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La inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 4

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 4

Carlos despertó tres horas después, cuando abrió los ojos se encontró con Roy, que leía una revista de automóviles sentado en una silla al lado de su cama, la habitación estaba iluminada por dos lámparas, ya había anochecido.

-Hombre, por fin el hombre de la cabeza abierta abre los ojos – dijo Roy.
-me duele la cabeza, ¿alguien tiene un gelocatil? – el aspecto de Carlos era poco saludable,
vestía una bata blanca, y tenía la cabeza vendada, además en la caída se había fracturado un
dedo y tenía el brazo derecho escayolado-. ¿tiene usted un gelocatil? – dijo Carlos a un viejecito
que veía la tele en la cama contigua.
-No, y si hacen el favor déjenme ver la tele, ¡desde que su novio llegó no he podido
concentrarme! – dijo enfurecido el hombre.
-¡oiga no hace falta que se ponga así! – respondió Roy
-déjalo Roy, no merece la pena, a cierta edad es mejor estar muerto si vas a estar como ese
-yo no soy su novio, –dijo Roy, después se levantó de la silla y echó una cortina que separaba la
cama de Carlos de la del hombre viejo-. Así esta mejor – dijo mientras sonreía.
-Y bueno, a parte del dolor de cabeza, ¿cómo te encuentras?
-Bien, ¿puedes hablar con la enfermera para ver cuando puedo salir de aquí
-Sí, ahora mismo hablo con ella

Roy Salió de la habitación, habló con la enfermera, y esta a su vez con el medico. Carlos pasaría la noche en el hospital, mañana en vista de cómo estuviese le darían el alta, no antes del mediodía. Roy se despidió de Carlos prometiéndole que mañana vendría a buscarle.

Cuando Roy llegó a casa, Claudia dormía. No había nada de cena, miró en la basura, y vio una bolsa de una hamburguesería, y los restos de comida que Clauida había tirado. Se quitó la ropa y se duchó. Roy odiaba el olor a hospital, después de ponerse el pijama se acostó. Dio dos vueltas en la cama, Claudia seguía durmiendo, empezó a besar su cuello, le acaricio los senos, los besos cobraron más intensidad, sus manos masajeaban con más fuerza los pechos de Claudia.
-quieres dejarme dormir – dijo ella con casi con un grito.
Roy apartó las manos y se dio la vuelta. No era la primera vez que lo rechazaba, la vida sexual de Roy y Claudia se había reducido casi al mínimo, podían hacer el amor dos veces al mes y eso cuando lo hacían, por que había veces que podían estar hasta tres meses sin tocarse; además ahora con el cambio de piso a Claudia no le quedaba tiempo para pensar en el sexo.

Carlos se levantó al servicio. El suelo de la habitación del hospital estaba frío. Todavía le dolía la cabeza. Se miró al espejo, no podía creer lo que veía, su cabeza estaba envuelta con una venda blanca, parecía una momia. Pasó apuros para orinar a causa de la escayola, tuvo que utilizar su mano izquierda que no manejaba muy bien, cuando terminó había manchado parte del suelo, no se entretuvo en limpiarlo. Tiró de la cadena y volvió a la cama.
Mira que, ahora en el hospital, pero por causas muy distintas a las que me imaginaba dentro de un par de años, pensó Carlos. Daba vueltas por la ortopédica e incomoda cama , tardó varias horas en volver a dormirse, lo hizo solo cuando el agotamiento pudo con él. Aquella noche tuvo una pesadilla, la escena era casi igual que en la realidad. Él, tumbado en una cama de hospital, pero con cables por todos los sitios, la venda de la cabeza había dejado paso a una alopecia total y con un aspecto demacrado, huesudo, no para de gritar: ¡Todo es un complot!, ¡Me han tendido una trampa!

A la mañana siguiente la puerta de la habitación se abrió, la enfermera despertó a Carlos, después empezó a quitarle la venda de la cabeza.

-Bueno Carlos, puede ponerse su ropa, el doctor le ha dado el alta – dijo la enfermera.

Carlos bajó de la cama, fue al baño, y al mirarse en el espejo descubrió que había una parte de su cabeza que no tenía pelo, intento ocultar la zona aplastando pelo de otra parte, pero era inútil, se veía que, en el lugar donde le habían dado los puntos, no tenía pelo. Orinó con menos dificultad que la noche anterior y se vistió.
Antes de abandonar el hospital se acercó a una cabina telefonica, y llamó por telefono a Roy, le dijo que no viniera a buscarle que el medico le había dicho que no le darían el alta hasta dentro de tres días. Roy se sorprendió y le prometió que en cuanto saliera de trabajar iría a verle. Carlos para entonces ya estaría en casa y avisaría a Roy que no se molestara en ir al Hospital.
Al salir, Carlos se detuvo. En la puerta de salida había una niña de apenas doce años, estaba sentada en una silla de ruedas, con una bombona de oxigeno alimentándola. Su cabeza, pequeña, no tenia pelo, estaba pálida, y el camisón blanco que la vestía no hacia sino entristecer mas su imagen. Tenía los ojos entornados, y abrazaba un osito de peluche marrón, a Carlos le invadió una terrible tristeza, no podía imaginar que destino le esperaba a aquella niña. Comenzó a llorar y caminó deprisa, sin mirar atrás, alejándose del hospital.

Roy se levantó, Claudia no estaba en la cama, la encontró en la cocina preparándose el desayuno.

-hola amor, ¿qué tal todo? – dijo mientras cogía los hombros de Claudia y le daba un beso en la
nuca.
-Bien – Claudia se dio la vuelta y beso a Roy -. ¿quieres desayunar algo?, estoy haciendo
tostadas
-No, no tengo hambre – Roy hizo una pausa, cogió una naranja del frutero y se sentó en una de
las sillas de la cocina -. Todavía no entiendo como se pudo caer Carlos – lanzó la naranja y volvió
a cogerla, la pasaba de una mano a otra -. Últimamente le veo raro, como preocupado
-Si, es cierto, y ayer te mintió, podía haberte dicho que fueras a buscarle al hospital – dijo
Claudia.
-Bueno, eso no tiene importancia, pero estoy seguro de que le pasa algo

Fue al sacar un billete de la cartera para pagar el periódico cuando Carlos vio la tarjeta que encontró en su coche, y como hace unos días, tampoco ahora sabia de quien era, allí había un teléfono y un nombre, “Miselle”.
Le seguía doliendo la garganta, ahora mucho mas que hace dos días. Se volvió a mirar en el espejo, esta vez no se desmayó. Estaba preocupado, para calmar su ansiedad pensó que era casualidad, que no tenía nada que ver sus anginas con el VIH, después de algunos minutos olvidó el tema.
Esa noche había quedado con Luis para tomar una cerveza, Carlos no se arregló mucho, no estaba feliz o al menos la preocupación no le dejaba estar contento. Se vistió con unos pantalones vaqueros y una camiseta de rayas. Se echó perfume y fue a buscar a Luis.
Cuando salían de copas, lo hacían por la zona, luego, ya entrada la noche, si había que ir mas lejos se cogían el autobús o el metro. Nunca les importó moverse por Madrid fuera la hora que fuese. Aquella noche Carlos no tenia otra idea en la cabeza que no fuera la de cogerse una buena borrachera. Al entrar al primer local a Luis le sorprendió lo rápido que Carlos se bebió la copa, no habían pasado mas de dos horas y Carlos ya había tomado cinco, bebía whisky con coca cola, estaba borracho.

-¿qué pasa tío?, solo son las dos y ya vas ciego – dijo Luis.
-ya...- pasaron algunos segundos hasta que Carlos continuo hablando -. Si, tienes razonn, e que
estoy pensando en emborracharme un rato...
-anda que, vaya tostada macho, ¿quieres que te lleve a casa?
-¿a casa?, ¿mi casa?, mi teléfono, no, estoy bien, ¿dónde vamos? – Carlos tenía un ojo medio
cerrado y otro muy abierto eso significaba que iba tocado por el alcohol.
-Pues yo he quedado con dos amigas dentro de una hora en su casa, pero tu macho, vas fatal, no
me la vayas a liar, es seguro que quieren tema, son chicas fáciles
-Vale, me apunto, vamonos pues
-Esta bien, pero solo te pido dos cosas Carlos, primero que no me falles, y segundo que no te
enamores, son unas chicas muy liberales te harían polvo el corazón, ¿de acuerdo?
-Que sí, que pesado estás, ¿enamorarme yo?

Llegaron a casa de las chicas, Carlos tocó el timbre varias veces, Luis le dio un manotazo para que dejara de llamar. Abrió la puerta una rubia con ojos azules, llevaba un vestido verde y en una de sus manos llevaba una botella de champagne, esbozó una gran sonrisa mostrando sus alineados dientes. Los dos entraron sin vacilar.
Dentro de la casa otra chica, esta morena pero de igual belleza, estaba sentada en el sofá. Fumaba un cigarrillo. En la mesa había cocaína, y vasos de tubo con restos de bebida, la imagen era como de una fiesta recién acabada. Justo cuando el alcohol amenazaba con tumbar a Carlos, la chica rubia puso música, subió el volumen, y el ritmo invadió el salón.

Al día siguiente Carlos amaneció sobre el pecho de una de las jóvenes, en concreto de la morena. No se acordaba de nada, un dolor de cabeza insoportable le obligo a cerrar otra vez los ojos. Abrazó a aquella mujer que según creía le había hecho disfrutar tan solo hace unas horas. Pasaron unos minutos, ella despertó, se quitó de encima a Carlos y salió de la habitación, no volvería a verla jamás.

-Te has enamorado, ¡mira que te dije que no lo hicieses! – exclamo Luis al otro lado del teléfono - ¡pero tu eres tonto o que!, que a esas chicas le gusta mas el sexo que a un tonto un lápiz, no te
das cuenta de que tu fuiste uno más
-Pues no parecía, me dijo que le gustaba mucho mi nariz
-Por favor Carlos, no te creo tan estupido
-¿Pero de verdad que no tienes su teléfono?, y tu amiga, la rubia, ¿tampoco puede localizarla?
-No, verás encontró a tu amor por la calle, antes de llegar nosotros, ellas habían estado jugando,
hicieron guarrerias antes de llegar tu y yo, pero vamos, que no la conoce de nada, ni siquiera
sabe quien es
-madre mía como esta el mundo, ¡que degeneración!, de verdad que no sé que pensar
-piensa que pasaste un rato excepcional y no le des mas vueltas, bueno tengo que dejarte me voy
a la facultad, tengo que recoger unos apuntes, hace una semana que no voy por allí
-vale Luis, hasta luego

A los pocos minutos, Carlos cogió el teléfono y llamó al número de la tarjeta que encontró en su coche. Después de varios tonos colgó. No sabia de quien era, en su coche no subía nadie que no fuera conocido. Iba a tirarla a la basura cuando algo lo detuvo, una intuición, de esas que a uno le dan sin saber por qué. La volvió a guardar en la cartera.

Claudia había tenido un día espantoso, trabajaba de cajera en un centro comercial. Esa mañana había discutido con dos clientes muy bordes, y para colmo, al cerrar no le cuadraba la caja, le faltaban quince euros que tuvo que poner de su bolsillo. Al llegar a casa encontró a Roy durmiendo en el sofá, le molestó verle allí tirado mientras los platos de la noche anterior descansaban en el fregadero. Roy y Claudia despues de cinco años de noviazgo, habían decidido irse a vivir juntos. Una decisión arriesgada, pero se querían y pensaron que no había que esperar más. A pesar de ser jóvenes, tenían veinticuatro años, podían cargar con la responsabilidad de llevar una casa, o al menos eso creían. Aunque a veces Claudia pensaba que se había equivocado, ella fregaba, limpiaba, hacia la compra, Roy solamente trabajaba. Si bien es cierto que la jornada de trabajo de ella era menor, ya que solo trabajaba cinco horas por la mañana, Roy todo el día, cuando se convive hay que compartir las tareas del hogar.
Se quitó la ropa, la dobló y de camino al armario se paró en el espejo, miró su cuerpo con brevedad, en seguida apartó la mirada y siguió su camino hacía el armario, guadró la ropa y se puso el pijama.
En el sofá encendió un cigarrillo y se puso a ver la tele, un programa de preguntas y respuestas que siempre que podía, solia ver, ni ella sabía si por que le gustaba o por mera distracción.

2 comentarios:

Nadies dijo...

Se ve la dejadez de Roy y Claudia en la relación. Me parece muy bien llevado, y el Carácter de Carlos también.

¡Saludos!

Sergio Becerril dijo...

Gracias Epidemor. En breve el quinto capitulo, espero que te guste como discurre la historia.

Un abrazo.

 
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