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Contrastes - Relato 14

CONTRASTES

A las diez de la mañana, Maria se desperezaba en la cama. Estiraba sus piernas y encogía sus brazos. No tenia ganas de levantarse y mucho menos de ponerse hacer la casa. Al pasar la mano por su cara se palpó un granito, fue lo único que la animó a levantarse de la cama. Encendió la luz del baño y se miró en el espejo, observaba con estupor aquel bulto blanquecino en la misma punta de su nariz. La hizo sentirse mal durante algunos segundos, después se lavó la cara y orinó. Al ir a limpiarse se dio cuenta de que no había papel.

-Menuda mierda – dijo para si-. Vaya día que llevo, primero el granito, y ahora esto, ¡Dios!

Salió con prisa del baño y fue a la despensa, cogió un rollo, fue al baño y lo puso encima de la encimera.
María hacia un mes que vivía con su novio, una de las cosas que odiaba de él era que siempre que gastaba el papel no lo reponía, se lo había dicho cientos de veces, pero no servia de nada. Como tantas otras cosas se cansaba de decírselo, todo caía en saco roto. En el último mes había visto más defectos de su novio que en los dos años y medio de noviazgo.
Fue a la cocina y calentó café.

-Si ya me lo habían dicho, “la convivencia es lo peor, ahí es cuando conoces a la persona”, ¡en que día! – pensaba para si mientras se encendía un cigarrillo.

Se sirvió un café con leche y se sentó. Mientras bebía pensaba en Mario. Mario fue su primer novio. No sabia muy bien por que en ese momento, en ese instante, estaba pensando en él, pero lo hacía. Pensaba en los momentos que pasaron juntos. Con Mario Maria descubrió el amor. Su primer beso, su primer cigarro, su primera noche en vela; con Mario había pasado quizá, los mejores momentos de su vida. Sin embargo ahora tan solo era un recuerdo. Cuantas vueltas da la vida, pensó. Dio una última calada al cigarrillo y lo apagó. Termino el café y se levantó. Tenia que tender una colada.
Iba a sacar la ropa de la lavadora cuando sonó el teléfono. Se apresuró a cogerlo.

-Dígame
-Hola Maria, soy Laura ¿Qué tal?
-Laura, ¡cuanto tiempo!
-Pues ya ves, ¿Qué tal te va?, desde que estas casada no hay quien sepa de ti – la voz de Laura sonaba alegre.
-Oye que yo no estoy casada, solo “arrejuntá”, además no me hables, ahora entiendo eso de que convivir es lo peor – dijo María riendo.
-No me digas, ¿te va mal o qué? – dijo Laura.
-Pues no, la verdad es que no me va tan mal. No se Laura, yo creo que me quejo de vicio – Sandra se sentó en una de las sillas de la cocina, después prosiguió-. No se, se me hace raro todo esto
-Anda no seas tonta, si supieras la envidia que me das. Dime, como es eso de despertar al lado del hombre que amas. Y que me dices cuando de madrugada, cuando el sol empieza a salir, ¿hacéis el amor aun medio dormidos? – Laura estaba emocionada, su voz fue agitándose-. ¡No me digas tonterías! ¡Tiene que ser fantástico!
-Me parece que tú has visto muchas películas – Maria suspiró -. Las cosas no son tan bonitas, mira esta misma mañana me he ido a limpiar el culo después de mear y el muy cabrón había gastado todo el papel; he tenido que ir a buscar, y no es por ir, pero él nunca pone el rollo – la risa de Laura no dejo continuar a Maria, al final rieron las dos.
-Oye, cuándo vamos a quedar para tomar algo, aunque sea un café –dijo Laura.
-No sé, como ahora estoy viviendo con este a lo mejor se mosquea si salgo con vosotras
-No creo, de todas formas díselo, Clara y yo vamos a quedar el sábado, ¿te apuntas?
-Te digo algo, lo hablo con David y te digo algo– dijo María.
-Bueno, pero espero tu llamada, ¿vale?, lo pasaremos muy bien, que Clara tiene un nuevo novio, tenemos que ver como es
-Entonces te llamo en un par de días y me confirmas que te apuntas
-De acuerdo, Un beso. Hasta luego – dijo María.

Eran más de las dos de la tarde. Maria acabó de limpiar el baño. Se vistió con prisa. Ella trabajaba de teleoperadora en una empresa de cosmética. Su tarea consistía en atender las llamadas de los clientes que tenían alguna queja con productos de la marca. Solo anotaba en el ordenador las llamadas y las quejas, en ningún caso las resolvía o hacia nada más. Un trabajo sencillo y con un buen sueldo.
Llegó a la oficina diez minutos tarde. Tampoco pasaba nada, su jefe cuando ella llegaba estaba comiendo y como no tenia que fichar, nadie se enteraba a la hora que llegaba. Nadie excepto su compañera, que la miraba por encima del hombro y con cierto resquemor siempre que se retrasaba.

-Buenas tardes –dijo María.

Su compañera ni siquiera movió los labios, se limitó a quitar la mirada que hasta ese momento clavaba en Maria. Sería la única comunicación que tendrían en toda la tarde.

David salió mas tarde de lo habitual. Tenia que trabajar duro si quería darse algún capricho. Hacia un mes que vivía con Maria y desde que vivían juntos su economía se había resentido. Encontró como solución trabajar horas extras. El era mecánico. Le encantaba su trabajo, aunque era cansado y terminaba agotado, no había día que no se levantase con ganas de empezar la jornada. Lo que peor llevaba era dejar a Maria en la cama. La veía dormir tan a gusto. Muchas mañanas la abrazaba y permanecía mas tiempo en la cama esperando que ella abriera los ojos y le besara. Ocurrió las dos primeras mañanas, ya que a la semana de estar viviendo juntos, Maria le dijo a David:

-Oye cariño, he pensado que por las mañanas, cuando te despiertes – Maria hizo una pausa -. A ver como te digo esto sin que te siente mal – Maria hizo otra pausa.
-Venga dime amor, dime lo que sea – dijo David imaginándose cualquier dulce cosa.
-Pues… – hizo una última pausa, juntó sus manos con las de David -. Que trates de no despertarme – dijo con voz seca, transcurrieron tensos segundos.
-Vale, vale, no hay problema – dijo David todavía estupefacto después de lo que acababa de oír.

Desde ese día David se levantaba nada mas sonar el despertador. La noche anterior se preparaba la ropa en la habitación de al lado. Ni siquiera encendía la luz para salir.

Cuando Maria llegó a casa David la esperaba sentado viendo la tele.
-Hola amor – se levantó del sofá y fue hacia ella.
-Hola – Maria se quitó el abrigo y lo colgó en la puerta.
Recibió el beso de David con poco entusiasmo. El intento abrazarla pero en vista de su poco énfasis desistió.
-¿Qué tal el trabajo? – preguntó David.
-¿Qué hay de cena? – dijo Maria mientras se quitaba los zapatos.
-Pues he hecho una tortilla de patatas, esta en la encimera

David volvió al sillón de donde segundos antes se había levantado, cambió de canal varias veces, al final dejó un programa musical.
Maria se sirvió un poco de tortilla. Se desabrochó el pantalón y pensó que tenía que ponerse a dieta. Terminó de cenar y fue directa a la habitación. Se puso el pijama, después fue al salón.

-Me voy a la cama, hasta mañana – dijo Maria acariciando el hombro de David.
-Ahora voy, cuando acabe esto iré – dijo David asintiendo con la cabeza y sin quitar la vista de la televisión.

Pasados cinco minutos David se fue a la cama. Intentó meterse con cuidado, tratando de ni siquiera rozar a Maria. Ya estaba metido en la cama, metió su mano debajo de la almohada e intento dormir. David notó la mano de Maria acariciando su pecho. Maria fue juntándose a David, comenzó a besarle el cuello, después bajo su mano hasta su entrepierna notando como el miembro de David crecía, la excitaba pensar que era por ella, que ella era la causante de esa erección. David se dio la vuelta y empezó a besarla, primero suave, luego a medida que crecía el deseo, con mas pasión. Esa noche hicieron el amor dos veces.
El despertador sonó con más fuerza de lo habitual, o al menos eso es lo que le pareció a Maria. Estaba cansada, pero se sentía bien, siempre que hacia el amor con David se sentía bien. Era como una especie de liberación, como dejar la carga contenida durante el tiempo de abstinencia a un lado.
Pasó gran parte de la mañana escuchando música. Se duchó y se vistió con tiempo, ese día no podía llegar tarde. Tardó algunos minutos en escoger la ropa que se iba a poner. Pero no le importó, estaba ilusionada y quería estar guapa. Se maquilló y se puso unas gotas de perfume. Salió con el tiempo suficiente para no llegar tarde, y no lo hizo.
Llevaba dos horas trabajando cuando sonó su teléfono móvil.

-Dígame – respondió Maria extrañada, era un número oculto.
-Hola buenas tardes, ¿es usted Maria Robles? – dijo una voz masculina.
-Si soy yo, ¿Quién es? – Maria empezó a preocuparse, aquello era muy misterioso-. Dígame, ¿Quién es?
-Si, mire le llamamos de Supermercados Pebeter – la voz del hombre hizo una pausa, después prosiguió-. Usted participó en un sorteo que hicimos hace dos semanas – aguardó unos segundos esperando una respuesta, pero Maria no dijo nada -. Bien pues usted ha sido la ganadora
-Será una broma, ¿no? – Maria no salía de su asombro
-No, no, es en serio, puede venir a recoger su cheque a partir de mañana en la oficina de Atención al cliente
-Y que me ha tocado si puede saberse –dijo María entre risas.
-Pero vamos a ver señorita: ¡le han tocado seis mil euros!, es el sorteo de la primavera, que cada año le ofrece: ¡Supermercados Pebeter! – la voz del hombre tomo cierto sonido a cancioncilla, como si estuviese anunciando el sorteo por televisión -. ¡Un millón de las antiguas pesetas! – concluyó.
-¡No me diga! – Maria comenzó a reírse con histeria.
-Bueno señorita que a partir de mañana puede recoger su cheque, ¡enhorabuena! – el hombre colgó sin dejar a Maria despedirse.

Una sensación de felicidad invadió el cuerpo de Maria. No sabia que hacer, no era mucho dinero, pero nunca la había tocado nada. Aquello era como algo mágico, increíble. Fue a llamar a David, tenía que contárselo.
Un hombre intentaba reanimarle pero el pulso era muy bajo. La policía no tardó en llegar, igual que la ambulancia que se detuvo dando un frenazo en seco, de ella salieron tres médicos. Le tomaron el pulso y en vista de que la reanimación en la vía no era posible, lo llevaron con rapidez al hospital más cercano.
La policía tomaba declaraciones a los transeúntes.

-Lo han atropellado – decía una señora.
-Sí, sí, se ha dado a la fuga, se fue por la primera calle a la derecha – gritaba otra señora al agente.

Mientras, sin que nadie con el alboroto, pudiera oírlo, un teléfono móvil sonaba debajo de unos cubos de basura.
David ingresó en el Hospital de La Cruz minutos después. Los médicos pudieron estabilizar sus constantes vitales, pero permanecía conmocionado.
Maria intentó volver a localizar a David, pero este no cogía el teléfono. Que raro, pensó.
Dos horas más tarde cuando a Maria solo le quedaba media hora para salir sonó su teléfono móvil. Era un número que no conocía, pensó en no cogerlo, a lo mejor eran los del sorteo para decirle que se habían equivocado. Después de algunos segundos respondió.

-¿Si?
-¿Maria Robles? – dijo la otra voz.
-Soy yo, ¡por favor no me digan que se han confundido!, ya que me lo han dicho no vayan hacerme esto – Maria estaba temblando.
-¿Qué dice señora?, le llamo del Hospital La Cruz, ¿conoce usted a David Tersa?
-Si, es mi novio, ¿le ha ocurrido algo? – Maria se descompuso, empezó a latirle con fuerza el corazón.
-Ha tenido un accidente – hizo una pausa -. Un coche le ha atropellado, está conmocionado, en coma; la habitación es la 114, puede venir a verlo, encontramos este numero en su cartera
-Voy enseguida, ahora mismo voy para allá – Maria colgó el teléfono y salió con rapidez.
El autobús tardó más de quince minutos en llegar. Maria no pensaba en otra cosa que en David. Estaba histérica y lloraba con nerviosismo. La gente del autobús la observaba con disimulo, la miraba y hacían comentarios sobre su nervioso llanto. Tardó una hora en llegar al hospital. Se dirigió a recepción.
-Sí, por favor señorita, yo pregunto por David Tersa – dijo Maria limpiándose algunas lagrimas de sus ojos.
-David Tersa, David Tersa – la mujer miraba su ordenador-. Lo siento mucho, ha fallecido – dijo con cara seria, después cogió el teléfono que estaba sonando desde hacia algunos segundos.Maria comenzó a llorar con tristeza. Nunca había tenido ese sentimiento. Se le nublaron los ojos y la nariz se le congestionó. No podía parar de llorar, por su mente pasaron todos los momentos buenos que había pasado junto a David: la primera vez que le besó, la imagen de su cara la noche anterior mientras hacia el amor con él, lo veía acariciando su cara con delicadeza, como siempre hacia. Tuvo que sentarse, un pequeño mareo la hizo perder la visión durante algunos minutos. Pasó media hora hasta que se repuso. Al salir vio a la familia de David, aceleró el paso y salió aceleradamente a la calle. Cogió un taxi hasta su casa. Se puso el pijama, fue a la cocina y bebió un vaso de agua. En la encimera todavía quedaba media tortilla de la noche anterior. Fue al baño y orinó, en la encimera había dos rollos de papel.

© Sergio Becerril 2007

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