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Cuanto tiempo, ¿Que hago? - Relato 9

CUANTO TIEMPO, ¿QUE HAGO?

Eran las siete y cuarto. Casi siempre se levantaba a las siete, pero había días como hoy que le gustaba quedarse en la cama, medio despierto medio dormido algunos minutos más.
Mauricio no desayunaba nunca, se levantaba con el estomago cerrado. Orinó, se lavó los dientes y abrió el grifo de la ducha, pensó en volver a la cama, todavía tenía en su cuerpo el calor del edredón. Era invierno y el solo echo de pensar en el frío que debía hacer en la calle, te quitaba las ganas de ir a trabajar.
Trabajaba en un banco. La sucursal no estaba a más de dos manzanas, es decir que en el trayecto que va desde su casa al trabajo, en diecisiete años nunca le había pasado nada extraordinario, pero aquella mañana eso iba a cambiar.
Antes de cruzar por el mismo paso de peatones de siempre, vio a Rosa. Le temblaron las piernas, agarró con fuerza su maletín, con mucha fuerza, en unos segundos tenía que decidir que hacer, ¿saludarla?, ¿hacerse el sueco?, ¿quizá mirar el escaparate de ropa interior de la tienda a su espalda? Rosa caminaba hacia él, por la misma cera, e iba a cruzar por el mismo paso de peatones que Mauricio.
Cuando Rosa se puso al lado de él, ella no le reconoció, fue cuando al mirar el semáforo detuvo su vista en Mauricio.
Se quedo mirándole.
-¿Mauricio?- dijo Rosa tocándole el hombro.
-Rosa, ¿Qué tal, como estas?- Mauricio intentó poner voz de interesante, quería que sus palabras sonaran justas, convincentes, interesantes, quería que solo con esas cuatro palabras Rosa notará lo que había madurado durante todo este tiempo. Pero no le convenció el tono, y justo cuando acabó de hacer la pregunta, se sintió fatal.
-Bien, y tu ¿Cómo estas?, oye cuanto tiempo, si te dijera que has cambiado algo te mentiría, porque no has cambiado nada, pero nada de nada, vamos que parece que fue ayer cuando –Rosa se detuvo, y agachó su mirada.
-Bueno, no es momento para hablar de cómo estoy Rosa, de verdad que en mi vida había imaginado este momento, tenia mil argumentos pensados, muchas palabras que decirte si te veía, infinitas formas de actuar por si algún día me encontraba contigo, pero nunca imagine que fuera así, y mucho menos en este lugar, ¿tienes tiempo para tomar un café?
-Sí, claro.
Mauricio y Rosa giraron la primera calle a la izquierda, caminaron sin hablarse. Mauricio miraba los zapatos de ella, pensaba en ella y en sus zapatos, ¿serian algún regalo? O quizá se los habría comprado ella. Intentaba caminar con pasos firmes, con la cabeza alta, quería que sus pasos demostraran sensatez, orgullo, y madurez, caminaba con el deseo de que Rosa lo observara y ella sintiera todo lo que Mauricio quería demostrar.
Entraron en un café cercano, nunca visitado por ninguno de los dos, al menos juntos.
Se sentaron, se miraron, casi se tocaron pero no lo hicieron, en otros tiempos, conciencia y pieles eran una.
El camarero se acercó a su mesa, pidieron dos cafés cortados.
-bueno, ¿y como lo llevas?- preguntó Rosa mientras buscaba su tabaco en el bolso.
-Bien, las cosas se superan y aunque odie decirlo tenias razón cuando me dijiste que el tiempo lo cura todo, y aunque es cierto, el tiempo también lo jode todo, porque te ha traído otra vez a mi –Tomo una posición en la mesa que simulaba tranquilidad, no quería mostrarse nervioso, inseguro, enamorado. Se maldijo por no haberse afeitado, como si el vello de su cara fuera a variar algo la escena. Pensó que quizá sin barba Rosa lo hubiera encontrado más atractivo, y recordó las exigencias de esta respecto a su barba años atrás-. Estas guapísima –dijo de repente.
-A veces pienso en ti, pero de verdad Mauricio que no me arrepiento de lo que hice, ahora soy muy feliz.
El camarero trajo los cafés, los dejó sobre la mesa. Mauricio cogió el sobre de azúcar, sus manos temblaban inquietas. Rosa se encendió un cigarrillo, movía el café con una mano mientras que con la otra fumaba.
-no se que decir, tampoco tengo que venir ahora después de casi tres años sin vernos y decirte que soy muy feliz, no es justo Mauricio -Rosa sopló su café y bebió un gran sorbo-. No tengo que estar aquí, nos tomamos el café y nos vamos- dijo, después dio una calada al cigarro.
-No te preocupes Rosa, yo ya olvidé, y ahora también soy muy feliz, a veces también me acuerdo de ti pero no como antes, me acuerdo y pienso: ¿Qué hará?, o ¿Dónde estará ahora?, preguntas que me surgen mas bien por curiosidad que por otra cosa- Mauricio bebió su café de un trago.
-Perdona no te he ofrecido tabaco- dijo Rosa estirando su mano mostrándole la cajetilla.
-No, no fumo, lo dejé, era…-se quedó pensando unos instantes-. Bueno, lo dejé.
Cuando Rosa termino su café apagó su cigarrillo. Los dos se quedaron callados, se miraban en silencio, Mauricio intentaba hablarla sin besos, besarla sin palabras.
Tardaron algunos segundos en levantarse de la mesa, Rosa se levantó primero y Mauricio después. Se dirigieron a la salida. Ella caminaba delante, él puso su mano sobre su cintura, como guiándola hacia la salida, quería sentir su cuerpo, sentirla cerca aunque así fuera, ella giró la cabeza y lo miró, esbozó una ligera sonrisa como aquella primera vez.
En realidad me gustaría saber si Mauricio trabajaba en un banco, o si se encontraron en un semáforo, si el la seguía queriendo o si se arrepintió de no haberse afeitado ese día. Yo solo tomaba un café en la mesa de al lado. Escuche esta conversación de dos personas que tenían poco que decirse, poco, muy poco.

© Sergio Becerril 2007

2 comentarios:

Guardián entre el centeno dijo...

El título me ha desconcertado un poco... pero no está mal. Me ha llamado más la atención la entrada a mitad de página, ésa en la que plasmas tu declaración de intenciones, y es que casi la podría haber escrito yo! Excepto por lo de las editoriales, ya que nunca he enviado nada a ninguna...

Sólo he leído este relato, a ver si me paso más y acabo leyéndolos todos.

Tú no te desanimes, a escribir y a escribir, que es de lo que se trata. 8aunque ya te veo que no andas muy desanimao!)

Sergio Becerril dijo...

Muchísimas Gracias por visitar mi Blog Guardián entre el centeno, y más gracias todavía por publicar un comentario, solo por este gesto ya merece la pena seguir subiendo mi obra a la red.
Respecto al título, el mismo se refiere a que ha pasado mucho tiempo desde que Mauricio no ve a Rosa, y al verla es su primer pensamiento. Aunque en el texto no lo digo, Mauricio al ver a Rosa se dice así mismo: "Cuánto tiempo, ¿Qué hago?" de ahí el título.
Supongo que al ser escritor estarás conmigo que lo de los títulos es muy subjetivo, hay veces que me salen solos, pero otros cuesta decidirte, en este caso concreto, me costó decidirme.
Un abrazo y bienvenido a tu Bodega.

 
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