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Amorirdos - Relato 25

AMORIRDOS

Santiago pensaba que nunca dejaría a Maria Lola. Hacía tiempo que había decidido vivir el amor de una manera diferente, de forma que el amor no le produjera ningún daño. Podía ser cobarde su postura, pero pensaba que era mejor así. Santiago quería a Maria Lola, la quería y la respetaba, y sentía amor por ella. Quizá no el amor pasional que vive un quinceañero, quizá otro tipo de amor. Un amor racional y sensato, del cual nunca saldría perjudicado. Pensaba que si todo el mundo trata de hacer las cosas sencillas, y llevar una vida sin complicaciones, no tendría porque ser distinto en cuestiones de amor.
Maria Lola tenía treinta y cuatro años, uno más que Santiago. Llevaban casados cuatro años, mas dos años de noviazgo, en todo ese tiempo él había podido prescindir de ella. A él le gustaba pasar el tiempo a su lado, y en el momento en que la conoció, supo que era la mujer de su vida, pero no fue amor a primera vista, tampoco se enamoro de ella ciegamente, simplemente decidió María Lola debía ser la mujer de su vida. Dejó los sentimientos a un lado para hacer caso a la razón. Al principio de conocerla, la ilusión imperaba y ahí claro que los sentimientos lo eran todo, pero a medida que se iban conociendo, él se daba cuenta de que no tenían mucho en común, que casi no tenían los mismo gustos, fue el momento en que los sentimientos casi desaparecieron, o por lo menos dejaron de ser importantes para Santiago, y pensó que si él había decidido que Maria Lola era la mujer de su vida, no había ninguna razón para dejarla, se había decidido y llevaría su decisión hasta las ultimas consecuencias. Quería quererla, y con eso bastaba. Y cuando pensaba que no la quería con el corazón, se decía así mismo que el corazón no quiere, ¡que tendrá que ver el corazón!, pensaba. Sin embargo Maria Lola amaba a Santiago. Y sufría cuando no estaba a su lado, por las mañanas se levantaba pensando en él, y deseaba verlo y abrazarlo.
Fue ella la que, con su insistencia en quedar cada fin de semana, había fortalecido la relación.
Un tarde, Santiago habló con su amigo German sobre su relación en los tiempos en que Maria Lola y el eran novios.
-¿pero como lo haces?, ¿no te cansas?, ¿Cómo puedes estar con una chica tan distinta a ti? –le decía German.
-Ni pensarlo –le decía el-. Maria Lola es todo lo que se le puede pedir a una mujer, es sensata, no me complica la vida, es sencilla, no me da celos, llevo dos años de noviazgo y todavía no he sufrido ni un día. Dime, conoces a alguien que no haya sufrido por amor, que no haya pasado una mala noche con dolor de tripa por que su novia se ha marchado con sus amigas. El amor cuando te atrapa es muy malo, te aprieta el corazón y deseas estar siempre con esa persona, si se va quieres estar con ella, y si no esta contigo no estas bien, te falta algo. Eso es amor nocivo. Yo he decidido vivir el amor de otra manera, yo no sufro por amor, yo vivo el amor de manera racional, no tengo porque sufrir.
-Tu no estas enamorado –le decía muy ofendido su amigo-. Yo no entiendo el amor sin tener al menos en algún momento una pizquita de celos, como tampoco entiendo el amor sin sufrimiento. El amor es sufrimiento, eso es lo bonito. Cuando tu pareja no esta contigo, querer estar con ella, desearla…y tener celos si se va una noche de juerga con sus amigas.
-No hay porque sufrir, eso es todo. Antes de salir con Maria Lola tuve una novia, y cada vez que me despedía de ella la vida no tenia sentido. Solo era feliz cuando estaba a su lado, me llegué a desmerecer como persona, pensaba que la vida sin ella no tenia sentido. Ella se cansó de mi, y conocí el peor dolor que hasta ahora he conocido. Pasó un año y volví a enamorarme, cuando llevaba una semana saliendo con aquella chica, una noche la llamé y la dije que no quería volver a verla, ella se quedo destrozada y yo pasé momentos muy malos, pero me vi en la misma situación que hacia un año, y sabia que iba a sufrir, no tenia porque sufrir. Después conocí a Maria Lola, y con ella todo es diferente, quiero que sea la mujer de mi vida, y lo será, es amor consentido lo que siento por ella, amor racional.
-Tu no estas enamorado –le volvió a repetir German.
Y puede que en parte German tuviera razón, o puede que no. De cualquier manera, escuchando hablar a Santiago sobre su relación se podría pensar que lo suyo no era amor, que era simple costumbre, o cariño, pero no amor.
Santiago era un hombre gordo, no era muy alto así que la gordura se le notaba aun más. Su mujer Maria Lola siempre le estaba pidiendo que adelgazara.
La tarde del diecinueve de julio Maria Lola y Santiago estaban sentados en el sofá del salón, viendo la tele él, ella leyendo un libro.
Maria Lola dejó el libro, y al cabo miró a su marido.
-¿estas a dieta o algo?
-No, me has puesto tú a dieta –dijo el marido con desgana.
-No, es que te veo mala cara, por eso te pregunto
-Que va, ¿de verdad me ves mala cara? –preguntó tocándose las mejillas con las dos manos.
-Si, además te veo mas delgado
Santiago no seguía ningún régimen, pero había pasado un mes desde que su mujer le había notado mala cara, y seguía perdiendo peso.
-no puedes seguir, así, a ti las preocupaciones nunca te han hecho adelgazar, eso suponiendo que tengas preocupaciones, tampoco sigues ninguna dieta, comes y cenas conmigo y además en abundancia, y cada día estas mas delgado – le decía Maria Lola casi cada día.
-No se, mujer, a lo mejor me ha cambiado el metabolismo –respondía él sin mucha fe.
Pero Santiago seguía adelgazando y nadie sabía explicarse el motivo, nadie menos Santiago que casi intuía lo que le estaba sucediendo. Una tarde quedó con su amigo German. Y mientras paseaban por el retiro hablaron.
-tengo que contarte algo, pero no se si debo –dijo Santiago.
-Venga, nos conocemos desde el colegio, ahora te va a dar vergüenza contarme algo – German hizo una pausa, después prosiguió-. Oye te veo mas delgado, ¿Qué régimen sigues? –dijo, y después soltó una gran carcajada.
-El del amor –dijo Santiago con seriedad.
-Ah, ya veo, así que tú y María Lola le dais mucho al sexo, ¡que bribón, quien lo diría!, yo con Susana apenas lo pruebo chico…
-No me refiero a eso, pero porque tienes que ser así –dijo Santiago sin dejar terminar a German sus palabras.
Ambos caminaban despacio, la tarde se cerraba, y la noche estaba a punto de salir, el parque del retiro cambiaba de aspecto, y las familias y los niños iban desapareciendo para dejar a su paso a parejas de jóvenes que se sentaban en bancos a procurarse caricias y besos.
German entendió que lo que Santiago quería contarle era un tema serio, y dejó de hacer bromas para escucharle.
-hace unos tres meses que Silvia entró en a trabajar en mi oficina. Nada mas verla me enamoré, no sé cómo explicarlo pero eso se nota, hacia años que no me fijaba en una mujer y ella de la noche a la mañana acaparaba toda mi atención –Santiago hizo una pausa y miró a la cara a German.- Tranquilo, no he sido infiel a María Lola, nunca la haría daño – dijo al ver la cara de su amigo.
-Bueno, no pasa nada, todos hemos echado una canita al aire alguna vez, ¿no? – dijo German.
-El caso es que me sentí atraído por Silvia – prosiguió Santiago-. Y cada día la veía entrar a la oficina, y pasar por mi lado, y un buen día me saludó. Estuve dos semanas seguidas tomando café con ella, y mi atracción paso de ser solo física a algo más, poco a poco, durante la media hora del desayuno nos íbamos conociendo y cada día me enamoraba mas de ella
-Pues, no se que decir, supongo que tienes un problema. Ignórala, mándala al carajo como hiciste con esa novia tuya, como se llamaba –German se quedó pensando.
-Ya lo he hecho, solo estuve dos semanas tomando café con ella, compartiendo mi vida a su lado, dos semanas fabulosas, pero supe que no podía seguir así, y deje de hacerlo, ahora ni siquiera la miro, pero ella es la causa de que cada semana pierda dos kilos.
-No es posible, si a ti nunca te han afectado los problemas
-No se trata de eso. Ayer fui al medico y le conté lo que me pasa, le dije que conocí a Silvia y enseguida empecé a perder peso, y que durante las dos semanas que desayunamos juntos mi peso se estabilizó e incluso engordé un kilo, después cuando traté de ignorarla y de no mirarla tan siquiera cuando pasaba a mi lado, volví a adelgazar. El doctor me dijo que sufría de amor, y me estaba consumiendo por no hacer caso a ese instinto, yo me reí, y le dije que si estaba loco, pero no pude hacerle ver otra cosa que la que te estoy contando – Santiago miró a una pareja que apoyada en una pared, se besaba con deseo-. Sufrir de amor, menuda idiotez.
Santiago siguió adelgazando, le costaba caminar, y su aspecto demacrado era incluso desagradable. Su mujer preocupada le insistía en que fuera al médico, pero él no quería, y la decía que no era nada.
Pero la cosa iba muy deprisa, demasiado y Santiago decidió ir otra vez al medico.
-veo que no hace caso a su instinto más vital, le veo bastante desmejorado- dijo el doctor al ver a Santiago.
-Por favor, doctor, dígame con seriedad y racionalidad lo que me ocurre, no sigo ninguna dieta, y ya he perdido mas de cuarenta kilos, si sigo así dentro de poco no podré caminar, me cuesta mucho conducir, apenas tengo fuerza, y en el trabajo no logro concentrarme
-Ya le dije su diagnostico señor Santiago, solo hay una cura para su enfermedad, y esa es no oponerse a lo natural, usted se enamoró de su nueva compañera de trabajo, Silvia, y no responder a ese amor, ignorarlo de la manera que usted lo hizo le esta consumiendo
-Bien, bien, supongamos que lo que usted dice es cierto
-¡acaso duda de mi profesionalidad! –le interrumpió el medico.
-No, no, entonces que debo hacer para volver a tener la vida que antes tenia, para volver a engordar y ser feliz otra vez
-Muy sencillo, tiene que empezar una relación con Silvia, amarla como desea desde hace tiempo, cuando desayunaba con ella ganó incluso un kilo, esa es la solución – dijo el doctor.
-Tengo pareja, y la quiero, no quiero perderla, no puedo dejarme llevar por un capricho de mis sentimientos, yo quiero querer a María Lola – dijo Santiago con tristeza.
-No tengo más que decirle. Cuando alguien enferma, de cualquier enfermedad, yo le receto medicinas para que se mejore, algunas de esas medicinas curan la enfermedad, pero dan sueño, o producen somnolencia, e incluso son fuertes para algunos estómagos –el doctor hizo una pausa- y es el paciente el que decide tomárselas o seguir con el dolor.

Santiago estaba perdido, no podía hacer daño a María Lola, ella era su mujer y él se había prometido no hacerla nunca daño, pero la situación era muy seria, y si seguía así sabia que podía morir. Esa misma noche decidió hablar con Maria Lola.
Le contó todo lo que el medico le había dicho, y le habló de sus sentimientos hacia Silvia, como la conoció y todo lo demás.
-¿te has acostado con ella?, a lo mejor te has acostado con ella y te ha pegado el sida o alguna enfermedad de esas de sexo –le dijo Maria Lola.
-No, tranquila, no me he acostado con ella, ni siquiera la he visto fuera de la oficina
-Y el medico te dijo que salieras con ella, y que pasa conmigo, pero eso no puede ser así, mañana mismo vas otra vez al medico y le exiges que te hagan pruebas de todo tipo
Al día siguiente volvió al medico y según le había dicho su mujer exigió a su medico que le hicieran pruebas de todo tipo. Y se las hicieron, pruebas para ver si era seropositivo, si tenia cáncer, anemia, sífilis, hepatitis, en definitiva todas las enfermedades que como síntoma tiene la pérdida de peso. Las pruebas tardaron unas dos semanas, y Santiago seguía perdiendo peso, tuvo que pedir la baja en el trabajo porque apenas tenía fuerza para caminar, tenía el aspecto de un cadáver y sus ojos permanecían cerrados casi todo el tiempo. Al día siguiente Maria Lola fue al medico a recoger los resultados.
-el doctor no está, se ha ido una semana a brasil a una convención de médicos muy importantes – la dijo una señorita en la recepción del hospital.
-Vengo a por unos resultados, aquí traigo una autorización para recogerlos
La enfermera paso a una sala contigua y buscó en un cajón. Al poco tiempo vino con un sobre grande en la mano.
-aquí tiene, es necesario que estos resultados los vea su medico, así que pásense mañana y el medico les atenderá.
María Lola dobló el sobre y lo metió en el bolso.
En casa con Santiago a su lado abrieron los resultados de las pruebas. Todos eran negativos, no hacía falta ser médico se leía con claridad. Santiago no tenía cáncer, ni sida, ni siquiera tenia colesterol, o falta de glóbulos blancos.
Al día siguiente el medico confirmó a Maria Lola los resultados.
-su marido esta perfectamente, no tiene ninguna enfermedad venérea, ni ningún tipo de cáncer, es mas se podría decir viendo sus análisis que goza de una muy buena salud
-tendría usted que verle doctor, esta consumido, apenas puede moverse de la cama, ya no tiene fuerzas ni para ir al baño –le dijo Maria Lola.
-No puedo hacer nada por él, no puedo recetarle nada, ni decirle nada que no le haya dicho ya a su marido, lo siento por usted señora, lo siento de veras.

Al día siguiente por la tarde Maria Lola fue al trabajo de Santiago, subió a la oficina y habló con uno de sus compañeros, le preguntó quien era Silvia, este señaló con el dedo a una joven morena, con rasgos orientales. María Lola bajó de nuevo hasta la entrada y esperó a que Silvia saliera.

-tu no me conoces –la dijo mirándola de frente-. Soy la hermana de Santiago, ¿sabes de quien te hablo no?
-Si –dijo Silvia sorprendida-. ¿Qué tal esta?, me dijeron que se cogió una baja por depresión o algo así, ¿Qué le ocurre?
-Si, se murió su madre y no lo superó muy bien, ¿tú te llevabas muy bien con él no?
-Si, ¿Por qué lo preguntas? –dijo Silvia.
-Me ha pedido que te diga que esta enamorado de ti
Silvia enrojeció, y esbozó una sonrisa que apresuró a tapar con una de sus manos.
-no me lo puedo creer –dijo al fin.
-Si, entiende que él ahora está pasando un mal momento por lo de su madre, y no quiere perderte – Maria Lola tenía los ojos cristalinos, estaba a punto de llorar-. Entonces me ha pedido que te diga esto, no tienes que decir nada, solo quería que lo supieras
Las dos se quedaron calladas durante algunos segundos.
-vaya, es fantástico –dijo Silvia-. Coincidimos durante algún tiempo en los desayunos y tu hermano me pareció un hombre muy interesante, me enamoré de él en esos desayunos, después le propuse varías veces quedar para tomar algo fuera de la oficina, pero siempre me decía que no, después dejó de hablarme y pensé que no quería nada conmigo, ¿es verdad que esta enamorado de mi?
Maria Lola tenia un nudo en la garganta que apenas la dejaba hablar.
-si, es verdad, si quieres llámale, estará encantado de hablar contigo, tengo que irme
Y sin dejar a Silvia despedirse María Lola salió corriendo dejando tras sus pasos la felicidad de aquella chica.

Cuando llegó a casa su marido estaba tumbado en la cama, como las últimas semanas, tenía la tele puesta pero sus ojos estaban cerrados, apenas tenía fuerzas para abrirlos.
María Lola se sentó en la cama y con una mano agarró la mano de Santiago, con la otra se limpiaba las lagrimas que salían de sus ojos.
-he hablado con Silvia –dijo.
Santiago abrió los ojos como hacia días que no hacia.
-¿Por qué? –preguntó, hablaba con un hilo de voz.
-Tienes que verla, me ha dicho que te quiere, que le gustas, ella esta enamorada de ti
Al decir estas palabras Santiago iba recibiendo pequeñas dosis de fuerza, que le empujaban a volver a vivir, Silvia le quería.
-ya lo sé, ella me lo dijo, pero yo dejé de hablarla, no quería estar con ella
-¡pero te estas muriendo! –gritó Maria Lola-. Tienes que hacer algo
-yo te quiero a ti, te quiero María Lola, te amo, te amo, no puedes entender eso, no quiero estar con ninguna otra mujer, te quiero a ti
El teléfono interrumpió la conversación de ambos. Maria Lola se levantó de la cama y contestó, era Silvia.
Maria Lola cogió el teléfono inalámbrico y lo llevo hasta la habitación donde estaba Santiago.
-toma es Silvia –dijo dándole el inalámbrico.
-no quiero hablar con ella
-¡tienes que hacerlo! –dijo María Lola furiosa.
Santiago cogió el teléfono y tras unos segundos y después de mirar a su esposa colgó la llamada.
-te quiero –dijo y el teléfono cayó de la mano de Santiago, golpeándose contra el suelo.
La televisión estaba puesta, y los reflejos alumbraban el brazo de Santiago que colgaba de la cama.

La gente de su alrededor creyó que Santiago había muerto de cáncer, de alguna enfermedad incurable. La gente que lo conocía bien, simplemente pensó en algo sobrenatural, algo sin respuesta. Y luego está Germán, el mejor amigo de Santiago. Cuando sale a echar una canita al aire, su principal arma para conquistar a las chicas, es contar la historia de su amigo Santiago, un amigo que murió por amor.

© Sergio Becerril 2008

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