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La inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 2

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 2

Eran las tres de la tarde, cuando sonó el teléfono, Carlos, que hasta ese momento estaba sentado en el sillón, mirando la tele apagada, se sobresaltó.

-Hola Carlos soy Luis, ¿qué tal estas?, joder vaya movida la otra noche- Luis era el compañero
de borracheras de Carlos-. ¿Dónde dejaste a la putita que te tiraste?
-Escúchame Luis, no sabes lo peor, se me rompió el preservativo
-no me digas tío –dijo Luis riendose-. ¿En serio? – Luis era un tipo muy bromista, pero pasados
unos segundos cuando escuchó que del otro lado del auricular no se oía nada, se le heló la
sangre, y pensó seriamente en lo que Carlos le había dicho -. Joder tío, que putada, ¿y que vas
hacer ahora?
-Pues no sé Luis, lo estoy pasando fatal, no duermo, ni siquiera sé si estoy vivo, todo el día me
paso pensando en si habré contraído el sida, o si me ha contagiado cualquier otra enfermedad.
He estado leyendo sobre el tema, y casi estoy muerto en vida
-Ya será menos hombre, ves al medico que te hagan las pruebas y que sea lo que Dios quiera – Luis no ironizó, el tema era serio, y ambos lo sabían.
-No es tan fácil, para detectar si me he contagiado, tengo que esperar tres meses, si me hago los
análisis mañana, seguramente me saldrán negativos, y el resultado no será cierto. Estoy en lo
que se denomina el periodo ventana. Al hacerme el análisis de sangre lo que detecta la prueba
no es el virus en si, son los anticuerpos que genera el organismo para contrarrestarlo
-vale, vale, vale, déjalo ya, estás hablando como un puto medico, ¿tu cómo sabes todo eso?
-Me he documentado bien, llevo tres días enganchado a Internet mirando paginas sobre la
enfermedad, me estoy volviendo loco.
-De todas formas tienes que tranquilizarte, no lo pienses más, ponte una alarma en el calendario,
y dentro de tres meses vas al medico, te haces los análisis, y así te quedas más tranquilo.
Seguro que no tienes nada hombre
-Esta bien, bueno Luis, te veo el Viernes
-Cuídate, hasta luego

Carlos colgó el teléfono y siguió viendo la tele apagada, el salón esaba oscuro, solo entraba un poco de luz a través de la persiana a medio bajar.
Carlos había pasado los tres últimos días como en una nube, trataba de distraerse con otras cosas, pero la imagen del preservativo roto aparecía una y otra vez por su cabeza, matrilleandolo en su interior, y minando su optimismo a cada minuto. Era como una pesadilla, una horrible pesadilla de la que no podía despertar por que no estaba dormido. Pensaba en lo que diría su familia, su madre. Las cosas cambiarían radicalmente, y todo por una tontería.
Al día siguiente Carlos se levantó temprano, no serian más de las diez. Subió la persiana como de costumbre, corrió las cortinas y dejo que el Sol invadiera la habitación. Temía por su vida, y había empezado casi inconscientemente a darse cuenta de lo hermoso que era estar vivo. Abrir la ventana, dejar que la brisa de la mañana le golpease la cara, ver el Sol, en definitiva sentirse vivo, sintió una agradable sensación cuando abrio la vntaba y el viento fresco de la mañana desperezó su cara.
Se sentó en la cama y pensó que no quería morirse, no quería dejar esta vida, tenía muchas cosas por hacer. Angustiado, casi deprimido, fue al baño, abrió los grifos, y se metió en la ducha.
No desayunó, cuando estaba preocupado, y eso era muy a menudo, comer no era importante para él, casi se podría decir que se olvidaba de la comida. Cuando Carlos pensaba, no hacia otra cosa, no se reía, no hablaba mucho, no comía e incluso le resultaba muy difícil dormir.
A media mañana se fue a pasear, al salir a la calle se dio cuenta de que no hacia tanto calor como esperaba. Sintió frío, por un momento pensó que esa sensación se debía a la enfermedad, pero descartó el pensamiento, caminó hasta el nuevo centro comercial que estaba a un par de kilómetros. Unos días antes había estado aquí con su amigo Roy y su novia. Pensaba en el pasado con añoranza, como si sintiera que no fuera a tener mucho más de ahora en adelante. Se compró un refresco y fue a la sección de videojuegos.
Allí, se puso a mirar las últimas novedades, hacia mucho tiempo que Carlos no dedicaba tiempo a jugar con videojuegos. Dos años antes no hacia otra cosa, tenia las consolas de ultima generación, y por supuesto todas las novedades, recordó mientras mantenía el ultimo titulo en la mano como esperaba con desesperación que saliera a la venta el juego del mes para ir corriendo a comprarlo a la tienda, se gastó mucho dinero en lo que para él fue una de sus mayores diversiones. Eso fue cuando empezó a trabajar y pudo ganar algún dinero, antes fue imposible, Carlos había recibido una estricta educación en la que no entraba ningun capricho caro o barato, había sido educado con severa disciplina, así cuando tuvo cierta independencia y algunos ingresos, para él fue como una liberación.
Dejó el videojuego en la vitrina, al hacerlo de repente pensó que tenia que ir al medico, no podía estar esperando más tiempo. Sabía que tenía que pasar un tiempo para hacerse las pruebas, pero pensó que se sentiriía más tranquilo si lo viera un medico, para que le recomendase algo, o le diera tranquilidad. Salió del centro comercial con la decisión tomada, cogió el móvil y telefoneó a su medico de cabecera, le dio cita para esa misma tarde.
No había comido casi nada en todo el día, se vistió, tenia veinte minutos para llegar al medico. De camino pensaba en que podría decirle al medico. Le daba vergüenza decir que había sido con una prostituta, decidió que lo mejor era contarle que había sido con una mujer que no conocía de nada, tenia que preparar todo el guión. ¿Que le diría el medico?, le preguntaría, con seguridad, que posiciones había tenido, cuanto tiempo, si ella era seropositiva. Se preparo todas las preguntas posibles y estudió sus respuestas, lo planeó todo.
Se sentó en una de las sillas verdes que había en la sala de espera, todas en fila, a su lado una mujer mayor, en frente podía distinguir una calva de un hombre no mayor de cuarenta años, miró más lejos y vio como una mujer lo observaba, después de algunos segundos quitó la mirada. Carlos se sentía vigilado, como si toda la gente que estaba alrededor de él supiera porqué estaba allí. Se imaginó que de un momento a otro, todos se levantarían de sus asientos y lo señalarían con el dedo: ¡este tiene sida!, ¡este tiene sida! Una enfermera salió interrumpiendo la pesadilla de Carlos.

-Carlos Sánchez – dijo la doctora
-Si
-Pase, el doctor le espera

Carlos entró en el despacho y se sentó. Se quedó callado durante algunos segundos, no sabia que decir, no estaba su doctor habitual. Mejor, pensó, así no será tan embarazoso. Era una doctora, miraba el ordenador y terminaba de escribir la historia del paciente anterior, Carlos mientras tanto se ponia nervioso, y miraba con firmeza una figura de un elefante con la trompa boca arriba, miraba el elefante, se ponía nervioso y ensayaba su guión.
-Buenas tardes – dijo la doctora
-Hola
-¿qué le ocurre?, cuénteme
-pues verá, el viernes tuve relaciones sexuales con una mujer que no conocía de nada – Carlos
dejo pasar algunos segundos, la doctora ni siquiera lo miraba, ordenaba unos papeles que tenia
sobre su mesa -. Tuve penetración anal y vaginal, y cuando terminé me di cuenta de que el
preservativo estaba roto
-¿y bien?
-La verdad es que estoy muy preocupado, no sé nada de la mujer en cuestión
-Pues hombre es una situación de riesgo – la doctora se quedó callada.

¿Qué la pasa?, pensó Carlos, la situación no era ni siquiera embarazosa.

-había pensado en hacerme las pruebas del VIH, el test “Elisa”, ¿se llama así verdad?
-Si, así es, pero están tardando mucho, tardan mucho en hacer esas pruebas.

Que conversación tan ridcula, que me importa a mi lo que tardan, pensó Carlos.
La doctora no le preguntó cuanto tiempo, que posturas, ni donde lo había hecho, como Carlos había pensado, con lo cual el guión que tenía preparado se fue desintegrando de su memoria, al momento se sintió tranquilo, pero tambien en cierta medida desamparado. La doctora cogió su boligrafo y empezó a redactar un volante para los análisis, tenia prisa, tenía muchos pacientes que atender esa tarde. Carlos no quería marcharse así, había ido al medico para sentirse más tranquilo, necesitaba apoyo, ánimo, que alguien profesional le dijera que no tenía ninguna enfermedad, no la tenía hasta que se demostrara lo contrario, empezó a hacer toda clase de preguntas que la doctora evitaba contestar, o por lo menos no con la claridad que a Carlos le hubiera gustado. A la tercera pregunta sin respuesta, Carlos vio que era imposible sacar nada en claro, que a medida que preguntaba, las absurdas respuestas de la doctora no le tranquilizaban, sino todo lo contrario, se estaba poniendo cada vez más nervioso, así de repente cogió el volante de encima de la mesa y salió de la consulta sin despedirse.
Al pedir día y hora en recepción le dieron para el día siguiente. Carlos se sintió perdido, él había leido en Internet que las pruebas solo serían fiables una vez pasados tres meses. La doctora me ignora, me hace un volante y no me da muestras de ningún apoyo, ni moral ni profesional, y ahora tengo que elegir yo cuando quiero hacerme los análisis, pensó Carlos. La chica que daba hora para hacer los análisis no tenia ni idea de cuando convendría hacerlos. Carlos miró su reloj, vio que era día veintinueve de agosto, calculó tres meses y un día.
-Pongame para el día treinta de noviembre de este año – dijo.
-¿Cómo? -dijo la enfermera asombrada.
-Verá, este fin de semana me he acostado con una puta, y creo que tengo sida, las pruebas no son
fiables hasta pasados tres meses, es por eso por lo que le pido cita a tres meses vista
¿comprende? -dijo Carlos con serenidad digna de un maestro.

La enfermera bajó la mirada y se sonrojó.

-Sí, sí, lo que usted diga -dijo y sin levantar la mirada dio a Carlos un justificante para hacerse los analisis con tres meses de antelación.

A salir del ambulatorio, se sintió mal por como había hablado a la pobre enfermera, no se merecía tanta hostilidad.
Por la noche, ya en la cama, pensaba en muchas cosas; en como iba a pasar los siguientes tres meses con la duda de si tenia o no la muerte en su sangre. Daba vueltas en la cama, vueltas y mas vueltas, la sabana se quedaba atrapada en sus piernas o en la espalda, y ese simple inconveniente lo hacía desesperarse, así cada poco tiempo tiraba con fuerza de la manta para sacarla de donde se había quedado atrapada, esa sensación de que una simple sabana atrapada en su cuerpo le hacía odiar al mundo entero, no le dejaba conciliar el sueño. A las dos horas de peleas con la ropa de cama, Carlos se levantó, encendió el ordenador y buscó mas información sobre la enfermedad en Internet, es así como calmaba su ansía por saber, sumergido en los sensacionalismos de la red se sentía a gusto, serían más de las siete cuando con los ojos rojos y vencidos por el sueño, Carlos caminó como pudo hasta la cama quedandose dormido.

Llamaron a la puerta, Carlos se levantó de la cama y se apresuró a abrir. Era Roy. Roy trabajaba de mecánico, esos días estaba de vacaciones, había decidido visitar a su amigo.
Carlos intentó no escuchar los timbrazos, pero al quinto sonido, no tuvo más remedio que levantarse a abrir, fuera quien fuera el pesado, sabía que Carlos estaba en la cama y más tarde o más temprado se levantaria.

-Bueno días Carlos
-Hola – dijo Carlos quitándose las legañas de los ojos, después cerró la puerta y se tumbó en el
sofá.
-¿qué tal estas?, - dijo Roy mientras empujaba la pierna de Carlos para tomar asiento.- ¿me
ayudas esta tarde con la mudanza?
-Claro, pero tío, ¿cómo vienes a estas horas?, anoche me acosté tarde, estoy cansadísimo
-pero si son las once de la mañana – dijo Roy como si dormir a esas horas fuera pecado mortal.
-Bueno, lo que tu digas, esta bien, ¿a que hora?
-Pues no sé, a las siete o las ocho, cuando pase un poco el calor
-Vale, una pregunta Roy, ¿de verdad te vas a ir a vivir con Claudia?
-Si, después del verano, nuestra relación pasa por un momento difícil, últimamente discutimos
mucho, creo que si no nos vamos a vivir juntos esto se acabará, y no quiero, ya llevo cinco años
con Claudia, no quiero perderla
-Vale, vale, solo era por saberlo, me parece estupendo, ojalá tengas suerte – Carlos en el fondo
estaba triste, muy triste, veía como la gente hacia planes, cada uno vivía su mundo, pero él, él
sentía que el mundo se le acababa.
-Bueno, pues me voy chico, entonces te llamo luego – Roy se levantó del sofá y le dio una
palmadita en la frente a Carlos, después abrió la puerta y salió. – Hasta luego mariquita – dijo,
después cerró la puerta de golpe y se fue.

Roy era uno de los mejores amigos de Carlos, pero no quiso preocuparle con sus pensamientos negativos, así que decidió no contarle nada de momento.
Carlos ya no pudo dormirse de nuevo, su mente empezó otra vez a pensar. Estiró el brazo y cogió el mando de la tele, la puso, y allí se quedó toda la mañana, sin hacer otra cosa que evitar pensar en lo peor.
Miraba la tele y pensaba en su situación, tan desesperante como inesperada.

2 comentarios:

Nadies dijo...

¡Bien! ¿Cuando sale el tercero?

Sergio Becerril dijo...

Epidemor:

El tercer capitulo posiblemente salga mañana, estoy escribiendolo.

Gracias por leerme.

Un abrazo.

 
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