El Abuelo de Alemania

Hay que hacer algo más. Me refiero para que alguien llore el día de tu funeral. El Martes murió mi abuelo.
El abuelo de Alemania, así le llamábamos. Como tantos otros españoles, mi abuelo se fue a trabajar a Alemania, solo que en este caso no fue para mantener a su familia, sino que fue una huida hacía delante, se separó de su mujer, abandonó a su familia y se marchó a tierras germanas.
El miércoles fue su entierro. Fue un acto de compromiso, no hubo lagrimas, no hubo sentimiento, más bien era un tramite que teníamos que hacer. Unas treinta personas acudimos cariacontecidos al mencionado sepelio. Hubo tanta frialdad que me resultó muy complicado creer que estaba en un funeral, y menos en el de mi abuelo.
Fiel a mi manía de tratar de encontrar un porqué a todo cuanto sucede en mi vida, intenté averiguar el motivo por el cual no me causo tristeza la muerte de mi abuelo. Quise saber porque no lloré el día de su entierro. No he tratado mucho con él, no le conozco, nunca me contó un cuento en sus rodillas, sí, quizá pudiera ser eso, sin embargo esto no era del todo cierto.
Pasó veintinueve años trabajando en Alemania, allí trabajó de tornero, y se labró una fama y un nombre, llegó a ser un reconocido tornero, en Alemania conoció a la que hasta su muerte fue su compañera: Victoria, la mujer compartió treinta y cinco años junto a mi abuelo.

El abuelo de Alemania, fue presidente de un club de Fútbol en el país bávaro, fue el presidente del Ofenbach F.C. un modesto club de la segunda división alemana, con este club de fútbol recorrió gran parte de Europa. Además era un gran madridista.
Recuerdo que una de sus grandes pasiones era coleccionar bolígrafos, llaveros, y mecheros, en especial los que tenían lucecitas, recuerdo esos mecheros que cuando los encendías se iluminaban luces de todos los colores a la vez que sonaba una estrambótica y ortera musiquita.
Era fácil adivinar cual iba a ser el regalo de cumpleaños para mi madre y mis tíos del abuelo de Alemania, un mechero; también era fácil adivinar el regalo para los primos o para mi mismo, así como la misma repetitiva frase con la que nos hacía entrega del presente: "tú como no fumas, toma, un bolígrafo".
El abuelo de Alemania me llamaba todos los años por mi cumpleaños, y esto realmente tenía su mérito, pues ahora con los móviles, agendas los cumpleaños de tus familiares y amigos, y tal día te suena una alarma, pero mi abuelo por mucho que trajera de Alemania aquellos mecheros y bolígrafos galácticos, no tenía ningún teléfono móvil, así que supongo que se lo anotaría en calendarios o en alguna agenda. La conversación que mantenía cada año con mi abuelo, era totalmente intrascendente, y apenas duraba un par de minutos, el quizá se sentía con el deber cumplido, y a mi, a mi me daba igual.
Así, no puedo decir que no conocía a mi abuelo, en realidad si lo conocí, hablaba con él cada año, y tengo recuerdos suyos y de su existencia, no sé porqué no derrame ni una lagrima por él el día de su muerte, quizá la razón sea que como decía al principio de la entrada, a lo mejor hay que hacer algo más.

Abuelo de Alemania, D.E.P.