos segundos si hacerse el test ahora mismo o esperar a la tarde, o a mañana, pero después de algunos segundos pensó que lo mejor seria quitarse esta preocupación cuanto antes. Estaba cansado de esta historia, quería saber ya, si estaba infectado o no. En el manual de instrucciones decía que la sangre se obtuviera de un dedo, aconsejaban una aguja esterilizada para dar un pequeño pinchazo en cualquiera de las yemas. Carlos fue a la caja de costura que nunca había usado, sacó una aguja. De vuelta al baño cogió el alcohol y la roció bien, con esto ya estará esterilizada ¿no?, pensó Carlos. Agarró fuerte la aguja e intento pincharse, justo antes de hacerlo paró. ¡No podía!, intentó otra vez pincharse: apretó los dientes, cerró los ojos, y...no, no. Que difícil era hacerse sangre uno mismo. ¡Que cobarde soy!, pensó, venga, tengo que hacerlo, solo es un pequeño pinchazo, ni siquiera me dolerá, se auto convencía; al cabo de un rato, ya cegado por la desesperación se clavó la aguja. Fue un pinchazo corto, de manera que no salía casi sangre, pero le dolía un poco. Se cabreó, le cegó la ira, y empezó a pincharse repetidamente en la yema del dedo que comenzó a sangrar abundantemente. Abrió la cápsula como pudo, la sangre caía al suelo, también manchando el lavabo, una vez abrió la cápsula echó el liquido en el algodón, después puso el dedo encima y cayeron algunas gotas de sangre. Se enrolló el dedo con papel higiénico y después encajo las cajitas. ¡Por fin!, gritó desesperado.
Carlos espero diecinueve minutos. En el prospecto decía quince pero pensó que si dejaba algo más de tiempo sería más fiable. Cogió la prueba, cerró los ojos y desencajó las cajitas. El sabia que al abrir los ojos tendría una respuesta y así lo hizo. Abrió los ojos y descubrió que el algodón era de color azul. Así se quedó algunos minutos, mirando la cajita con el algodón de color azul. No se movía, estaba paralizado. La prueba decía que era fiable en un noventa y nueve porciento ¿Y ahora que?, pensó y acto seguido comenzó a derrumbarse. No lloraba, no podía, pero una tristeza enorme empezó a apoderarse de él. Por su mente pasaron momentos de su vida, de hace algunos años. Empezó a mirarse el cuerpo, los brazos, las manos. Tengo la muerte en mi sangre, pensó. Descompuesto, no paraba de mirarse el cuerpo.
No estaba triste por morirse, sabia que con su muerte moría mas gente, toda su familia, todos sus amigos, todas las personas que le querían se irían con él. Carlos ya estaba mentalizado por si esto pasaba, pero sentía una enorme pena por todos sus seres queridos.
Estaba destrozado. Sentado en la cama pensaba en su familia. Pensaba en aquella maldita noche, antes de practicar sexo con aquella prostituta, pensaba cuando tenía vida, cuando nada le impedía ser feliz. Pensó en su catorce cumpleaños, las imágenes de su padre entrando en el salón con una tarta, toda la familia aplaudía. El padre de Carlos ponía la tarta encima de la mesa, encendía las catorce velas y apagaba la luz. Carlos soplaba aquellas velas y su familia lo felicitaba. Pensó en la primera vez que se emborrachó y como llegó a casa, sus padres lo esperaban despiertos, lo primero que hizo nada mas llegar fue vomitar, pero no obtuvo una regañina, sus padres rieron, lo acostaron, lo arroparon, y aquel beso de buenas noches si tuvo sentido, más sentido que ninguno hasta ese momento. Después algunas novias, algunos años desperdiciando su vida con drogas. Y pensó en el presente, momento en el cual ya no era momento, si no una cuenta atrás inevitable.
Carlos se tumbó a dormir un rato, pero no pudo conciliar el sueño.
Como es posible que me haya sucedido esto a mi, pensó. Si no he notado ningún síntoma, ¿es posible que no hiciera bien la prueba?, buscaba algún resquicio donde agarrarse a la vida. Empezó a pensar que el podía estar dentro de ese uno por ciento de probabilidad fallida.
El teléfono sonó.

-Hola, ¿te he despertado? – dijo Sandra con voz sensual.
-No – Carlos no dormía, estaba tumbado en la cama -. ¿qué quieres? – respondió.
-¿pero sabes quien soy?
-Sí Sandra, tu voz es inconfundible – dijo Carlos con tristeza.
-bueno, ¿qué haces?
-Nada
-He pensado que podíamos vernos. Me apetece verte, quiero aclarar algunos asuntos contigo –
dijo Sandra.
-¿ahora?, son las dos de la madrugada
-No puedo esperar, ¿estas solo?
-Si – Carlos no tenía nada que perder, así que se resigno a cumplir los deseos de Sandra -.
¿Quieres venir? – dijo.
-Claro, dime donde vives – Carlos le dio la dirección de su casa-. En quince minutos te veo –
concluyó Sandra.

Carlos sabia lo que Sandra quería, a estas alturas no tenia nada que perder, lo único que temía era enamorarse, sin embargo y dadas las circunstancias, pensó que quizá le vendría bien la visita de cupido, podría darle fuerzas para los momentos tan duros que tendría que pasar, aunque quizá adelantaba acontecimientos. Como siempre, empezaba a soñar y no ponía nunca fin a sus fantasiosas historias.
Sandra tardó más de quince minutos, llamó a la puerta. Carlos abrió en pijama, un pijama de manga corta de color azul. Ella vestia informal, una camisa roja y unos tejanos. Se miraron, y se saludaron con dos besos, él la invitó a entrar en la casa.

-primera pregunta – dijo Carlos mientras Sandra se sentaba en el sofá-. ¿de donde has sacado mi
número?
-Pues como sabrás mi madre es la presidenta de una asociación y…
-Vale, vale, no sigas – la interrumpió Carlos.
-Se dio cuenta de que al lado de Sandra, en el sofá, todavía estaba la caja de la prueba del VIH.
Se puso nervioso y agarró a Sandra de las manos. La levantó del sofá con torpeza.
-¿qué haces Carlos? – dijo Sandra.
-Vamos a...
No supo que decir, agarró a Sandra de la nuca y la besó. Ella no opuso resistencia, se abrazó a la espalda de Carlos y se fundieron en un apasionado beso, se acariciaban, se besaban. Él la fue llevando al dormitorio, mientras, la acariciaba el pelo. Sandra metía sus manos por debajo de su pantalón acariciándole las nalgas. Se desnudaron besándose, los dos estaban excitadísimos. En el momento en que Carlos iba a penetrarla ella lo detuvo.
-soy seropositiva – dijo.
Pasaron algunos segundos en silencio, mirándose. Carlos volvió a besarla.
-voy a buscar un condón – la dijo, después besó su mejilla y salió de la habitación.

En el salón cogió la caja del test del sida y la guardó en un cajón del mueble.
Que incongruencia, el mismo objeto que horas antes le había quitado la vida, ahora, gracias a el, le daba un poco de ella, si no hubiera sido por lo nervioso que se había puesto para que Sandra no viera la caja, no la hubiera besado, si la prueba no hubiera estado ahí, quizá ahora estarían hablando de musica, de cine o manteniendo cualquier absurda conversación.

-Carlos – gritó Sandra desde la habitación.
-Ya voy

Al entrar en la habitación Sandra se masturbaba.

-¿de verdad no te importa que sea seropositiva?, tú no lo eres, ¿no?
-no me importa, lo haremos con cuidado – dijo metiéndose en la cama.

A las siete de la mañana Sandra se levantó de la cama. No quiso despertar a Carlos, se vistió despacio, después escribió una nota y salió de la habitación. Se terminó de vestir en el salón. Iba a ponerse el abrigo cuando se detuvo a mirar algo. Se acercó al sofá, vio que se le había caído el pintalabios, lo cogió y se marchó.

Sobre el Idealismo, y en consecuencia sobre la lucha

SOBRE EL IDEALISMO Y EN CONSECUENCIA LA LUCHA

Decía Ernesto Che Guevara que: "La unica lucha que se pierde es la que se abandona", es obvio que él era un luchador.
¿Para que luchar? El mundo está lleno de idealistas, ser idealista es ser caprichoso, luchar por algo es una utopia.

El viernes pasado estuve con un buen amigo, hacía años que no veía, se había convertido en un luchador, un idealista, defendía sus ideas, haciendo de las mismas su estilo de vida.
Cualquier tipo de lucha me parece atrevídamente ridicula, pero la que él lleva emprendida muchisimo más, la insatisfacción constante de los idealistas es lo que les ánima a seguir luchando, pero es una lucha sin fin, y eso es lo que me exaspera.

Hay que ver la vida desde cierta altura, desde cierta distancia, y disfrutarla, u odiarla, alejado de las tempestades que puedan moverte, la vida debe verse desde la distancia, ajeno/a a toda ella, desde la tribuna, y no interferir con idealismos ni luchas sin sentido, pues no depende de uno mismo que se cumplan sus deseos, y mucho menos sentirse satisfecho con la utopia soñada.
Somos así, pero hay que ser discreto, y ver la vida pasar, sin que te pase por encima.

Os animo a estudiar, o en el mejor de los casos leer, la filosofía de Schopenhauer, copio y pego de la "Wikipedia":

"...Es por ello que Schopenhauer propone una huida del mundo. Con todo, no aprueba el suicidio como camino, ya que el suicida no renuncia a la vida en sí misma, sino a la que le ha tocado vivir en condiciones desfavorables. Por lo tanto, el filósofo reconocerá como válidas sólo tres alternativas, que jerarquiza según el grado de aniquilación de la Voluntad implicado en cada una de ellas:

-la contemplación de la obra de arte como acto desinteresado, fundamento de su estetica.
-la práctica de la compasión, piedra angular de su ética.
-la autonegación del yo (asimilable a una suerte de nirvana) mediante una vida ascética.

 
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