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Ni tu nombre sé - Relato 23

NI TU NOMBRE SÉ

Ninguno de los dos quería darse cuenta de que la relación no iba bien. Ella para no hacerle daño y él para no salir del sueño donde a veces se encontraba, preferían no pensar en ello. Dos días de felicidad y dos cabreados, discutían casi a diario, y casi siempre por tonterías, unas veces el enfado se pasaba a los pocos minutos, pero otras podían estar hasta una semana sin hablarse, y ahí, en esos enfados largos, donde ninguno de los dos quería dar su brazo a torcer es donde sufrían, a veces ella, casi siempre él. Al principio les parecía bien eso de discutir, ambos pensaba que si las parejas no discutían la relación era aburrida y al final llegaría la monotonía, y que si no discutían nunca se llegarían a conocer bien. Con el tiempo, las discusiones no eran tan bien recibidas, y en más de una ocasión habían pensado en poner fin a una relación que según iba no tenia ningún futuro, pero solo lo pensaban, y así, pensando en dejarse y discutiendo, llevaban cuatro años.
Pedro llevaba cuatro noches casi sin poder dormir, había discutido con su novia, y se sentía mal, empezaba a necesitarla, quería escuchar su voz, pero, como llamarla, pensaba, seria darle la razón, dar su brazo a torcer, y perder la partida, duraba cuatro días, él sabia que si no la llamaba la podía perder, habían discutido otras veces, pero esta vez le parecía distinto, tenia miedo de perderla, de no volver a verla.
No podía seguir así, se había emborrachado las dos ultimas noches, y su estomago no aguantaría una tercera borrachera para evadirse.
Salió del bar donde se encontraba y marcó su teléfono. Al cabo de dos tonos ella cogió el teléfono.
- Que quieres- contestó ella.
- Hola –hizo una pausa, no sabia como romper el hielo-. Mira quiero decirte que a lo mejor llevabas razón, quizá me puse un poco pesado con el tema, bueno olvidémoslo… ¿Qué haces?
- Estaba viendo la tele pero me iba a dormir dentro de nada, son las doce de la noche
A dormir, pensó Pedro, él había dormido fatal y ella se iba a dormir.
- Pedro no quiero que me vuelvas a llamar, estoy cansada de ti y de esta estupida relación que llevamos todavía no sé muy bien porqué
El no sabia que decir, habían discutido muchas veces, se habían insultado y cabreado, pero nunca antes ella lo había dejado.
- No puedes hacerme esto, llevo dos noches sin dormir
- Lo siento Pedro, y por favor no hagas las cosas más difíciles- la voz de ella era fría, como si no sintiera nada al decir lo que decía.
- Escúchame, ¿quieres que me entre depresión?, sabes que soy muy dado a tener depresiones, y creeme que si me dejas tendré una depresión muy grande, no sé si podré superarlo –dijo Pedro nervioso.
- Pedro voy a colgarte, no quiero seguir hablando contigo
- Quieres dejarme –Pedro gritaba-. Muy bien pues déjame, no pienso volver a llorar por ti, bastante he llorado ya, sin que lo merezcas, no mereces que te quiera…
Ella colgó el teléfono.
Se guardo el teléfono móvil en el bolsillo y volvió a entrar al bar. Pidió al camarero un ron con coca cola, cuando se lo puso, se bebió la mitad de un trago. Sacó el móvil del bolsillo y lo dejo encima de la mesa. Bebió otro gran trago a la copa, miraba al móvil todo el tiempo, esperaba que ella lo llamara, esperaba que ella le dijera que volverían a intentarlo. Seguía mirando el teléfono, esperando su llamada, terminó la copa y salió a la calle.

Marco su número, al rato ella cogió el teléfono.
- Que -dijo ella con la voz cansada.
- Mira por favor, no me vuelvas a colgar, ¿sabes lo mal que lo estoy pasando?, no tienes ni idea de lo mal que lo estoy pasando y tu vas y me cuelgas, ¿es que acaso no me quieres?, de verdad que estoy pasándolo muy mal, me vas a hacer llorar – Pedro empezó a llorar-. Que quieres que haga, no puedo dejar de pensar en ti, por favor no me hagas esto
- Pedro es muy tarde, no tengo ganas de hablar contigo, nuestra relación no funciona, no quiero seguir con esto, eso es todo, si no te lo he dicho antes es porque no quería hacerte daño, pero las cosas se me han ido de las manos y no quiero seguir contigo – ella no demostraba debilidad, hablaba con frialdad, como si leyera cada palabra que decía-. Ni tu eres feliz ni yo lo soy – hizo una pausa, ella oía a Pedro sollozando-. Será lo mejor…
- No tienes la menor idea del daño que me haces – Pedro esperaba que ella cambiara de opinión, que se sintiera tan mal, que le viera tan destrozado que volviera con él, aunque fuese por pena, quería sentirla cerca y que en ese mismo momento le pidiera que fuera a verla-. Hasta luego- dijo, y colgó sin dejar que ella se despidiera.
Fue caminando hacia su casa, lo hacia despacio, sin saber muy bien como despertaría mañana, como volvería a dormir sabiendo que ella no estaría al día siguiente. Sentía una inmensa sensación de vacío, no lloraba, pero se encontraba triste. Pensaba por que, y en que momento ella había dejado de quererle.
Cuando llegó a casa se puso cómodo y se tumbó en la cama. Cogió el teléfono y marcó el teléfono de ella, pero no la llamó.
No durmió en toda la noche, pensaba en muchas cosas, daba vueltas en la cama. No podía creer lo que le había pasado.

Pasada una semana, una noche, mientras Pedro cenaba sonó su teléfono. En la pantalla apareció el nombre de ella, no supo que hacer, vaciló si cogerlo o no, al cabo el teléfono dejó de sonar. Pasaron unos cinco minutos y el teléfono volvió a sonar, esta vez Pedro lo cogió.

- Hola –dijo él.
- Hola Pedro
- ¿Qué quieres?, no tengo mucho tiempo, estaba cenando y…bueno que
- Nada, solo llamaba para decirte que te echo de menos
- Sí, pues que sepas que yo a ti también, pero no voy a volver contigo, no voy a volver a verte, no quiero saber nada de ti – Pedro reía mientras hablaba-. Y, sabes ¿Por qué?
- No digas eso Pedro, hemos discutido otras veces
- ¿sabes porque no voy a volver contigo?
- Pedro por favor
- No voy a volver contigo porque no tienes nombre, no sé como te llamas, y porque ahora una mujer mucho mas guapa que tu está esperándome en la cama
Ella colgó el teléfono. Pedro volvió a la cocina y siguió cenando, pero ya estaba frío, así que vació el plato en la basura y se fue a la cama, donde nadie lo esperaba.

© Sergio Becerril 2007

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