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MI SEGUNDO RELATO

Lei la noticia y la hice relato. Fue mi segundo cuento, se aprecia la probreza en el estilo, la obviedad de lo común, y ahora que lo vuelvo a leer lo encuentro demasiado edulcorado, es evidente que requiere unas cuantas reescrituras, además el tema está demasiado gastado para mi gusto, pero bueno, el relato está ahí, y es mio.

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Jueves, 17 de octubre de 2002
EL PAIS


Un hombre mata a su mujer, enferma terminal, 'para no verla sufrir'
EL PAÍS Barcelona
Un hombre, de 83 años, mató ayer a su mujer, de 86 y enferma de Alzheimer, asfixiándola. Tras el crimen confesó a la policía que lo hizo porque 'no podía seguir viéndola sufrir'.
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Desde la ventana Henry vio como llegaba la ambulancia, dos hombres vestidos con trajes blancos descendían y se apresuraban. No era la primera vez que veía esa imagen, se repetía casi cada semana. Su mujer estaba muy enferma y las visitas de los médicos a su casa eran muy frecuentes.
El timbre de la puerta sonó. Henry caminó con torpeza y abrió.

-Hemos recibido una llamada, ¿es usted Henry Miller? – dijo uno de los doctores.
-Si soy yo, les he llamado por que mi mujer esta muy enferma, lleva una hora sin parar de
vomitar – Henry se quitó sus gafas, sacó un pañuelo de su bolsillo y se secó sus ojos húmedos,
volvió a ponerse las gafas-. Me asusté, por eso hice que vinieran
-Bien, ¿dónde esta su mujer?
-Acompáñenme – dijo Henry.

Henry caminaba despacio, apoyándose en cualquier cosa que tuviese a mano. Cuando llegó a la habitación vio a su mujer postrada en la cama, tenía el mismo mal aspecto de siempre.
Kate la mujer de Henry tenía una enfermedad terminal, no hacía nada por si misma, Henry la daba de comer, la lavaba, dedicaba todo su tiempo a cuidar de ella. La quedaba poco de vida, él, en ningún momento había pensado en abandonarla, la quería y la necesitaba.

-aquí esta mi mujer, cuiden de ella, no la hagan daño – Henry empezó a llorar y salió de la
habitación.

Caminó hasta el salón, se volvió a secar sus ojos, dejó de llorar. Miró una de las fotos que había en el salón, su mujer y el sonreían, la foto fue tomada el día de su boda, había pasado tanto tiempo.

Pasaron algunos minutos, los médicos salieron de la habitación.

-bien, Sr. Henry, le hemos suministrado una medicación que hará que cesen los vómitos, tiene
que tomarla cada 12 horas durante tres días – dijo el doctor mientras le daba un frasco con
píldoras-. No se olvide, es importante que no deje pasar ninguna dosis – concluyó.

Henry no dijo nada, no sabía que decir, le daré la medicación cada 12 horas, y ya está, pensó. Acompañó a los médicos a la salida.

Media hora después llamaron a la puerta, era Mary su hija.
Henry abrió la puerta, la recibió con un abrazo.

-pasa hija, ¿qué tal todo? – dijo Henry.
-Bien, y mama, ¿qué tal esta?
-Igual, delira a menudo, ahora duerme, hace un rato vinieron a verla los doctores, tuve que
llamarlos por que no paraba de vomitar
-No puedes vivir así papá, ¿no crees que sería mejor que estuviera internada en algún centro?
-Sería lo mejor, pero no, de momento no, estoy bien así, soy feliz a su lado – dijo Henry mirando
para otro lado.
-Te engañas papá, prométeme que lo pensarás
-Esta bien, de acuerdo, lo pensaré
-Solo venía a ver que tal todo. Si quieres este sabado podemos venir a cenar. Steve y los chicos
tienen ganas de verte, te viene bien algo de compañia, ¿vale? – dijo Mary sonriendo.

Henry se despidió de su hija, que salió dejando tras de si un olor a vainilla, el olió aquel perfume, cerró los ojos y aspiró su esencia, la echaba tanto de menos.

Se sentó en el sofá y ojeó por encima el periódico.

-¡Henry! – gritó su esposa.
-¡ya voy querida! – se levantó con torpeza del sillón y caminó un poco mas deprisa hasta la
habitación.

Cuando llegó vio a su mujer erguida en la cama, Henry se apresuró a cojerla por la espalda, le colocó la almohada detrás y la apoyó contra el cabecero.

-¿qué ocurre cariño? – dijo Henry mientras se sentaba en la cama, al lado de Kate.
-¿cómo que no has visto la mañana? – susurro Kate.
-¿la mañana?, ¿qué quieres decir amor? – Henry la miraba con ternura, le cogió la mano y la
llevó a sus labios, después volvió a colocarla junto a su regazo.
-Una vez, cuando ya todo no era, la vi y no supe mas de ella – dijo Kate, después esbozo una
pequeña sonrisa que arrugó mas su cara, dejó ver sus dientes, los únicos supervivientes de la
belleza del pasado.
-No te preocupes Kate, yo sigo aquí, contigo, siempre a tu lado – Henry sonrió.

Salió de la habitación, fue al baño, abrió el grifo y dejó que el agua fría tocara sus dedos, se mojó la cara, y el poco cabello de anciano que poblaba su cabeza. Se abrochó los dos primeros botones de la camisa.

-¡Henry! – volvió a gritar Kate.

Llegó al cuarto donde estaba ella y se volvió a sentar a su lado.

-¿cómo que no has visto la mañana?, si tu no la ves, yo tampoco quiero ver nada, por que una
vez yo supe que nada era como cuando pasó, ayer, ¿sabes? – murmuró Kate.
-Te entiendo, Kate, te entiendo – Henry se pasó las manos por el pelo, lo peinó con sus dedos,
lloraba riendo.
-Mañana no podré llegar, creo que usted no ha visto la luz del sol – susurró Kate, y por primera
vez en mucho tiempo, miró a Henry-. ¿por qué no quieres sonreír a la mañana? – musitó.

Henry se acercó a Kate, la tumbó en la cama con torpeza, le acomodó la almohada para que pudiera descansar. Kate estaba tumbada, sintió en su mejilla la mano de Henry.

-te quiero tanto – dijo Henry mientras peinaba el pelo blanco de Kate con sus manos.

Las manos de Henry fueron abrazándose al cuello de Kate, ella cerró los ojos, Henry fue imprimiendo mas fuerza al acto, pasados unos segundos Kate dejó de respirar. Tenía los ojos cerrados y una dulce expresión en su rostro. Henry la besó, y salió de la habitación.
Se puso la chaqueta y salió a la calle.

-¡la he matado!, ¡la he matado! – gritó Henry.

La gente le miraba con asombro, algunos corrían, otros se quedaban parados, pero nadie, en definitiva, le hizo el menor caso. Henry se entregó a la Guardia Civil dos horas después, pasó la noche en el calabozo.
El sol despertó a Henry, se levantó con urgencia y fue en busca de Kate, pasaron algunos segundos hasta que recapacitó, Kate ya no estaba. Se asomó por la pequeña ventana del calabozo.

-si mi amor, ahora estas mejor, y yo también – dijo Henry sonriendo a la mañana.
© Sergio Becerril 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

La noticia del peri�dico El Pa�s, es veridico �verdad?.. me ha hecho llorar... sabes que eso en mi, no es f�cil. T� lo has conseguido!.
besos
lob.

 
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