Praga es Franz Kafka, es difícil encontrar una ciudad que esté tan ligada a un escritor. Dicen de Kafka que es el gran precursor de la nueva novela, el gran creador literario del siglo XX, creador de un estilo único, lo surrealista pasa a denominarse "kafkiano".
Se dice de él que se refugiaba en sus escritos por que odiaba al mundo, se odiaba a sí mismo y "detestaba todo lo que no fuese literatura". Su estilo sencillo es a la vez desconcertante, por que otorga una importancia mayúscula a cosas triviales, haciendo que sus letras te impregnen el sentido involucrándote en su peculiar forma de ver el mundo.
De no ser por su amigo nunca hubiéramos conocido a este genial escritor. Antes de morir, Kafka le dijo a su amigo Max Brod que quemara todos sus escritos, que los destruyera todos, su amigo como todos sabemos no lo hizo, legando a la humanidad las surrealistas letras de este genial escritor checo.
Cuando estuve en Praga hace dos años, podía ver a Kafka en cualquier callejuela, recuerdo una noche, nos perdimos y no sabíamos como coger el autobús para volver al hotel, de repente me encontré con él, y me indicó donde estaba la parada, quizá fue el alcohol, o la lluvia praguense cayéndonos a cantaros, pero juraria que era él. Al final llegamos al hotel, gracias Kafka, por todo.
Se dice de él que se refugiaba en sus escritos por que odiaba al mundo, se odiaba a sí mismo y "detestaba todo lo que no fuese literatura". Su estilo sencillo es a la vez desconcertante, por que otorga una importancia mayúscula a cosas triviales, haciendo que sus letras te impregnen el sentido involucrándote en su peculiar forma de ver el mundo.
De no ser por su amigo nunca hubiéramos conocido a este genial escritor. Antes de morir, Kafka le dijo a su amigo Max Brod que quemara todos sus escritos, que los destruyera todos, su amigo como todos sabemos no lo hizo, legando a la humanidad las surrealistas letras de este genial escritor checo.
Cuando estuve en Praga hace dos años, podía ver a Kafka en cualquier callejuela, recuerdo una noche, nos perdimos y no sabíamos como coger el autobús para volver al hotel, de repente me encontré con él, y me indicó donde estaba la parada, quizá fue el alcohol, o la lluvia praguense cayéndonos a cantaros, pero juraria que era él. Al final llegamos al hotel, gracias Kafka, por todo.
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