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relatos imperdibles - El último peldaño de la escalera - Stephen King

De mano del que muchos consideran el maestro del terror, os dejo este relato, lo he catalogado como imperdible, a ver si opináis lo mismo.

Un abrazo.


EL ÚLTIMO PELDAÑO DE LA ESCALERA

Ayer recibí la carta de Katrina, cuando aún no hacía una semana que mi padre y yo habíamos regresado de Los Angeles. Estaba dirigida a Wilmington, Delaware, y me había mudado dos veces después de vivir allí. Ahora la gente se muda mucho, y observé con curiosidad cómo las direcciones tachadas y los rótulos de cambio de do¬micilio podían asumir un aire acusador. Su carta estaba arrugada y manchada, con una esquina gastada por el manoseo. Leí su contenido y un momento después me encontré en la sala, con el teléfono en la mano, a punto de llamar a papá. Dejé el auricular con un sentimiento parecido al horror. Era anciano y había tenido dos infar¬tos. ¿Estaba justificado que le telefoneara y le hablara de la carta de Katrina cuando acabábamos de volver de Los Ángeles? Eso podría haberlo matado.
De modo que no lo llamé. Y no tenía a quién contár¬selo... Una carta como ésa era demasiado personal, tanto que sólo podría haber hablado de ella con mi esposa o con un amigo muy íntimo. En los últimos años no he en¬tablado grandes amistades, y mi esposa Helen y yo nos divorciamos en 1971. Ahora sólo nos intercambiamos tarjetas de Navidad. ¿Cómo estás? ¿Cómo marcha el tra¬bajo? Te deseo un feliz Año Nuevo.
Había pasado toda la noche en vela, con la carta de Katrina. Podría haber escrito lo mismo en una postal. Debajo del «Querido Larry» había una sola frase. Pero una frase puede decirlo todo. Puede hacerlo todo.
Recordé la imagen de mi padre en el avión, el aspecto avejentado y demacrado de su rostro bajo la implacable luz del sol, a 6.000 metros de altura, mientras volábamos hacia el Oeste desde Nueva York. Según el piloto acabá¬bamos de sobrevolar Omaha, y papá dijo: «Está mucho más lejos de lo que parece, Larry.» Su voz destilaba una pena que me hizo sentir incómodo, porque no la entendía. La entendí mejor después de recibir la carta de Katrina.

relatos imperdibles - El brazo marchito - T. Hardy

Hay relatos que perduran a través del tiempo. Son esos escritos que se convierten en atemporales, que los lees y dices: "Esto es literatura".
Hoy les invito a que lean uno de esos relatos, el autor T. Hardy, un poeta y novelista inglés.

Por la extensión del relato, he preferido poner el enlace y no incluirlo en mi blog, espero que os guste.

El brazo marchito


Por otra parte, si queréis más información del autor, os dejo su enlace en la Wikipedia:

T. Hardy


Un abrazo.

Sobre la escritura de una novela

Llevo siete días sin ir al gimnasio, tantos como llevo escribiendo mi nueva novela.
El proceso creativo de escribir una novela no es algo baladí, ni que se pueda hacer en los ratos libres, es un proceso absorbente cien por cien.
En mi caso, las novelas no se empiezan a escribir cuando me siento frente a mi Macbook, hay un proceso que se produce antes, durante y en algunos casos después. Me explico:

La historia se cuece antes de escribirla. Un pequeño detalle, una noticia en la televisión o en los diarios, un pensamiento, algo que me conmueve, estas cosas crean en mi el principio de la historia, luego esa idea puede germinar o no. Muchas veces me ha pasado de tener la historia, darle vueltas unas horas, o un par de días y no llegar a nada, no ser lo suficientemente fuerte como para atraparme y escribirla. No sé muy bien cual es el elemento diferenciador entre una idea que no germina y otra que sí y se convierte en novela, por eso soy de la opinión que las historias te eligen, no las eliges tú a ellas.
Una vez la idea se ha instalado en mi cabeza, no se mueve, durante días, semanas, meses, va creándose dentro de mi cabeza, como un embarazo, durante días no hago otra cosa que pensar en la historia, se va elaborando desde dentro, pero no me siento a escribir, no por pereza, sino porque no es el momento todavía.
Igualmente no sé cuando es el momento exacto para sentarme a escribir, supongo que será cuando la historia ya tenga cierta trama, algunos personajes, el caso es que de un día para otro me atenazan las ganas de narrar lo que tengo en mente, entonces me siento y escribo.

El Abuelo de Alemania

Hay que hacer algo más. Me refiero para que alguien llore el día de tu funeral. El Martes murió mi abuelo.
El abuelo de Alemania, así le llamábamos. Como tantos otros españoles, mi abuelo se fue a trabajar a Alemania, solo que en este caso no fue para mantener a su familia, sino que fue una huida hacía delante, se separó de su mujer, abandonó a su familia y se marchó a tierras germanas.
El miércoles fue su entierro. Fue un acto de compromiso, no hubo lagrimas, no hubo sentimiento, más bien era un tramite que teníamos que hacer. Unas treinta personas acudimos cariacontecidos al mencionado sepelio. Hubo tanta frialdad que me resultó muy complicado creer que estaba en un funeral, y menos en el de mi abuelo.
Fiel a mi manía de tratar de encontrar un porqué a todo cuanto sucede en mi vida, intenté averiguar el motivo por el cual no me causo tristeza la muerte de mi abuelo. Quise saber porque no lloré el día de su entierro. No he tratado mucho con él, no le conozco, nunca me contó un cuento en sus rodillas, sí, quizá pudiera ser eso, sin embargo esto no era del todo cierto.
Pasó veintinueve años trabajando en Alemania, allí trabajó de tornero, y se labró una fama y un nombre, llegó a ser un reconocido tornero, en Alemania conoció a la que hasta su muerte fue su compañera: Victoria, la mujer compartió treinta y cinco años junto a mi abuelo.

 
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