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La Inexistencia del Hado - Novela - Capitulo 1

LA INEXISTENCIA DEL HADO

CAPITULO 1

Esperó a que el agua saliera caliente, así es como le gustaba ducharse, con el agua casi hirviendo. Mientras se jabonaba el pelo, le vinieron a la cabeza las imágenes del momento. El, acariciaba el pecho de una mujer, la besaba con pasión, la veía a ella encima suyo, practicando sexo. El champú se le cayó encima del pie y Carlos volvió a la realidad, se agachó a recogerlo y se quedó allí, en cuclillas, mientras el agua caliente le caía sobre el cuerpo. Volvió a ver las imágenes. Dentro del coche, el estaba sudando, la mujer imprimía mas fuerza a sus movimientos pélvicos, después, éxtasis, placer. Y cuando sacó su pene vio que el preservativo se habia roto. Le entró panico, en aquel instante sintió miedo.
¡Joder no me digas que esta roto! – le dijo a la prostituta mientras quitaba de su pene el plastico destrozado.
Si, mi amor, lo has roto, ¡madre mía! – la prostituta se seco el sudor de su frente-. Mira yo te voy a decir una cosa, yo trabajo en Internet y allí en la empresa en la que estoy me hacen hacerme pruebas y análisis y todo, y tu no tienes por que tener ningún problema, no tienes de que preocuparte, ¿pero tu?, ¿tu como estas? ¿vienes mucho por aquí?
No, es la primera vez, es la primera vez que hago el amor con una prostituta –dijo Carlos angustiado.
Se vestia con rapidez, como si necesitara sacar cuanto antes a aquella mujer del coche. Necesitaba que se fuera, olvidar todo aquello, y no pensar, acostarse y olvidarlo todo.
La prostituta no tardo en salir del coche. Carlos arrancó el motor, estaba nervioso, y le temblaban las manos.
Salió de la ducha. Habían pasado seis días desde aquel incidente, y la desesperación se había ido apoderando de el.
Los primero días no lo pensaba demasiado, pero una tarde aburrido se conectó a Internet y empezó a leer artículos y consultorios de gente infectada por el sida, el noventa por ciento de los casos eran por haber mantenido relaciones sexuales sin preservativo, con gente promiscua o con prostitutas.
Empezó a pensar en lo peor, ahora mismo el virus podria estar invadiendo mi cuerpo, esta contagiándome, dentro de algunos días me saldran ganglios inflamados por todo el cuerpo, manchas, diarreas, mis defensas bajaran a cero, y entraré en fase terminal.
La mañana era calida, hacia sol pero el calor no era excesivo. Carlos salió a pasear. Hacia dos meses que estaba en el paro, y cada mañana bajaba a comprar el periodico. A cada paso que daba, el pensamiento de haber contraído el sida le atenazaba.
Tengo que dejar de pensar en ello, se decia a si mismo mientras caminaba despacio. No es posible, seria fuertisimo que me pasara algo así; pero en realidad estas cosas suceden así, nadie quiere contraer el sida, estas cosas pasan así, uno tiene la mala suerte y pasan estas cosas, pensó. Empezó a llorar, en medio de la calle, se quedo parado, de pie, la gente que pasaba por su lado se quedaba mirándole como un bicho raro, nadie llora en medio de la calle si no es por algo importante, pensaban algunos, otros solo sonreían al verlo. Veía todo con otros ojos, con los ojos del que se va, como si cada una de sus miradas fuera la ultima, tenia miedo, mucho miedo.
Al volver a casa, se puso a navegar de nuevo por Internet. Tengo que saberlo todo de la enfermedad, pensó. Realizó búsquedas sobre el sida, y sobre los riesgos de contagio. Cada consulta que leía de los posibles infectados se veía así mismo, su situación era igual, volvió a derrumbarse, y lloró con amargura. Pensó que había cometido una estupidez. Como he podido desafiar así al destino, pensó. Se empezó a mirar los brazos, las piernas, a ver si notaba algo, alguna mancha, algún bulto, de repente pensó: que estoy haciendo, solo ha pasado una semana.
El tiempo que transcurre desde que te contagias hasta que aparecen los primeros síntomas no es siempre igual, en cada persona es distinto, pueden aparecer los síntomas a los dos días, o a los dos meses. Que angustia sintió Carlos al leer esta respuesta que daba un doctor en uno de los foros que últimamente leia. Le invadieron unos sudores fríos, se pasó la mano por la cara, después, agobiado, apagó el ordenador.
Recordaba todo lo que habia leido, y se descomponia por momentos. No podia dejar de pensar en ello. Sonó el teléfono, pensó en no cogerlo, pues estaba a punto de llorar otra vez, pero tragó saliva y con lentitud fue a cogerlo.
Dígame
Hola Carlos, ¿cómo estas?, soy Roy, oye esta tarde había pensado ir con Claudia al centro comercial que han abierto nuevo, ¿te vienes?
Pues, no se, el caso es que estaba haciendo mi currículo en el ordenador, mmm –Carlos pensó que lo mejor seria salir un rato y olvidarse de todo-. Vale voy con vosotros
Bien, pues a las ocho te pasamos a buscar
vale, oye Roy, estoy muy preocupado por lo que paso la otra noche
venga tío, no te preocupes, que no pasa nada
he estado leyendo cosas por Internet, y tengo casi todos los síntomas
¿pero que dices? Anda no digas tonterias, deja de leer estupideces, si algo te preocupa ves al medico y que te haga un chequeo, o algo así
no se, estoy pensando hacerme la prueba del sida
tu estas tonto tio o que te pasa, anda relajate, luego te veo, aunque estará Claudia, asi que mejor no hablamos nada de esto con ella, no quiero que se entere que mi mejor amigo se ha ido de putas – dijo Roy riendose.
Carlos colgó el telefono molesto. Parece que Roy no me toma muy en serio, pensó. Acaso me estaré obsesionando con este asunto, se pregunto. Pero tengo razones para preocuparme, he practicado sexo con una prostituta y se me ha roto el preservativo, es normal que me preocupe. Carlos empezó de nuevo a sentirse mal, se golpeo con suavidad la cabeza e intento pensar en otra cosa.
Mientras se abrochaba la camisa, la imagen de cuando se quitó el preservativo roto de su pene, volvia una y otra vez a su cabeza.
Salió de casa, y a mitad de las escaleras se detuvo. Y si la prostituta no estuviese infectada, es mas, aunque estuviera infectada, que probabilidades de contagio habria, seguro que no del cien por cien, pensó. Había leído que para contagiarse tiene que haber alguna microfisura en el pene. Siguió bajando las escaleras, y cuando fue a abrir el portal, se detuvo, suspiró y dandose la vuelta volvió a subir las escaleras. Abrió la puerta de su casa y fue al baño, se bajó los pantalones y se miró el pene con detalle, buscaba alguna llaga, alguna fisura, alguna puerta abierta en el glande por donde hubiese podido pasar el virus. Miró su pene con dedicación. Vio un pequeño corte en la parte inferior del glande, y acto seguido se llevo las manos a la cabeza, apretando con fuerza sus sienes. Se descompuso, los sudores volvieron, la angustia no le dejaba respirar. Se miró en el espejo, y despues de respirar hondo un par de veces se tranquilizó. Puede ser que ella no estuviese infectada, pensó con resignación.

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