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La finalmente común historia de amor de Maite y Paco - Relato 26

LA FINALMENTE COMÚN HISTORIA DE AMOR DE MAITE Y PACO

En casa de Maite y Paco no se veía la tele, simplemente porque no tenían. Ambos se consideraban alternativos, esto significa que harían cualquier cosa por ser diferentes al resto de la humanidad. En esa rebeldía de ir a contracorriente, está el no tener televisión. Es raro y debería costar imaginarnos un salón sin televisión, pero así era, por la noche cuando los dos terminaban de cenar y se sentaban en el sofá, leían libros, hablaban, algunas noches escuchaban un poco la radio, tenemos que imaginar también que cuando apagaban la luz, no veían su rostro a contraluz, que cuando hablaban no había un murmullo inútil acompañándolos, era un ambiente distinto.
El hecho de haber modificado su visión de la vida en la intimidad, de una manera o de otra también modificaba su vida personal e incluso laboral. Son tiempos de televisión, de imagen en movimiento, en mayor medida movimiento generado por los demás y no por uno mismo, si algo caracteriza a la sociedad de ahora es por la televisión y por el sedentarismo. En el trabajo cuando la gente hablaba del último programa de éxito ellos no podían opinar, cuando se hablaba de cualquier serie ninguno de ellos podía seguir la conversación, eso sin contar con los comentarios de partidos de futbol, formula uno, o cualquier otro deporte, utilizando jerga periodística, estaban siempre en fuera de juego.
Cuando alguien hablaba de televisión, simplemente callaban, aunque en la mayoría de las ocasiones abandonaban la tertulia y volvían a sus puestos de trabajo, esta actitud revelaba cierto aire de incomprendidos, de marginales, y esta actitud no pasaba desapercibida por sus seres cercanos, pues eso pensaban de ellos.
Maite y Paco llevaban siete años viviendo juntos, tenían los gustos parecidos, aunque a decir verdad fue Paco el que fue inculcando a Maite el estilo de vida alternativo, una forma de vida diferente, Maite por amor o porque en realidad se sentía identificada con estos ideales fue adaptándose a las costumbres de Paco.
Una mañana en la que decidieron no ir a trabajar, tumbados en la cama, la conversación fue la siguiente:
-Entonces como lo hacemos – dijo Maite, necesitamos un hombre guapo, ¿no?
-Así es, mi nariz es horrible, y mis labios muy finos, necesitamos una cara amable, de rasgos hermosos para que nuestro hijo salga lo más guapo posible
-Tengo un compañero de trabajo que quizá te guste, si quieres mañana quedamos con él y le conoces – dijo Maite
Al día siguiente quedaron con Fernando el compañero de Maite, la conversación fue la siguiente:
-Mi pareja y yo queremos tener un hijo, pero no nos gustan los rasgos que tiene Paco, tu cara es agradable, eres muy guapo, ¿te importaría dejarme embarazada?
-No, claro que no, eso sí, tenemos que hacerlo bien, tendréis que firmarme un documento notarial el cual indique que no me pediréis ningún tipo de responsabilidad una vez que os haga este favor
-Claro, cuenta con ello – dijo Paco.
-Sí, por supuesto, entonces ¿no te importa? – dijo Maite.
-No, cuando lo hacemos – contesto Fernando.

Maite y Fernando quedaron al día siguiente, se acostaron esa misma tarde, después de comer, practicaron sexo durante horas.
De madrugada Maite entró en casa, Paco la esperaba en el salón, aquel salón sin televisión, por lo que el silencio era algo que se podía tocar. La conversación fue la siguiente:
-¿Qué tal ha ido? – dijo Paco.
-Bien, se ha corrido como unas cinco veces, yo creo que habrá sido suficiente
-SÍ, espero que sí, ya verás que hijo más guapo vamos a tener, hay que buscarle un nombre bonito, y ya sé que es pronto para hablar de esto, pero este hijo nuestro tiene que ser el abanderado de nuestros ideales, y por lo tanto habrá que ir inculcándole nuestros valores desde muy pequeño, ¿estás de acuerdo? – dijo Paco.
-Sí, claro que si amor mío –dijo Maite.
Una o las cinco corridas que Maite albergó en sus entrañas cumplieron su cometido, pues se quedó embarazada.
De mutuo acuerdo decidieron dejar sus trabajos e irse a vivir al campo, la madre de Maite tenía una casa en un pueblecito cerca de la costa, allí se establecieron.
Como no podía ser de otra manera la tripita de Maite fue haciéndose cada vez más grande, pero no tomaba una forma redonda, como es habitual, sino cuadrada, esta circunstancia ennobleció a la vez que ilusionó a los futuros padres, pues pensaban que ya desde el vientre materno, el pequeño iba a contracorriente, no era igual que el resto de seres humanos.
Todo fue diferente en este embarazo, duró doce meses, y la criatura nació en su propia casa, no hizo falta cortar el cordón umbilical ya que el propio bebe nada más salir lo quitó con sus propias manos.
El niño era precioso, no tenía la nariz ni los labios de su padre, un digno ejemplo de belleza.
A los pocos meses Maite y Paco se dejaron, ella se cansó de las doctrinas alternativas y de él, una noche cogió a su hijo y se volvió a la ciudad con sus padres.
Paco se quedó solo, la vio salir por la puerta, él pensaba en su hijo, y en que aunque uno quiera ir a contracorriente, alejarse de las modas, del camino habitual, hay cosas que uno no decide por sí mismo. En su caso se había separado, algo común, algo que a todo el mundo le puede pasar, esta vez tuvo que ser uno más.

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