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La inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 10

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 10


Después de todo no es tan malo, pensó Claudia. Se intentaba auto convencer de que Roy era el hombre de su vida, sin embargo otra parte de su alma la pedía a gritos que lo dejara. Alberto la había hecho sentir algo especial. Ese minuto, ese beso en la boca de metro, valía por los dos últimos años.
Llegó a casa, y Roy la esperaba en el salón. Él había salido antes del trabajo, tenía unas entradas para ver un espectáculo de magía. Recibió a Claudia con un beso, ella no puso muchas ganas. Se quitó el abrigo y se tumbó en el sofá. Cambió de canal, se desabrochó el pantalón y encendió un cigarrillo.

-estoy cansadísima, no sabes que día he tenido – dijo ella.
-¿si? – respondió él.

Roy empezó a sentirse mal. Había comprado las entradas tres meses antes, hacia semanas que se habían agotado, era un espectáculo único, incluso habían prorrogado la función otro día mas con las localidades ya vendidas también. Al ver la desgana de Claudia se le quitaron las ganas de todo. Todavía tenía las entradas en la mano, las guardó en el bolsillo y salió de casa.

Carlos espero a las dos de la tarde, hora en que Roy salía del trabajo para comer y lo llamó por teléfono.
-Roy soy Carlos, ¿cómo lo llevas?
-hola, pues mal, muy mal, las cosas con Claudia no van todo lo bien que quisiera
-te llamaba para ver si quieres que cenemos juntos esta noche
Carlos no solía salir entre diario, eso a Roy le sorprendió, imaginó que tendría algo que decirle, como él también estaba pasando un mal momento, quedo con Carlos para cenar.

Roy vio venir a Carlos, enseguida fue a su encuentro. Se fundieron en un abrazo, y empezaron a caminar.

-bien, ¿dónde vamos? – dijo Roy.
-No sé, donde tú quieras. Que te parece si vamos al “Gran Grifo”
-Por mi de acuerdo

“El Gran Grifo” era un restaurante. Se podía cenar a la carta, pero lo más frecuente era tapear, y eso hicieron.
Se sentaron en una mesa en la zona de no fumadores. Pidieron una ración de bravas, calamares, chopitos, y otra de Alí-oli, para beber, cerveza.

-no sé que le pasa a Claudia – dijo Roy, mientras partía un trozo de pan-. Está rara, creo que no esta bien conmigo – Roy bajó la mirada y se comió el trozo de pan.
-¿pero que dices?, tu y Claudia habéis pasado ya por lo mas duro, ahora tendríais que estar
disfrutando de la felicidad que da el vivir con la persona que quieres, ¿no? – dijo Carlos.
-no, ella no esta bien, lo noto. Esta mañana intente hacer el amor con ella pero me rechazó, dijo
que no le apetecía – el camarero empezó a dejar raciones encima de la mesa-. Vale que era
temprano, pero no le apetecía, además la noto distante, ella siempre ha sido muy cariñosa
conmigo, pero hace dos meses que no muestra señal alguna de cariño, cuando está conmigo la
noto triste. No sé, estoy confuso Carlos, yo la quiero mucho
-¿quieres que hable con ella? – dijo Carlos mientras pinchaba un calamar.
-gracias pero no, mañana lo haré yo. ¡Y ahora a comer! – dijo Roy mientras cogía un palillo y trinchaba una patata.
Cuando salieron del restaurante ya iban un poco cargados. Habían bebido mucha cerveza, estaban animados así que decidieron irse a tomar algunas copas.
Serian las cuatro de la madrugada, las luces de la discoteca deslumbraban a Carlos. Roy pedía otra copa en la barra, Carlos se acercó a él.

-Venga unos chupitos Roy – dijo Carlos, los dos estaban medio borrachos.
-Vale, dos chupitos de tequila – gritó Roy al camarero.
Se reían de cualquier cosa. Los dos, con una copa en la mano, apoyados en la barra, se contaban cualquier cosa y se reían.
-¿Recuerdas la prueba esa que te dije para saber si eras seropostivo? – dijo Carlos entre risas.
-Sí – Roy seguía riendo a carcajadas-. ¿qué pasa con la puta prueba?
-pues no te lo vas a creer – dijo Carlos, los dos reían, puso su mano sobre el hombro de Roy-. me
ha dado positiva, dentro de poco tendré sida
-Roy dejo de reír, Carlos también, se miraron durante algunos segundos, eternos segundos.
-¿es una broma no? – dijo Roy muy serio
-no, ayer me llegó el test a mi casa, lo hice y salió positivo
-no sé que decir, estoy muy triste, lo siento – dijo Roy.
-¿cómo?, ¡jodete! – dijo Carlos riéndose-. Anda, pide otra copa, bailemos, la vida sigue, ¿o no?, la
vida sigue hasta que llegue el fin, y te aseguro una cosa, voy a disfrutar cada minuto que me
quede en este mundo – cogió su copa y la acabó de un trago.
-Sí – dijo Roy casi llorando-. Sí...es lo mejor.

Roy abrió la puerta de casa. Claudia dormía en el sofá, pero al oír entrar a Roy se despertó.

-¿de donde coño vienes? – dijo Claudia quitándose el pelo de la cara.
-De fiesta, la mejor fiesta de mi vida – dijo Roy tambaleándose.
-Perfecto – Claudia se levantó del sillón.
-¿no me das un beso? – Roy se apoyo en la puerta del salón para no derrumbarse.
-Hasta mañana Roy, que tengas una feliz resaca.

Roy llegó al sofá como pudo, se tumbó, no podía pensar, no podía hacer nada excepto cerrar los ojos, intentó abrirlos un par de veces, pero todo daba vueltas, se quitó los zapatos, se desabrochó el pantalón y se quedó dormido.

No había pasado ni media hora, Claudia se levantó. Vio a Roy tumbado en el sofá y por primera vez no le vio como el hombre de su vida sino como el tío que compartía piso con ella, quizá como un amigo, pero no como el hombre de su vida. Sacó una manta de un cajón y la tendió sobre el cuerpo de Roy, este agradeció el gesto agarrándose con fuerza a la misma, después Claudia volvió a la cama.

A la mañana siguiente Roy tenia una gran resaca, tuvo que hacer un gran esfuerzo para incorporarse en el sillón, le vino un mareo de segundos, luego su mente fue estabilizándose hasta que solo quedó un leve dolor de cabeza. Claudia dormía, o por lo menos eso parecía. La puerta del dormitorio estaba cerrada, Roy prefirió no molestarla. Fue a la cocina y sacó el cartón de leche de la nevera, se bebió un vaso, se sirvió otro, buscó por la cocina las aspirinas y se tomó una. Sintió que alguien mas estaba en la cocina, era Claudia. No le saludó, pero Roy al verla fue hacia ella.

-Buenos días, siento lo de anoche, vaya borrachera – dijo mientras se tocaba las sienes con los dedos.
Claudia no contestó, ni siquiera lo miró, actuó como si nadie más estuviese en la cocina.
-¿qué te ocurre?, ¿estas enfadada? – dijo Roy.
Pero Claudia seguía sin hacerle el menor caso.
-Claudia, por favor, dime, ¿que te pasa?
-Roy creo que lo nuestro no puede seguir así. Quiero dejarlo, al menos por un tiempo – sacó los
cereales del armario, se echó unos cuantos en un vaso y prosiguió-. Voy a serte sincera por que
eres una persona muy importante para mi y prefiero decírtelo ahora: a veces no estoy a gusto
contigo, me gustaría estar en otro sitio, sola, no sé, pero siento que no quiero seguir mas contigo,
lo siento.
Pasaron algunos segundos. Roy no dijo nada, en realidad no sabia que decir. Terminó de beber la leche y salió de la cocina.
-Roy espera – Claudia intentó detenerle.
Fue hacia el dormitorio y sacó su bolsa de viaje, nervioso, con prisa empezó a sacar su ropa del armario.
-No hace falta que hagas eso – dijo Claudia entrando en la habitación y sujetando las manos de
Roy-. Soy yo la que se va, tú no tienes que ir a ningún sitio
Roy la miró a los ojos, le pareció raro pero aquella persona no era la misma con la que había compartido sus dos últimos años. Claudia ahora era una persona extraña, fría y despiadada.
-¿por qué? – dijo Roy liberándose de las manos de Claudia.
-No lo sé Roy – Claudia comenzó a llorar.
-Vale, vale, no digas nada, esta bien – Roy abrazó a Claudia -. No pasa nada, seremos amigos, es
cierto que estos últimos días las cosas no han ido muy bien – Roy le acariciaba el pelo-. Es mejor
así, para mi lo único importante es tu felicidad
-cállate – gritó Claudia saliendo de la habitación.

Roy se sentó en el sofá, estaba triste, pensó en llamar a Carlos, pero no tenia ganas de nada, todo eran recuerdos, tristes recuerdos, y preguntas, ¿por qué?, ¿tiene otro chico?, ¿en que he fallado?, pensaba.
Encendió la tele, cambio de canal varias veces, después la apagó. Se tumbó en el sofá y cerró los ojos, no pretendía dormir, solamente quería desaparecer, evadirse del mundo, no sentir, no sentir nada. Aunque no era su objetivo, a los pocos segundos Roy se durmió.

Carlos se sentía bien. Se levantó temprano, quiso aprovechar el día, por la tarde tenia una entrevista de trabajo. Un amigo le había ofrecido trabajar en una administración de Loterías. La entrevista era puro trámite, el puesto de trabajo era suyo. Salió a la calle a comprarse cuchillas de afeitar, hacia días que en su cara poblaba una fina barba producto de la desgana.
Cuando volvía para casa, Carlos pensó en llamar a Sandra. En la primera cabina que encontró a su paso lo hizo.
Después de algunos sonidos contestaron.

-dígame
-Hola, ¿esta Sandra?
-¿quién eres? – era una voz de mujer.
-Soy Carlos – reconoció la voz de Elvira-. Tu eres Elvira, ¿no?
-Si, hola Carlos, pues esta durmiendo, ¿quieres que la despierte?
-No, no, solo dile que la he llamado
-Esta bien, mañana tenemos una actividad en la asociación, supongo que vendrás
-Sí, claro, iré, pero no sabía nada – dijo Carlos.
-¿no te lo comento Sandra?, bueno no pasa nada, es una charla sobre como evoluciona la enfermedad, va a venir un prestigioso medico que lleva varios años dedicado a estudiar una vacuna
-interesante, cuenta conmigo Elvira
-bien, te esperamos a las ocho en mi casa
La propuesta era interesante, Carlos acudiría, y así de paso vería a Sandra.

La entrevista no duro más de media hora. Carlos ya tenia trabajo, no era el empleo de su vida pero para ganarse un dinero le venia bien, además la prestación por desempleo le cumpliría dentro de poco, era un salvavidas al que agarrarse hasta que saliera algo mejor o llegara lo peor.

Llegó a casa de Elvira a las ocho menos diez. Tardaron en abrirle la puerta, pero pasados algunos minutos Sandra le abrió.

-Hola Carlos – dijo Sandra con dulzura.
-Hola, vengo a la charla - dijo Carlos y besó la mejilla de Sandra.
-Sí pasa, llamaré a mi madre

Carlos aceptó la invitación de Sandra a entrar y después a sentarse. Mientras esperaba a que Elvira viniese a saludarlo, Carlos ojeó una revista que había a su lado. La leyó por encima, al ir a dejarla encima de la mesa se dio cuenta de que se había desprendido un papel de la misma. Carlos cogió el papel doblado y después de abrirlo leyó lo siguiente:

“ Srta. Elvira:
El balance de la asociación es fabuloso, espero y deseo que sigan sus éxitos, este mes se han unido cuarenta y tres personas, pronto nuestra causa será un gran triunfo.
Por otra parte le ruego se de prisa en mandarme las estadísticas individuales de cada miembro, así podremos actualizar la clasificación para los correspondientes premios de este mes.
Recibe un saludo y da un beso a Sandra.
Atentamente:
Felipe Ruiz”

Carlos guardó la carta en su bolsillo, no supo por que lo hizo, fue como un acto reflejo al ver que Elvira se acercaba al salón.

-Hola Carlos, pues si me acompañas, el profesor Raymond nos esta esperando en la sala de
reuniones
-Hola Elvira, claro, será interesantísimo – dijo Carlos.

La reunión fue amena, e interesante, se trataron diversos temas. Al finalizar la charla del profesor, Elvira anunció a todos los asistentes que les invitaba a un pequeño cóctel. Enseguida todos pasaron a otra salita donde había diversos canapés y bebida variada. Carlos cogió una cerveza y fue a ver a Sandra que charlaba con un individuo mucho mayor que ella.

-Hola, ¿interrumpo? – dijo Carlos interponiéndose entre Sandra y el hombre.
-No, solo comentábamos lo interesante que ha resultado la charla del Dr. Raymond – dijo
Sandra.
-Sandra me alegro de verte tan bien – dijo el hombre tocando su hombro-. Voy a ver a tu madre,
luego te veo
-¿me esperas un minuto?, voy a coger una cerveza – dijo Sandra
-aquí estaré – respondió Carlos.
Sandra no quiso tardar mucho, Carlos la estaba esperando.
-Oye, ¿cuándo vamos a repetir lo de la otra noche? – preguntó Carlos.
-pues no sé, nunca supongo - Dijo Sandra.
-Como quieras, sabes, ya tengo trabajo
-si, que bien, ¿dónde?
-un amigo mío me ofreció trabajar en su administración de Loterías. Esta tarde su padre me ha
hecho una entrevista, empiezo pasado mañana, trabajaré de lunes a viernes, y el sueldo no es
malo
-me alegro por ti Carlos – Sandra se bebió la cerveza de un trago-. Espero que todo te vaya bien,
sin duda lo mereces, ahora si me disculpas, tengo que hablar con mi madre
-sí, yo ya me voy, mañana tengo que madrugar – dijo Carlos.
-¿mañana?, tu último día para dormir y tienes que madrugar, ¿para que? – preguntó Sandra.
-Pues, no lo sé, supongo que quiero aprovechar el día
-como eres – Sandra acarició la mejilla de Carlos, después se fue.

En realidad Carlos no quiso decir a Sandra por que tenía que madrugar. Mañana era veintinueve de octubre, tenía la analítica a las ocho y cuarto de la mañana.
Llegó a su casa, se duchó y fue directamente a la cama. Le costó dormirse. Pensaba en que una vez que le hicieran los análisis la suerte estaría echada. Si era seropositivo lo sabría él y el mundo entero. Se quería auto convencer de no ir, de dejarlo pasar, total, si tengo el sida ya saldrá cuando tenga que salir, pensaba. Al fin el sueño pudo al pensamiento y Carlos se durmió.

El despertador sonó, Carlos se despertó rápido. Despertó como uno de esos días en los que tienes algo importante que hacer. Se vistió rápido, sin dejar de pensar en lo que se le venia encima. Carlos odiaba las agujas, no le gustaba nada hacerse análisis. Hace un par de años se desmayó después de sacarle sangre, su amigo Roy había ido con él, una suerte, pues le agarró y le sostuvo hasta que reaccionó. Pero ahora todo era distinto, al menos eso quería pensar Carlos.
Caminó rápido hasta el ambulatorio. Cuando llegó había mucha gente esperando. Hoy todos se hacen análisis, pensó Carlos y se puso al final de la fila. A pesar de la gente que había la cosa iba rápida, pareciese la mili, o ganado para marcar. Entraban y a los pocos segundos salían con el brazo doblado y la cara blanca. Carlos no pensaba, no quería pensar en nada, si pensaba lo mas seguro era que se marearía y ahora no tenia a nadie que lo sujetase. Intentó concentrarse, después de quince minutos llegó su turno. Carlos entró en la sala, una mujer lo invitó a sentarse.

-Hola joven, a ver subete la manga de la camisa – dijo la doctora sujetando una goma elástica.
-Carlos descubrió su brazo derecho y lo apoyó en la mesa. Debajo del brazo había como una especie de almohadilla. La doctora rodeó el brazo de Carlos con la goma he hizo un fuerte nudo, después cogió un algodón y lo empapó en alcohol. Miró la hoja de la analítica y cogió seis tubos, acto seguido abrió un envoltorio, dentro había una finísima aguja. Carlos no quería mirar, fijó su vista en el suelo. La doctora clavó con sutileza la aguja en el brazo de Carlos e introdujo el primer bote para llenarlo de sangre, una vez estuvo lleno lo sacó, y metió otro, así uno detrás de otro. Carlos fue sintiendo como sus fuerzas flaqueaban, empezó a sudar, y un calor le subió de los pies a la cabeza, su visión comenzó a perder color.

-bien pues ya esta – dijo la doctora mientras sacaba la aguja del brazo de Carlos-. ¿te encuentras
bien? – pregunto la doctora.
-Sí – respondió Carlos con voz lacónica.
-¿seguro?
-Bueno estoy un poco mareado
-Sí, de verdad, no creo, esta bien, pues pon las dos manos encima de la mesa – la doctora dejó
pasar algunos segundos-. ¿ya te encuentras mejor?
-Sí, parece que sí, es que me habéis sacado mucha sangre, ¿no? – dijo Carlos ya con mejor color.
-No, hombre, que va, la justa – la doctora sonrió.
-Bien, bueno ya estoy bien, ¿puedo tomarme un zumo? – preguntó Carlos.
-Claro, puedes tomarte lo que quieras, ¿de verdad te encuentras bien? – insistió la doctora.
-Sí, seguro
-Pues entonces ya esta todo
-Gracias – dijo mientras se bajaba la manga de la camisa.

Carlos salió, todavía estaba un poco confuso. Sacó un zumo de la maquina del mismo ambulatorio y lo bebió de un trago. De vuelta a casa volvió a pensar en lo que acababa de hacer, era como decirle a un vidente que te anticipe tu muerte. Carlos estaba convencido de que era seropositivo. Llegó a casa y se tumbó a leer, pero había pasado mala noche, y había madrugado, así que sin querer se durmió.

Elvira buscaba en los cajones, los abría y cerraba con nerviosismo buscando algo. De repente Sandra apareció.

-¿qué buscas? – preguntó extrañada.
-No es asunto tuyo, fuera de aquí
-Desde luego que no, desde que nací nada es asunto mío – dijo Sandra, después se marchó.

Fue a casa de Carlos. Tardó poco, tenía ganas de verle.

-Hola, Sandra – Carlos se tocó el pelo, y se restregó los ojos desperezándose.
-Hola, perdona si te molesto, ¿estabas durmiendo? – dijo Sandra cruzándose de brazos -. ¿Puedo
dormir esta noche contigo?, he discutido con mi madre – dijo con cara de pena.
-Si, claro, pasa.

Sandra entró, se quitó el abrigo, a los pocos segundos sintió una mano en su hombro. Carlos la giró, los dos quedaron frente a frente y se besaron. Juntaron sus calidos labios, el beso fue llenándose de deseo. Comenzaron a desnudarse, se acariciaban con pasión, no hablaron, solo se dejaron llevar por la situación.

Sandra dormía. Carlos se levantó con cuidado, no quiso despertarla. Salió despacio de la habitación y fue a mirar el bolso de Sandra. Encontró su cartera, la abrió, además de la documentación, le sorprendió ver la tarjeta de la asociación, en ella además de un teléfono y su nombre se podía leer: “RANGO: sentí “. Carlos la volvió a guardar. En el bolso también había un buen número de preservativos. Cerró el bolso y volvió a la cama. Se tumbó y abrazó a Sandra, ella agradeció el gesto agarrando con fuerza el brazo de Carlos.

Era sábado y hacia mucho tiempo que Carlos no salía de marcha con Luis, tenía ganas, así que lo llamó, este no opuso mucha resistencia. Quedó con él a las once.

Llevaba diez minutos esperando. Luis y su puntualidad, pensó.

-que pasa tío, perdona el retraso, es que no sabía que chaqueta ponerme – dijo dando la mano a
Carlos.
-No te preocupes, vamonos ya, tengo sed.

Empezaron la noche en un Púb. cercano, en él la música no estaba muy alta y como hacia mucho tiempo que no se veían así podrían charlar. Llegaron y el local estaba con muy buen ambiente. Pidieron dos cervezas y se sentaron en la barra.
En un momento de la conversación Carlos sacó el tema del VIH.

-la semana pasada me hice las pruebas para ver si la cagada con la prostituta me ha traído la
ruina – dijo Carlos.
-Sí, eso esta bien, lo mejor es saberlo cuanto antes – dijo Luis sin escuchar mucho lo que decía
Carlos-. Por que si lo tienes lo mejor es atajarlo cuanto antes – sentenció mientras miraba a una
rubia que había al otro lado del Púb.
-Sí – Carlos dio un buen trago a la cerveza.
Luis empezó a agudizar la vista, y se dio cuenta de que la rubia que miraba era Claudia.

-Mira Carlos, aquella no es Claudia – dijo agarrándole el hombro.
Carlos volvió su cabeza y se fijó en la chica. En efecto era ella, compartía cerveza con un joven. Carlos al darse cuenta de que era ella, miró a su acompañante con rapidez, esperando ver a Roy, pero no estaba con él. Luis y Carlos se miraron extraños, acabaron sus cervezas y salieron del Púb.

-era ella ¿no? – preguntó Carlos -. Voy a llamar a Roy, ¿me dejas tu móvil?
Carlos llamó a Roy, este dormía así que tardó algunos segundos en coger el teléfono.

-dígame – respondió una voz somnolienta.
-Soy Carlos, ¿qué tal tío?
-Jodido, y más jodido ahora que me has despertado
-Oye ¿sigues con Claudia verdad?, me refiero a que cuando me dijiste que las cosas iban mal, no
habrá...
-Vale ya tío, ¿estas pedo? – dijo Roy sin dejar terminar a Carlos-. No estoy con ella, me plantó
hará como una semana o así, aunque claro el tiempo pasa tan despacio últimamente para mi
que es probable que haya sido ayer – Roy respiró hondo -. Y ahora, ¿puedes dejarme dormir?
-Sí, oye lo siento, te llamaré para hablar contigo

La noche no salió todo lo bien que ambos esperaban. La noticia de que Roy no estaba con Claudia enturbió toda la velada. A las cuatro los dos estaban algo borrachos y decidieron irse a dormir. Carlos antes de ir a su casa en su estado de embriaguez se le ocurrió algo mejor.

Sandra abrió la puerta, estaba en pijama y despeinada.

-¿qué haces aquí?
-Te echaba de menos – respondió Carlos apoyándose en la puerta.
-Vamos, ¿estas borracho?, lo que me faltaba, anda largate – dijo y cerró la puerta.

Carlos se apoyó contra la pared y se dejó deslizar por ella hasta quedar sentado. Hundió su cabeza entre los brazos y se quedó dormido.
Sandra abrió la puerta ya vestida y vio a Carlos sentado junto a su puerta.

-vamos despierta – dijo mientras le daba repetidos golpes en el brazo.
-Venga Carlos – abrió los ojos -. Vamos a tu casa, hoy también dormiré contigo – le ayudó a
levantarse.

Salieron a la calle. Carlos estaba más despejado, o al menos eso parecía. No habló nada, en cierto modo se arrepentía de haber ido a buscar a Sandra.

-¿qué pasa ahora, se te ha comido la lengua el gato? – dijo Sandra cogiéndole de la mano.
-Oye Sandra, lo siento, lo siento de veras, no tenía que haberte molestado – se soltó de su mano
y se abrochó el abrigo -. Soy un imbecil
-De eso nada, Carlos me gusta estar contigo, ahora cállate, deja que la noche hable por ti, tu solo
dame la mano e invítame a tu casa, dormiremos juntos

Roy se levantó, puso la radio y calentó café. Odiaba su situación. Los domingos eran muy tristes, echaba de menos a Claudia. Desayunó con desgana, después se duchó.

Claudia se quitó el brazo de Alberto de encima. Se levantó de la cama, fue a su bolso y cogió el móvil, lo encendió. Tenia un mensaje, lo abrió rápido, esperaba que fuera de Roy, quería que fuera de Roy, no le amaba, ni siquiera quería volver con él, pero ella deseaba que no la olvidase, al menos tan pronto. Después pensó que era despiadada, que era mala, por querer que Roy pensase en ella. Si ella le había dejado lo mejor era que rehiciera su vida y fuera feliz. Pero la idea de que Roy se despertase esta mañana de domingo junto a otra mujer la descompuso, dejó de pensar en ello. Volvió a la cama y empezó a comer el cuello de Alberto, él despertó enseguida. Se abrazaron.

-¿qué madrugadora eres? – dijo mientras besaba el cuello de Claudia.
-Sí, es que durmiendo no puedo disfrutar de ti – dijo mientras acariciaba el pecho de Alberto.
-será mejor que nos levantemos si queremos aprovechar el día. He pensado que podíamos irnos
algún pueblo, comeremos fuera, probaremos algún plato típico de algún pueblecito escondido,
¿te parece?
-no sé...yo había pensado quedarnos todo el día en la cama, comiendo lo que sea y besándonos
todo el tiempo, ¿te parece? – dijo Claudia.
-eres increíble - dijo Alberto y los dos se deshicieron de nuevo en caricias y abrazos.

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