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La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 11

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 11


Carlos no podía dejar de pensar en la carta que encontró en casa de Elvira, ¿qué significaría?, había términos muy raros, también le confundía la tarjeta de Sandra, “rango”, ¿qué demonios quiere decir "Rango: sentí"?. Algo le daba mala impresión, Elvira, Sandra, o incluso la asociación. Pensó en ello durante algún tiempo. Sin saber como le vino a la cabeza la imagen de la prostituta en su coche, esta al ir a sacar el preservativo dejó caer en el asiento una tarjeta. Carlos lo recordó con esfuerzo, pero a medida que iba recordándolo una y otra vez la imagen se hacía más clara en su cabeza. Sí, ahora lo recordaba todo con claridad, la tarjeta que encontró en su coche era de la prostituta. En un segundo se le ocurrieron muchas preguntas, ¿qué sentido tenía que una prostituta fuera de una asociación de seropositivos?, ¿dónde estaba ella?, no había ido a ninguna reunión ni actividad, de haber ido la hubiese reconocido.
Entró diez minutos antes a trabajar, era su primer día, Marcos, su jefe y amigo, le esperaba.

-Carlos, entras pronto, se nota que quieres empezar bien
-sí Marcos, tengo que causar buena impresión – dijo guiñándole un ojo.
El primer día fue tranquilo, la relación entre Carlos y Marcos era buena. Se conocían desde hacia tiempo.
Carlos llegó a casa muy cansado, había pasado mucho tiempo no haciendo nada, y aunque no tuvo mucho trabajo si que acusó la inactividad.
No tenía hambre así que no comió nada. Se acostó y se puso a leer. Pasaron algunos minutos, empezó a sentirse mal, se estaba mareando, comenzó a sudar, salió de la cama, fue al baño, y vomitó. Fue recuperándose poco a poco, después volvió a la cama e intentó dormir.
Se levantó de madrugada varias veces, no sabia por que motivo, pero no podía dormir. Fue a la cocina y se tomó una píldora para conciliar el sueño.
Roy había quedado con Carlos en su casa a las ocho de la tarde. Ambos salían de trabajar a las siete.
Cuando Carlos vio a Roy se quedó sorprendido. Su aspecto dejaba mucho que desear. No estaba peinado y se había dejado barba, la ropa estaba con algunas arrugas y se le notaba en la cara que estos últimos días no había descansado muy bien.
-Que tal Roy, ¿cómo te encuentras? – se fundieron en un caluroso abrazo.
-Bien, oye no te veo buen aspecto, ¿estas a dieta o algo? – preguntó Roy.
-No, es que no duermo muy bien, además a veces vomito sin ton ni son, será el estomago,
además hace algunos días que estoy trabajando, eso también me ha hecho perder algo de peso –
se sentaron en el sofá del salón, Carlos tuvo que retirar la ropa que había para sentarse-. Tu
tampoco tienes buena cara
-No, lo estoy pasando mal – hizo una pausa, se pasó las manos por la cara, después prosiguió -. --La quería mucho sabes, no entiendo como me ha podido hacer esto
-Lo sé Roy, es un mal trago, ¿pero sabes una cosa? – esperó a que Roy asintiera con la cabeza,
después continuó-. Esto también pasará, todo pasa, date tiempo, la olvidaras seguro
-Sí, eso espero. Todos los días pienso en llamarla, para ver que hace, como esta, pero no tengo
valor. Pienso que ella espera que yo la llame para que vuelva, que me echa de menos – Roy
comenzó a llorar.
-Venga tío, ella no te echa de menos – dijo Carlos abrazándole.
Roy se levantó deprisa. Fue al baño, pasados algunos minutos volvió a aparecer, esta vez, recuperado.
-Supongo que esto es normal, quiero decir que tarde o temprano me tendría que pasar – dijo
esbozando una pequeña sonrisa.
-Claro Roy, a mi también me tocó, hace algunos años, fue muy duro, pero esto tiene solución, el
tiempo te dará la solución, serás feliz, ya lo veras
-Por cierto mañana voy a recoger los resultados de los análisis, mañana me dirán si soy seropositivo – dijo Carlos.
-Hostia tío, se me olvidó llamarte para ir contigo a la analítica, lo siento, es que con el lío este...
-No tiene importancia Roy – dijo Carlos interrumpiéndole-. Mañana saldré de dudas, aunque yo
casi no tengo ninguna.
-anda no digas gilipolleces, cambiemos de tema, ¿quieres tomar algo?
-Sí, una cerveza

Cuando Carlos quiso salir de casa de Roy eran más de las doce. Desde lo lejos pudo divisar la silueta de una mujer en el portal de su casa, a medida que se acercaba veía con mas claridad su cara. Sandra le estaba esperando.

-vaya, llevo aquí más de dos horas, ¿dónde te metes?, y lo mas preocupante, ¿por qué no tienes
teléfono móvil? – dijo Sandra, después salto a abrazarle y le besó.
-Que sorpresa. No tengo móvil por que no tengo dinero para pagarlo, ¿subimos? – preguntó
Carlos.
-Carlos pidió la tarde libre. Tenía hora con el medico a las cinco y cuarto. Llegó a la sala de
espera, había cinco personas mas, pero el iba detrás de una joven que tenia hora para las cinco y
diez.
Se le hizo el tiempo eterno, pero por fin salió la chica y le tocó el turno. Carlos se levantó
despacio y caminó hasta la consulta.

-hola – dijo con un hilo de voz.
-Bien, ¿qué le ocurre?
-Vengo a por los resultados de unos análisis que me hice, llamé y me dijeron que ya estaban.
-Un momento, eres Carlos Sánchez, ¿verdad? – el doctor sacó su historial y cogió un sobre
cerrado-. Aquí están, vamos a ver – Abrió el sobre con cuidado, desdobló el folio y comenzó a
leer, tras unos segundos habló -. Carlos, usted se hizo una analítica para detectar enfermedades
de transmisión sexual básicamente, bien pues según el estudio de la misma tengo que decirle
que ha dado positivo en el test elisa, es decir según el resultado del test es usted seropositivo,
¿cuánto hace que tuvo la exposición?
Carlos sonrió, de todo lo que el doctor había dicho tres palabras volvían una y otra vez a su mente, le martilleaban el cerebro, “es usted seropositivo”. Comenzó a sudar, perdió la vista y se desmayó.
El doctor se levantó con rapidez. Cogió a Carlos por los hombros y lo tumbó en una camilla, le desabrocho el pantalón y comenzó a darle suaves bofetadas en la cara, a la tercera Carlos fue abriendo los ojos con suavidad.

-¿ya estas mejor? – preguntó el doctor-. ¿Cómo te llamas?
-Carlos – dijo en voz baja.
-¿y cuantos años tienes?
-veintiseis, ¿qué ha pasado?
-Nada hijo, se desmayó, supongo que a causa de la noticia que le di, ¿la recuerda verdad?
-Sí – respondió Carlos y no dijo nada más.
El doctor le mandó una segunda analítica para confirmar el positivo. Trató de darle alguna esperanza, “hay falsos positivos”, había dicho, pero Carlos ya no veía la luz al final del túnel, cada vez se hacia mas y mas grande, cada vez se sentía mas triste y deprimido. Pensó en llamar a Sandra y contarle todo, en cierto modo se sentía más triste por no poder hablar con ella de esto. No sabia como reaccionaria, por que aunque Sandra también era seropositiva, su caso era diferente, ella había nacido con la enfermedad, su madre se lo trasmitió en el embarazo.

Carlos llegó a su casa, se puso cómodo y cogió el teléfono.

-mama soy yo, Carlos
-hola cariño, ¿qué tal todo?, ¿cómo estás?
-Bien, estoy muy bien, solo llamaba para saludarte y ver como estáis tu y papa
-Pues bien, como vamos a estar, como siempre, pero te veo triste, ¿seguro que estas bien? – dijo
la madre preocupada -. Tu no acostumbras a llamar así como así
-Claro de verdad que estoy bien, solo que he tenido un día duro y anoche no dormí muy bien, eso
es todo. Bueno mama, da un beso a papá, ya iré a comer algún día de estos, os quiero
-Nosotros también, cuídate hijo mío

Carlos colgó el teléfono y comenzó a llorar con tristeza. Se tumbó en la cama. La luz estaba apagada, era casi de noche. Carlos no hizo otra cosa que pensar, tumbado en la cama pensaba en lo diferente que seria su vida a partir de ahora. Su vida no dependía de el, no podía decidir que hacer o que no hacer por que toda su suerte estaba echada. Pensó, desvarió, y lloró durante toda la noche. El despertador sonó. Con una mano lo apagó, se secó las lágrimas que hace unos minutos habían brotado de sus ojos. Se dio una ducha, evitó mirarse en el espejo, no quería verse. Y con el cansancio que da no haber pegado ojo en toda la noche se fue a trabajar.

Claudia se detuvo frente al escaparate de Melvin, se fijó en unas gafas de sol que había expuestas. Pasó a preguntar el precio, no le pareció excesivo y las compró. Serán el regalo ideal para Alberto, pensó.
Alberto vivía sólo, había pedido a Claudia en el poco tiempo de relación que se fuera a vivir con él, pero Claudia todavía no se sentía segura, no tanto para irse otra vez de casa de sus padres.

Lo primero que hizo al verle fue besarle, le abrazó y le entregó el regalo.

-Es para ti – dijo Claudia sonriendo.
-¿para mí?, vaya, ¿a que se debe este honor?
-Anda ábrelo y déjate de tonterías
Alberto abrió la caja y descubrió las gafas, se las probó.
-te quedan genial – dijo Claudia, después le besó.
-Sí, ya lo veo, y eso que ahora no veo nada, – Alberto se quitó las gafas y las guardó en su funda-.
Bien, pues que mejor momento que este para que te invite a cenar
-¿y que tiene que ver este momento con que me invites a cenar? – dijo Claudia entre risas.
-Nada, no tiene que ver nada, pero, ¿vienes o no? - ambos rieron y se abrazaron.

Estaba lloviendo y hacia frío. Carlos salió de trabajar cansado, había quedado con Sandra para ir al cine, pero la llamó por teléfono y anulo la cita. Hacia días que no comía, en la última semana había perdido cuatro kilos. Por las noches dormía poco y mal, la enfermedad lo estaba consumiendo. Hacia dos días que había descubierto una mancha rosada en su pecho, eso le dio que pensar, acudió al medico para ver que podía ser. El medico le tranquilizó, le dijo que no tenía de que preocuparse que era un simple hongo, nada que ver con el VIH.
Se tumbó en el sofá del salón, no puso la tele, solo se quedo tumbado, ni siquiera se desnudo. Últimamente no hacia nada, iba a trabajar como un zombi y cuando llegaba a casa se tumbaba en el sofá y se quedaba dormido, había días que incluso se iba a trabajar al día siguiente con la misma ropa. Lo único que tenía ganas era de que todo acabara, que su vida de una manera u otra terminara, pero le faltaban fuerzas para terminar con todo por voluntad propia.
Eran más de las cuatro de la madrugada, el timbre de la puerta sonó. Carlos se levantó con rapidez y corrió a abrir. Era Sandra.

-hola, ¿molesto?
-Pues un poco, ¿qué hora es? – dijo Carlos con los ojos medio cerrados.
-Pues serán las cuatro o así, ¿puedo entrar?
-No
-¿no?, estarás de broma, anda déjame que duerma lo que queda de noche contigo porfa – Sandra
jugueteaba con la mano de Carlos.
-Te he dicho que no, ya nos veremos otro día, lo siento – y sin dejar que Sandra dijera nada cerró
la puerta.
Sandra se quedó unos segundos esperando que Carlos abriera de nuevo, o quizá espero despertarse de la pesadilla que había sido el ultimo minuto, pero ninguna de las dos cosas sucedieron.

A la mañana siguiente Carlos no fue a trabajar. Llamó por teléfono y dijo que estaba enfermo. A media mañana empezó a pensar en las palabras tan duras que le había dicho a Sandra. Se lo merece, a quien se le ocurre venir a esas horas de la madrugada, pensó.
Se duchó y mientras lo hacia volvió a pensar en la fatídica noche, no paraba de dar vueltas a la idea. El alcohol dificultaba mucho recordar todos los detalles, pero Carlos quería recordarlo todo y no pararía hasta conseguirlo. Pensaba una y otra vez como sucedió, la hora, el tiempo, cada uno de los movimientos de la prostituta. Se había convertido casi en una obsesión. De repente se detuvo, paró los grifos. Salió de la ducha con rapidez y mojado corrió hacia el salón, cogió el teléfono y marcó el número del teléfono móvil de Roy.

-dígame – contesto Roy, de fondo se oía un fuerte ruido.
-Roy soy Carlos, tengo que hablar contigo
-Sí, bien esta tarde nos vemos, estoy trabajando tío, ¿y tú?, ¿no trabajas?
-Sí, pero hoy no he ido, estoy enfermo, o bueno eso le he dicho a mi jefe – dijo Carlos mientras
formaba un charco de agua en el suelo.
-Bueno pues luego te veo, si es importante dímelo ahora
-No, no, mejor después, hasta luego.

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