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Clase media - Relato 10

CLASE MEDIA

Termino de peinarme, llego tarde así que por esta vez no me entretengo mucho. Guardo el cepillo en el mueblecito de mármol verde del baño y voy a mi habitación.
Mi cuarto esta desordenado, hay ropa por el suelo, los calcetines del día anterior están a los pies de la cama, asumo mi parte de culpa en el tema de la ropa, pero el polvo el mes que viene me come, y eso no es parte de mis ocupaciones. En la estantería, donde tengo mis libros, el polvo apenas se ve, pero al lado, abajo, en el mueble de la minicadena el polvo se huele, se siente, nunca lo toco, en alguna ocasión que lo hice se formo una gran bola de pelo gris, fue del todo desagradable.
Abro el armario buscando algo de abrigo, ya empieza a refrescar por estas fechas, y todavía no ha abierto el día; busco una americana de pana, me la pruebo y decido quedármela puesta.
La noche anterior un mosquito ha marcado mi cara, tengo dos picaduras, una en la nariz, y otra en la frente. Odio el picor de una picadura de mosquito, y más cuando las descubro a la mañana siguiente, no imagino peor forma de empezar el día.
Son las diez de la mañana, entro a trabajar a las ocho, aunque tengo la suerte de tener un horario flexible. Paso todo el día en la oficina, entre a la hora que entre, siempre salgo a las diez de la noche, así que los jefes no me dicen nada. Es una situación que no me gusta, e incluso estoy intentando cambiarla, no aguanto estar tantas horas metido en el trabajo.
Los jefes me han pedido que es necesario que yo este tanto tiempo trabajando, yo no pienso lo mismo, me odiaría si así fuera, pero como no hay gente, se aprovechan de mi bondad. Ayer tuve un día horroroso, sentí como si las venas de todo mi cuerpo me fueran a explotar, y es que no quiero trabajar tantas horas. Oliverio, un amigo mío, me dijo que en la vida uno tiene lo que se merece, le mande a tomar por culo. Oliverio es el típico amigo que siempre saca una frase hecha a cada momento, pero es que hay veces que le da igual si viene al caso o no, el la dice y punto, y claro tienes que darle la razón, porque además es cabezón, y si le plantas cara puede mantener su postura firme durante horas, y eso es inaguantable, porque tengo que estar escuchándole su razonamiento que es mucho peor que la frase hecha que acaba de decir, así que yo le escucho, asiento, y se acabó.
Hace frío en la calle, nada más salir del portal empiezo a tiritar, camino deprisa, mi pelo esta mojado y el frío entra por cada centímetro de mi cabeza. Entro en el parking donde tengo mi coche, es una plaza alquilada, la tengo desde hace dos años, y es la única deuda que no me molesta pagar a fin de mes. Bajo unas escaleritas hasta llegar a mi Volkswagen.
Al salir, paso mi tarjeta por el lector como cada día, como cada mañana, y descubro que no me abre la barrera, vuelvo a pasarla y nada, el revisor o como se llame sale de su caseta y se dirige hacia mi.
- Buenos días -me dice.
- Hola –no me apetece desearle buenos días, no porque no lo sean, si no porque no me ha sentado bien lo de la barrerita-. No me abre –le digo sin mirarle.
- A ver, a ver –me coge la tarjeta y la observa, se incorpora, se apoya sobre el techo de mi coche-. ¿Qué abono tienes?
A vale, con que esas tenemos, el tema del abono. Hay dos clases de abonos uno que puedes dejar el coche las veinticuatro horas y otro que solo puedes dejarlo por las noches, es decir de siete de la tarde a nueve de la mañana o algo así, tampoco lo recuerdo porque yo a pesar de tener este ultimo, que es el barato, nunca había respetado el horario, y tampoco nunca había tenido problemas, menos hoy, hoy si los tengo.
- tengo el abono de la noche –le digo entre dientes.
- Claro, por eso no te abre –dijo gritando-. Tienes que pagarme las dos horitas que te has pasado, son las once y cuarto – dijo mirándose el reloj a la vez que lo señalaba con su dedo.
- Pues nunca había tenido problema, muy bien, ahora voy.
Doy marcha atrás y aparco a un lado, me bajo y me dirijo a la taquilla. Al final he tenido que pagar tres euros, no es mucho pero me molesta todo el numerito, lo peor de todo y lo que más me molesta es que ya no voy a poder dejar el coche en el garaje cuando se me antoje, tendré que ceñirme a mi horario. Ahora sí, me abre la barrera y me voy a trabajar.
Por el camino pienso en porque no cogí en su momento el abono de veinticuatro horas, aunque no me hace falta pensar mucho, es treinta euros mas caro, y ni siquiera puedo plantearme si merecería la pena, no gano tanto dinero, también pienso en alguna puerta secreta por donde pasar para que el de la taquilla no me vea, o alguna estratagema para no tener que pagar cada vez que me pase de hora, pero no se me ocurre nada.
Cruzo la puerta de la oficina y pienso que soy de la clase media, la clase media es así, media.

© Sergio Becerril 2007

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