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Análisis de balance - Relato 12

ANÁLISIS DE BALANCE

Abro el frigorífico buscando algo de comer, camino despacio y con torpeza, estoy algo mareado. Es sábado, son las doce de la mañana. Hace apenas dos horas que me acosté. Anoche salí y como siempre, me dieron las tantas. Estoy solo en casa, mis padres están trabajando, mejor, estoy mejor solo. La noche no ha sido muy distinta de las anteriores. Siempre hago lo mismo, beber y drogarme. Cierro la nevera decepcionado, en realidad no me apetece nada de comer. Todo me da vueltas, pero no estoy pedo, es una sensación extraña. Siento en mi cuerpo un intenso hormigueo, mi cerebro no para de pensar. Pienso en el dinero que me he gastado en la noche, pienso en mi familia, en que no quiero dormir. Vuelvo a la cama, tengo una extraña sensación de frío por todo mi cuerpo. Mis pies, están congelados, sin embargo tengo sudores. Me arropo, y doblo mis piernas recogiéndome dentro de la cama, necesito protección, no se de que, ni de quien, pero como me gustaría sentirme seguro. En un instante de derrumbe, me pongo a llorar. Me maldigo por todo lo que hice la noche anterior, me hago miles de preguntas que casi todas tienen respuesta, solo que no quise buscarla. Me vienen a la mente imágenes. Yo bebiendo y consumiendo cocaína. Doy vueltas en la cama, me muevo de un lado para otro. A los pocos minutos me descubro con los ojos abiertos viviendo momentos de la noche anterior. Vuelvo a cerrar los ojos, lo que daría por que todo esto, todas estas sensaciones, pasaran. El hormigueo sigue, el sudor ha remitido, pero cada vez que me muevo amenaza con volver, prefiero quedarme quieto. Cruzo mis brazos y espero que pase el tiempo. Si, será lo mejor.
Permanezco quieto con los brazos cruzados durante algunos minutos, aunque el tiempo pasa tan deprisa que pueden haber pasado horas, enseguida me doy cuenta de que estoy apretando mi puño con fuerza, me he clavado las uñas en la palma de la mano. Me levanto al servicio. Intento orinar, pero me cuesta horrores, después de algunos minutos apoyado en la pared, logro que algunas gotitas de orina salgan por mi pene.

Al volver a la habitación, recuerdo que todavía me queda algo de cocaína de la noche anterior. Me levantó y la busco en el bolsillo de mi trasnochada chaqueta. Abro la bolsita, descubro que hay más cantidad de la que yo pensaba. Cojo la caja de un disco compacto de mi estantería, vuelco una roquita y polvo sobre el, la bolsa queda vacía. Con una tarjeta de crédito aplasto la sustancia, después de algunos segundos, esta desecha como el azúcar.

Ceremoniosamente con la tarjeta de crédito formo una línea casi recta con la cocaína. El camino del confuso y efímero placer. Cojo un billete de veinte euros, lo enrosco en forma de tubo. Tengo la sensación de que no me va a entrar más cocaína en mi cuerpo, pero tengo que esnifarla, mi cansada mente y mi cuerpo me lo pide. Me agacho, al acercarme a la caja del compacto la vista se me nubla, tengo que concentrarme para dirigir el tubo hacia la cocaína, cojo aire y aspiro con fuerza. La sensación es de hastío, llevo mucho tema en mi cuerpo. Se me saltan algunas lágrimas, y mi vista salta de un lado a otro de la habitación, pero la sensación es muy buena. Recojo todo con rapidez y vuelvo a la cama. Vuelvo a tener sudores, no puedo moverme, cualquier movimiento de mi cuerpo me hace sentirme incomodo, inseguro, necesito estar estático, sin moverme ni un milímetro. Aprieto con fuerza mis dientes, lo hago inconscientemente. Miro el reloj, son las dos de la tarde, es increíble como pasa el tiempo en este estado, pienso. Sigo dando vueltas en la cama, el hormigueo es inaguantable, tengo desazón, no puedo estarme quieto. Tengo sudores y mis pies y manos están fríos, congelados. Me planteo si merecerá la pena dormir. Pienso en levantarme, pero al intentarlo me arrepiento. Enciendo la tele, pero la luz que emite en la oscuridad de la habitación se me hace muy desagradable, me vuelvo a sentir inseguro, como fuera de la vida.. Me levanto al baño y con dificultad si logro que salgan unas gotas de orina. La respiración no es tan agitada como hace un rato, aunque siento una presión en mi pecho, me cuesta coger aire, y mi taponada nariz casi no me deja respirar.
De nuevo en la cama, me tumbo boca arriba, pongo uno de mis brazos sobre mi cabeza, intentando calmar mi mente, parece que se vaya a salir en cualquier momento. Empiezo a sudar, pero mi respiración no es muy mala, al menos no me falta el aire.
Sigo despierto, no se que hacer, no puedo dormir, se que esta sensación pasará, pero de momento me encuentro fatal. Decido llamar a mi novia, anoche ella no salió, tenía que estudiar. Me levanto de la cama, más tranquilo, aunque todavía inquieto. Marco su número con dificultad. Tras dos tonos lo coge.
- Dígame
- Hola Diana, soy yo - digo con la voz rota.
- Hola gordito, ¿que tal anoche?
- bien, bien, solo llamaba para ver que hacías – digo con sentimiento de incomodidad, me siento culpable por todo lo que hice anoche -. Me acabo de despertar. Anoche no hice nada especial, me aburrí un poco - mentí, no me aburrí, aunque borraría esa noche de mi vida.
- bueno luego nos vemos - ella se despide con un beso.
Me acuesto de nuevo e intento dormir, aunque sé que me costara un poco. Recuerdo la primera vez que probé la cocaína. Era una noche de viernes, llovía, yo había bebido bastante. Estaba con un amigo en un pub, el recibió una llamada.
- es Rober - me dijo mi amigo.
- ¿y quien coño es Rober? - dije, después terminé mi copa de un trago.
- un amigo. Nos vamos a ir a dar una vuelta con él ¿te apetece?

Cuando llegó, nos subimos a su coche. Mi amigo se montó de copiloto, yo, en el asiento trasero. Dimos unas cuantas vueltas con el coche. Ellos hablaban pero yo no escuchaba bien lo que decían, la música sonaba alta. El coche se paró delante de una casa baja. El amigo de mi amigo salió del coche, pasados varios minutos regresó.
- no esta mal, me lo ha dejado a tres talegos, y es roca - dijo dándole a mi amigo una
bolsita pequeña.
Fuimos a un parque. Mi amigo sacó de la guantera del coche la carpeta con la documentación del vehículo, abrió la bolsa y echó un poco de polvo en ella. Cogió el plástico transparente de un paquete de tabaco que sacó de la guantera, puso el plástico encima de las roquitas de coca y con un mechero las empezó a machacar. Las rocas se hicieron polvo. Después dividió el montón haciendo tres rayas.
- ¿tu quieres no? - me dijo señalándome con la tarjeta que había usado para dividir la cocaína.
Yo no conteste. Les dije que nunca la había probado. Se rieron los dos y me dejaron que hiciera los honores. Me pasaron la carpeta y una invitación de discoteca hecha un tubo, respire hondo y esnifé.
No sentí nada, ni en ese momento ni pasadas las horas. Solo me quitó la borrachera que llevaba y también el sueño, pero nada más. Dicen que la primera vez que la pruebas no sientes nada, y es cierto, al menos yo ni me enteré.

No recuerdo a que hora me quedé dormido. Me despierto con la nariz taponada. Miro el reloj, son las seis de la tarde. Abro la puerta de mi habitación, mi madre ha debido de cerrarla cuando llegó de trabajar.

Voy al baño y me sueno con fuerza la nariz, es inútil, sigue taponada, solo consigo manchar el papel higiénico con un poco de sangre. En el salón mi madre duerme la siesta. Me dirijo a la cocina, abro la nevera, pero tras unos segundos la cierro. No tengo sueño, la sensación es de bienestar, como si hubiese dormido toda la noche de un tirón, pero se que no ha sido así, la histeria ha pasado, pero la sustancia permanece, me mantiene despierto. Vuelvo a mi habitación, subo la persiana y enciendo la televisión, ahora si me apetece verla.

© Sergio Becerril 2007

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