Búsqueda personalizada

Credulidad del tiempo - Relato 19

CREDULIDAD DEL TIEMPO

Me gustan los días lluviosos como el de hoy, supongo que además de evocarme tiempos pasados, indudablemente mejores, me gusta ver las caras de la gente en días así.
Me gusta ver la reacción de la gente en días de lluvia, todo les molesta, si solo es agua, pienso yo, pero la gente debe creer que llueve ácido sulfúrico, me encanta ver la inseguridad en sus caras por que ven que la persona de enfrente no baja o sube su paraguas, como miran constantemente sus zapatos y el agua que ha caído sobre los mismos. Es inevitable, está lloviendo, es normal que el agua manche tus zapatos, pues la gente parece que no termina de entenderlo. Es verdad, me divierto mucho observando la cara de la gente en días de lluvia, son pocas las personas que sonríen de verdad en días grises y lluviosos como el de hoy.
El día ha empezado así y no hay vuelta atrás. Me aseo, desayuno y me visto, hoy me espera una jornada de trabajo como todas las demás, si dijera que mi presencia en la empresa es imprescindible mentiría, de echo nadie notaria que no he ido hoy a trabajar, incluso en varias ocasiones lo he hecho, no he ido al trabajo y nadie me ha echado en falta, no he tenido que justificar mi ausencia, por que para nadie existió la misma. Mi reservada forma de ser y mi introvertida personalidad, me ha ayudado mucho a conseguir este, por llamarlo de alguna manera “status”, en definitiva que puedo permitirme ciertas licencias laborales.
Entro en la cafetería donde cada mañana desayuno, como siempre observo el interior del local, a primera vista nada nuevo, lo había visto tantas veces que incluso notaría la presencia de cualquier insecto invitado. En una segunda ojeada, en la mesa del fondo, la que se sitúa cerca de la maquina tragaperras observo a una joven, morena con el pelo liso por debajo de los hombros. Esa chica no acostumbra a desayunar aquí, pienso.
Me acerco a la barra y pido lo de siempre, café con una tostada. El camarero después de darme los buenos días con voz marrón y taciturna me sirve el desayuno. Lo llevo hasta la mesa, por suerte hay una mesa libre al lado de la chica morena.
Ya sentado en la mesa en la distancia corta la reconozco. En la vida de cada uno hay personas que son importantes aun sin conocerlas, nunca has hablado con ellas, alguna vez que otra has cruzado alguna mirada, pero no existe relación, no se ha perdido no, es que simplemente no existe ninguna relación. Esas personas de las que hablo, están ahí y por el mero hecho de existir, por alguna razón inexplicable son importantes para uno mismo.
La chica morena que nunca había visto en la cafetería donde siempre desayunaba volvía a cruzarse en mi vida, habían pasado años desde la ultima vez que la había visto, pero hoy, en este día lluvioso, en esta cafetería salpicada por las insistentes gotas de lluvia, cristales empañados, y ambiente cargado de humedad debido a la ropa mojada, me había vuelto a encontrar con Patricia.
Tengo que dejar de mirarla, pensé, intenté hacerlo, pero antes de desviar mi mirada ella volvió su cabeza y me vio. Como tantas otras veces las miradas dialogaron, convisuaron durante algunos minutos. Me pregunté si me conocería, si ella sabía quien era yo. Era lo primero que pasaba por mi cabeza después de cada encuentro. Tiene que saber quien soy, por lo menos de haberme visto a lo largo de muchos años, en diferentes etapas de nuestra vida, debería recordar mi cara porque hemos coincidido muchas veces, aunque solo sea por que mi mirada se había y se queda desnuda, dormida ante sus oscuros ojos, debería recordar mi aspecto, pensé.
El tiempo ha estirado sus cabellos, quizá se ha cambiado de tinte, su pelo es de color más claro que el que llevaba la última vez que la vi, o al menos así lo recuerdo yo. Ahora su aspecto es de mujer. Sus ojos también han cambiado, ya no reflejan inseguridad, su mirada es firme y recta, y sus pupilas no tiemblan en ningún momento. La triste dulzura que apreciaba en sus ojos fue algo que siempre me atrajo, pues para mi era señal de que necesitaba que alguien la cuidase, que alguien la abrazase para sentir esa juvenil seguridad que buscamos en la adolescencia. El azar o que sé yo la había vuelto a poner delante de mí, y ahora sus ojos aunque distintos me atrapaban de igual manera, pues aunque reflejaban experiencia, al cabo de mirarlos unos minutos la necesidad asomaba por sus largas pestañas, y me deje invitar una vez más por su austera nostalgia.
Habían sido muchas miradas, comentarios adolescentes con los amigos, comentarios juveniles con los mismos o diferentes amigos, decisiones dubitativas, romanticismos estoicos que no llevaron a nada.
De repente siento frío, y necesito hablar con ella, lo pienso y lo repienso, pero no puedo aguantar más, tengo que hablar con ella, por lo menos conocerla, solo conocerla.
Cuando me di cuenta estaba sentado en su mesa.
-hola Patricia
-hola, ¿te conozco? –dijo ella con gesto ingenuo.
-no, al menos nunca hemos hablado, a lo mejor me has visto por el barrio, en el instituto, en cualquier bar de copas, pero nunca hemos hablado
-si, ahora que lo dices, tu cara me suena –dijo.
Sus labios hinchados todavía por el calor de la almohada se antojaban dulces, en ese momento pensé en besarla, así sin más, pero sabia que no era lo correcto, no había esperado tanto tiempo para cometer tal estupidez.
-tengo que contarte algo –la dije, ella se quedó mirándome, no decía nada, intentaba calentar sus manos sujetando el café todavía caliente-. Tengo que contarte por que sé tu nombre, también quiero que sepas algunas cosas que durante estos últimos quince años no he podido decirte, por miedo, por mi forma de ser, o que se yo
-no te entiendo –dijo ella con sonrisa forzada.
-supongo que no, todo esto te parecerá una locura, te suena mi cara pero no sabes quien soy, no sabes mi nombre y de repente, a las nueve de la mañana te abordo en una cafetería diciendo que quiero contarte algo. Te entiendo y quiero que sepas que esto para mi tampoco es fácil, sin embargo siento que tengo que contarte muchas cosas. Ni siquiera persigo un fin concreto, solamente necesito contarte algo, necesito que conozcas una parte de mi para que también sea tuya.
-sin duda estoy un poco confusa, pero tus ojos me dicen que no eres un loco, ni siquiera que me estés tomando el pelo, desprendes sinceridad y nunca había visto una mirada tan entregada, nunca me han mirado como tu lo haces ahora mismo.
-No te creo –a cuantos habrás hipnotizado con la oscuridad de tus ojos, pensé para mí.
Había escuchado su voz muchas veces, pero nunca sus palabras se habían dirigido a mí, al menos no directamente, siempre que la había escuchado hablar yo me apropiaba de sus palabras, cazaba sus, para mí espesas palabras, y las anotaba en mi recuerdo, para los momentos difíciles, registraba su tono de voz en la galería de mi conciencia, en el habitáculo de mi memoria dedicado a la persona más importante de mi vida.
-tengo que decirte que eres la persona más importante de mi vida, tu has guiado mis sentidos durante estos últimos quince años, pensando en ti me hago una idea muy fiel de lo que puede llegar a ser el amor. Se que todo esto suena ridículo, es más, estoy intentando hablarte sin buscar palabras edulcoradas, intento evitar palabras que suenen a canción de amor adolescente, estoy intentando hablarte desde la razón, sin embargo es complicado, para que te hagas una idea, es como hablar del cristianismo, sin hablar de fe, lo que quiero decir es que para contarte todo lo que te intento decir tengo que decir palabras cursis, incluso empalagosas, de todas formas intentaré ser lo mas practico posible y evitar la vulgar y manida poesía.
-¿quieres decirme que te gusto? ¿Qué estás enamorado de mí? –dijo Patricia.
No pude evitar reírme, tuve que hacer un esfuerzo para contenerme y no carcajear.
-perdona, ¿de que te ríes? A lo mejor a sonado algo presuntuoso, perdona, lo mejor será que me vaya –dijo, y se levanto intentando mover mi silla.
-por favor Patricia, solo serán unos minutos, yo te cuento lo que tengo que decirte y luego me voy, nos vamos –dije con voz calmada.
No sé por que motivo, pero manejaba toda la situación, estaba hablando con Patricia, con una tranquilidad absoluta, había empezado a soltar las palabras que llevaba guardadas dentro de mi durante los últimos quince años, mi mirada la sujetaba a la silla, mis palabras la hipnotizaban, incluso el ambiente del bar, ruidoso ya con las primeras voces de la mañana, no era obstáculo para que nuestras palabras se entendieran y nos escucháramos sin levantar demasiado el tono de voz. Patricia volvió a sentarse, me fijé en sus labios, habían perdido un poco el grosor, debido quizá al despertar progresivo de su piel.
-No me gustas, no estoy enamorado de ti –dije. Es algo más, no puedo estar enamorado de ti, ni siquiera te conozco, bueno, puede que si me gustes, pero gustar es una palabra tan corta para lo que yo he sentido durante tanto tiempo que no hace justicia a mi sacrificio, por llamarlo de alguna manera
-que quieres decirme –dijo ella bajando la mirada.
-la primera vez que te vi yo estaba asomado a la ventana de mi habitación, era verano, tu llevabas un vestido negro con estampado de flores rojas, llevabas una carpeta y el pelo corto, cortado como un chico, pasabas por mi calle y de repente te paraste a hablar con algún amigo tuyo, allí estuviste unos diez minutos y yo te observaba, te observé, muchas veces he pensado por que me fijé en ti aquella tarde, pero lo hice y me atrapaste.
-no recuerdo, ¿vestido negro con flores rojas? –dijo sonriendo con timidez.
-algunas tardes, y más bien creo yo por casualidad, te veía desde mi ventana, lo que en principio había sido una mirada furtiva, la observación de una chica que me había parecido muy atractiva, se convirtió en algo extraño, obsesivo. Cada vez que me asomaba a mi ventana, la mayoría de las veces coincidía contigo. Tú pasabas caminando, sola y a veces con tu amiga una chica rubia que posteriormente averigüe que se llama Yolanda.
-si, oye de verdad que me estás dejando alucinada, Yolanda es mi amiga, de hecho la estoy esperando, por cierto ya llega tarde, ¿Qué calle era?
-Miguel de Cervantes –dije.
-si, por aquel entonces estudiaba inglés en una academia cercana, claro, pasaba por esa calle todas las tardes
-vaya y yo que creía que el destino nos estaba uniendo, y resulta que solo ibas a clases de inglés, entonces no había nada mágico en todo aquello, tu tenias que pasar todas las tardes por mi calle
-sí, supongo que sí –dijo ella.
-una tarde ibas con tu amiga Yolanda y de repente te paraste debajo de mi portal, empezasteis a escribir algo en la pared, pasaron algunos minutos hasta que os fuisteis. Yo me vestí de inmediato y bajé a la calle a ver que habías escrito, así supe como te llamabas, esa tarde descubrí tu nombre, ya podía dejar de llamarte “la chica del pelo corto”
-es increíble, no puedo creer lo que me estás contando.
-es cierto, es increíble, de hecho no sé como he podido llegar a donde he llegado, de verdad que parece de película, pero es cierto, pero espera, espérate que todavía hay más, mucho más.
-sigue por favor.
-una tarde en el colegio, antes de entrar a clase por la tarde, justo en el momento en que tocaba la sirena para entrar, pasaste tú, ibas con una mochila, así que supuse que ibas al colegio de al lado
-yo fui al Antonio Machado –dijo Patricia.
-yo al Bachiller Alonso López. Todas las tardes esperaba para verte pasar, tú alguna vez que otra correspondías mi observación, pero te mostrabas indiferente y nunca tu mirada sostuvo la mía durante más de un segundo. Después vino el tiempo de salir, de irse de copas con los amigos la noche de los viernes y sábados. Algunas veces hemos coincidido en algún bar, recuerdo como mis amigos me jaleaban para que te dijera algo, para que me presentase, por que Patricia, me tenias loco, eras como un icono de, no digamos del amor, si no de la vida, la de veces que habré ensayado como presentarme, que decirte, sin embargo nunca lo hice
-¿Por qué? –dijo ella.
-supongo que soy un romántico, así te tenia, aunque fuera de forma clandestina, te tenia en mis pensamientos, en mis proyectos de futuro, en mis sueños, te tenia sin peleas, sin reconciliaciones, sin celos, sin monotonía, te tenia con pasión, te tenia sin tu saberlo, si te hubiera dicho algo todo eso hubiera acabado, incluso es posible que hubiera tenido algo contigo, ahora podrías ser mi novia, pero actuando existía un porcentaje de perderte, por muy bajo que este fuese existía, de esa manera te tendría siempre. Te idolatraba Patricia, no sé si puedes entender esto, para mi eras como una real ilusión para toda la vida.
Ella se quedó mirándome, su cara reflejaba incredulidad y sus ojos brillaban, me miraba casi sin pestañear.
-todo esto que me estás contando –Patricia hizo una pausa, sus ojos brillaban y daba la impresión de estar a punto de llorar-. Todo lo que me has dicho es cierto y no pregunto, afirmo, por que nunca he escuchado que alguien me hablará de sus sentimientos con tanta sinceridad.
-mis palabras suenan sinceras por que llevan más de quince años calladas. Muy pocas veces las palabras salen con tanta convicción, muy pocas veces las palabras salen del alma para ser escuchadas desde el alma.
-se está haciendo tarde –dijo Patricia mirando su reloj-. Yo creo que Yoli se ha ido directamente a la tienda, ¿Qué hora es? Se me ha vuelto a parar el reloj
-las nueve y media –dije.
-entro a trabajar a las diez, pero no me apetece ir, ¿tu tienes algo que hacer? Quiero decir que si te parece nos vamos a un sitio más tranquilo y me sigues contando tu historia
-de acuerdo, creo que me tomaré el día libre –dije.
Mientras Patricia llamaba por teléfono, imaginé que a su jefe, yo pagué los desayunos y salí a la calle. Había dejado de llover pero el cielo estaba oscurísimo y todo alrededor estaba de color grisáceo. Las cosas eran sombras y las sombras un poco de color.
Caminamos unos metros, uno al lado del otro, de vez en cuando Patricia me miraba y me sonreía, yo la devolvía el gesto. Poco a poco la pesada carga iba desapareciendo, poco a poco iba soltando de la bodega de mis recuerdos los sentimientos no encontrados con la persona que ahora caminaba junto a mí.
Entramos a un solitario café, solo había dos personas charlando en voz baja, sin duda aquí estaríamos más tranquilos.
-¿Qué quieres tomar? –dije.
-no sé, un batido de vainilla –dijo, tenia las manos metidas en los bolsillos, su pelo moreno caía sobre sus hombros, algunos mechones estaban entremetidos entre su cuello y la chaqueta, acerqué mi mano con lentitud y liberé la melena, ella agradeció el gesto, y sus pestañas se sobrecogieron, no se alarmó, no dijo nada.
-dos batidos de vainilla por favor – le dije al camarero.
Nos sentamos en una mesa al final del café, no veíamos a nadie, parecía que estábamos solos.
-puede que todas las veces que pasaste por mi calle, no fuera cosa del destino y si de tus clases de inglés, puede que tampoco el destino tuvo nada que ver con que fueras al colegio que estaba al lado del mío, todo se debió a que somos casi vecinos y tenias que ir o al mío o a ese, también admito que no fue el destino quien nos unió en el instituto, ya que fui yo el que sabiendo que tu ibas al Giner De los Ríos me inscribiera en este para estar cerca de ti
-¡te apuntaste al mismo instituto que yo a propósito! ¡Para estar cerca de mí! –dijo interrumpiendo mi razonamiento y abrió tanto la boca que pude observar sus dientes.
-si, así es.
-es increíble, no puedo creerlo, ¿de verdad?
-que sí, lo hice, ¿Por qué no iba a hacerlo? Que mas me daba ir a un instituto u otro, así podía verte, podía seguir viéndote.
-¿y como te enteraste?
-bueno, en realidad fue un mes más tarde, yo en principio me matriculé en el Joan Miró, pero una tarde yo charlaba con un amigo y tu pasaste por mi lado, yo me quedé observándote como siempre, mi amigo me dijo: “¿te gusta esa chica?” Yo no le conteste, no le dije nada, pero el dijo: “viene a mi instituto”. Entonces el lunes siguiente cambie mi matricula.
Patricia arqueo sus cejas y abrió los ojos con admiración.
-Deja que te siga contando. Como te iba diciendo admito todo lo que estuvo en mi mano e inconscientemente también en la tuya, pero existe algo de magia en todo esto, que ni yo busque ni tu ejerciste. Me explico, una tarde cuando volvía a mi casa, no recuerdo de donde venia, quizá del gimnasio, me encontré una especie de plástico transparente y dentro del mismo un DNI junto con una cartilla de la seguridad social, cuando vi tu foto no podía creérmelo, me quedé paralizado.
-¿tú lo encontraste? ¿Tú lo metiste en mi buzón? –dijo Patricia interrumpiendo mi relato.
-si, de todas las personas que podían haber encontrado aquella documentación fui yo quien la vio ahí tirada en el suelo, delante de mi, que cosa tan maravillosa, tan increíble, como te digo algo o alguien intervino en aquella ocasión, el azar, yo que sé, pero allí estaba yo con tu DNI en mi mano, no podía parar de reír, lo guarde en mi bolsillo y me fui a mi casa pensando en la de posibilidades que se me abrían en aquel momento.
-no sé que decir, todo esto es tan surrealista. Hoy en principio debería haber sido un día normal, entré en esa cafetería por casualidad, de repente apareces tú y te decides a contarme todo esto, que sin duda me encanta, es todo tan bonito.
-el caso es que pensé en escribirte una carta, aprovechar la ocasión de haber encontrado tus documentos para devolvértelos con un escrito explicándote todos mis sentimientos, mis amigos me alentaron a hacerlo, “que mejor ocasión para decirle todo lo que sientes, pero no por carta en cuanto la veas le das su documentación y de paso te presentas”. Pero no, el riesgo de perderte, era mucho mayor a mis deseos de conocerte. Después de meditarlo mucho, pensé que lo mejor era devolverte la documentación sin más, así que hice una fotocopia de tu DNI y una tarde fui a la dirección que figuraba en el mismo, llamé a uno de los telefonillos y me presenté como el cartero comercial, me abrieron enseguida, entré y busque tu buzón, allí estaba tu nombre junto con el de tus padres, bese tus documentos y los introduje dentro del mismo.
-mi madre me lo dio al día siguiente, gracias. Podías habérmelo dado en mano, yo que sé, me hubiera gustado agradecértelo, puedo entender que yo te gustase, pero no entiendo porque nunca me hablaste, nunca te presentaste, y teniendo una ocasión tan clara de haber iniciado una conversación conmigo con la excusa de devolverme mi documentación, no sé por que no lo hiciste. No lo entiendo.
-no necesitas entenderlo Patricia, como tampoco necesitas entender que cuando digo tu nombre, incluso ahora que el paso de los años ha derrotado mis sueños, no suena tu nombre si no mi razón de ser.
-¿Por qué yo? Tampoco soy nada del otro mundo, soy una chica normal, además no puedes sentir nada por mí, tu mismo lo has dicho, no me conoces.
-precisamente por eso, no te conozco. Y aunque tu mirada te infravalora, tú no lo hagas, no eres una chica normal, eres muy atractiva. Muchas veces he pensado que lo que me estaba pasando rozaba la locura, lo absurdo. A ver si consigo que lo entiendas, si te hubiera dicho algo, si me hubiera presentado y en un momento dado hubiera conseguido seducirte, hubieras sido una más, una relación más, como te he comentado antes incluso ahora podrías ser mi novia, pero todo lo mágico, todo lo místico, toda la admiración que sentía por ti, en algún momento se hubiera perdido, a lo mejor no ahora, ni dentro de diez años, quizá nunca, pero hubiera sido distinto.
-quizá mejor –dijo ella.
-supongo, no lo sé, ahora que lo dices, creo que solo fue miedo, miedo al rechazo.
Los dos nos quedamos en silencio, mirándonos, pero en esta ocasión era diferente, nos mirábamos entendiéndonos, ella sabía que yo existía porque estábamos hablando, compartíamos mesa y dialogo, la conversación callada que durante tanto tiempo no se había producido estaba saliendo con total fluidez, escribiéndose en un nuevo capitulo con resultados todavía desconocidos.
-Ya sabía casi todo de ti, en algunos casos por mis, llamémoslas investigaciones, o bien por causa del destino. Recuerdo que un catorce de febrero en una pagina de Internet ofrecían la posibilidad de enviar bombones gratis a la persona querida, una chorrada de estas de Internet para dar publicidad a una nueva compañía de teléfonos móviles. No desperdicié la ocasión.
-¡fuiste tú el de los bombones! –los grandes ojos de Patricia se abrieron como pozos.
-si –dije frunciendo el ceño y torciendo el gesto.
Patricia empezó a mover su cabeza de un lado a otro, me miraba, de repente comenzó a reírse, cada vez con más fuerza, me contagió la risa y a los pocos segundos los dos estábamos riéndonos a carcajadas, nos mirábamos y nos reíamos.
-luego vino una gran decepción –dije y dejé de reírme, ella hizo lo propio.- Te echaste un novio, para más castigo, os apuntasteis a la misma autoescuela que yo. Tuve que veros juntitos, es cierto que nunca os vi besaros, si pasear de la mano por la calle, si en algún bar de copas. Nunca tuve la sensación de que eras feliz al lado de ese chico, quiero decir que nunca te veía reírte a su lado, e incluso una vez os vi discutir acaloradamente. Desde ese momento perdiste protagonismo, ya que le observaba más a él que a ti, me comparaba con él, pensaba si era realmente el chico que merecías, que yo no hubiera intentado algo contigo era cosa mía, pero tú te merecías y te mereces lo mejor.
-era un payaso, nunca fui feliz a su lado, por eso lo dejé. A parte él también se cansó de mí. Es que yo soy muy celosa, a lo mejor también lo sabes, pero puedo llegar a ser muy absorbente, hiciste bien en no decirme nada –Patricia hizo amago de reírse.
-no, no sabía que fueras celosa, aunque pueda parecer lo contrario, no te conozco.
-lo demás no tiene importancia, encuentros casuales, miradas furtivas, descaradas, miradas borrachas, incluso infieles. Todas mis novias te han conocido, les hablaba de ti, les decía: “mira he estado enamorado de esa chica durante años” ellas te miraban celosas, alguna te insultaba, yo les contaba toda la historia, bueno había capítulos que todavía no se habían escrito, pero les contaba lo que hasta ese momento había pasado y ellas se ponían celosas e intentaban cambiar de tema. Una vez que te conocían, que sabían de tu existencia y lo que habías significado para mi, tenía que mirarte sin que ellas se dieran cuenta. Tú eras la única a la que podía dirigir mi mirada para entregártela sin miedo a perderla.
Permanecimos en silencio durante algunos minutos, Patricia suspiraba y clavaba sus ojos negros sobre mí.
-¿y ahora que? –dijo de pronto.
-¿Qué de que?
-¿Qué sientes por mi? –dijo.
-lo mismo de siempre, eres el sueño inalcanzable que no quiero que se haga realidad, por miedo a volver a dormirme y sufrir una pesadilla.
-Sergio, todo esto que me has contado es precioso.
-un momento –dije y la voz casi no podía salir de mi garganta.- ¿Cómo sabes mi nombre?
-quizá te conozco más de lo que tú te crees –dijo ella.- Es una larga historia, casi tanto como la tuya. Salgamos de aquí, demos un paseo.
-sí, claro, estoy ansioso por escucharte., de momento tenemos todo el día…

© Sergio Becerril 2007

No hay comentarios:

 
Safe Creative #0911060075467
directorio de weblogs. bitadir
Vueling Ocio y Diversion Top Blogs Spain Creative Commons License
Bodega de Recuerdos by Sergio Becerril is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.5 España License.
Based on a work at bodegaderecuerdos.com. Blog search directory - Bloggernity Blog search directory - Bloghub Add to Technorati Favorites The Luxury Blog