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El bollo del recreo - Relato 27

EL BOLLO DEL RECREO

Son las once y media de la mañana, frente a mi tengo dos informes a medio terminar, llevo toda la semana con ellos, pero no hay manera de terminarlos. Una llamada de telefono interrumpe mi letargo y me trae de nuevo a la realidad, despues de despachar a mi interlocutor decido irme a dar un paseo, necesito respirar aire fresco.
Es invierno, hace aire, siento el frio abrigandome, pero hace sol, y la sensación es incluso placentera, prefiero pasar frio, que se me congele la nariz y los dedos de las manos, toda sensación es mejor que la que uno siente en el puesto de trabajo en pesadas mañanas como la de hoy.
Paso por delante de una panadería, decido entrar a comprarme algo, una chica de raza oriental está en el mostrador, es dificil encontrar en estos tiempos una panaderia que no este regentada por orientales. Camino por su delgado pasillo, hay de todo, incluso al final de la tienda hay un apartado con cables, paños de cocina y articulos de limpieza. Me apetecen unos donuts, ahora vienen en pack de dos, envueltos en plastico.
Salgo de la tienda, me siento en un banco cercano, hace un poco de aire pero el sol hace que la sensación de frio sea menor. Me siento, abro el paquete de donuts, saco uno y le doy un bocado, y es al segundo mordisco cuando me remonto a mi infancia, el sabor de aquel donuts me ha transportado a mi tiempo de pupitre, y pienso en lo feos que eran los pupitres de la escuela, era un verde raro, los podían haber hecho blancos, pero no, eran de un color digamos incomodo, me viene a la mente las frias mañanas camino del colegio, mi madre me arrastraba, tiraba de mi todo el camino agarrando con fuerza, ya no mi mano, sino mi muñeca, el frio nos golpeaba, y parecia que con cada golpe, mi madre decidiera andar más rapido, con todo lo que eso conllevaba.
Había un ambiente raro en las mañanas de camino al colegio, no recuerdo sol, solo el día gris, alboroto, coches atascados echando humo, gente paseando a perros, y sobre todo madres arrastrando a niños y niñas de mi edad jorobados por inmensas mochilas de llamativos colores. De camino yo pensaba en las calentitas sabanas que había dejado atrás, las echaba de menos. Mi madre minutos antes de que tocara la sirena, me arrastraba hasta una panaderia cercana a mi colegio, la panaderia estaba llena de madres e hijos que llegaban tarde por el mismo motivo, el bollo del recreo. Yo siempre me pedía un donuts de chocolate, me lo daban envuelto en un papel de color marrón, y lo precintaban con celo, mi madre lo cogía con rapidez y lo metia en mi cartera, yo odiaba eso, y estaba deseando llegar a clase, sentarme y sacar el donuts, con un poco de suerte no se había espachurrado, parece mentira que mi madre se preocupase de comprarme un tentempie para el recreo y no tuviera en cuenta que si lo guardaba en mi cartera, llena de libros, cuadernos, y lapices sueltos, el bollo a la hora del recreo sería una fina oblea machacada.
En el recreo lo primero que hacía era abrr el donuts, la sensación era muy buena, igual que la que estoy sintiendo ahora en este banco al lado de mi trabajo, ahora no tengo a mi mejor amigo David a mi lado, ahora estoy solo, antes el murmullo de los demás niños apenas te dejaba escuchar nada, mi amigo me contaba batallas sobre un guerrero samurai que había visto en una revista, yo le daba la mitad de mi donuts ya que su madre era de las que pensaba que no era bueno el bollito del recreo, y así, comiendo y hablando de cosas extrañas pasaba la medía hora de descanso, en esos recreos tambien hacía frio, y se te helaban las ideas, aunque claro, por aquel entonces las ideas eran limpias, y volaban sobre el frio como haciendo snowboard. El mágico momento del donuts del recreco solo se rompia cuando la señora de la tienda te había vendido el donuts de ayer, el sabor era distinto, estaba un poco duro, no mucho, solo un poco, de manera que solo te dabas cuenta que el donuts era de el día anterior al darle el primer bocado. Esto te pasaba cuando llegabas pronto a la panaderia, el repartidor todavía no había pasado por la tienda y claro la señora daba los que le habían sobrado del día anterior, y de verdad que muchos días me recreaba un poco más en el desayuno, para dar tiempo al repartidor de donuts de que entregara su mercancia en la tienda de al lado de mi colegio.
Hay ver lo que sufrimos los niños cuando somos pequeños, la de absurdas estrategías y metodos sin confirmar que ideabamos, pienso mientras termino de comerme el segundo donuts.
Me levanto del banco, tiro el envoltorio de plastico a una papelera y camino despacio de vuelta al trabajo, a lo lejos veo la oficina, cuando llego a la puerta, espero un rato, y dedico un poco más de tiempo para mí, creo que todavía, no ha tocado la sirena.

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